Trakai, el castillo reflejado en un lago o la postal más hermosa del Báltico
Esta fortaleza medieval es uno de los atractivos más visitados de Lituania
Tiene todos los ingredientes que definen a la imagen perfecta: una isla en el corazón de un lago, un castillo reflejado en las aguas, bosques en el horizonte y familias de patos que, al cruzarse con los barcos, dibujan parábolas de espuma. Así es Trakai, la fortaleza medieval de la que fuera la capital histórica de Lituania. Para muchos, la postal más hermosa del Báltico.
Emplazado a unos 30 kilómetros de Vilna, la capital, el castillo de Trakai no sólo es la imagen icónica del país sino también el lugar en el que puede leerse su propia historia. Porque su origen se remonta a los tiempos en que Lituania extendía sus dominios desde el mar Báltico al mar Negro. Tiempos en los que, además, era uno de los últimos territorios paganos de Europa, por lo que recibía constantes ataques de los Caballeros Teutones. Fue así como, allá por el siglo XIV, el monarca Kęstutis decidió erigir este fuerte y establecer en él su residencia.
Paseo en barco
Con el tiempo Trakai perdió su función defensiva para convertirse en residencia vacacional y, más tarde, en una prisión. Hasta que en el siglo XVII los estragos de las guerras lo dejaron tan destruido que el castillo cayó en el abandono. Tuvieron que pasar muchos años para que alguien viera en su bella silueta un filón para atraer al turismo. Así fue como se completó su definitiva reconstrucción en 1961, cuando se convirtió, por derecho propio, en la imagen de Lituania.
Hoy locales y foráneos se acercan a admirar su perfil cobrizo, especialmente hermoso desde las aguas del lago Galvė, donde, si el tiempo acompaña, se puede alquilar una barca a pedales para navegar tranquilamente en familia. Esta travesía no sólo permite divisar la fortaleza desde todas sus perspectivas, mientras se sueña con hadas o príncipes encantados, sino que también propicia el descubrimiento de otros bonitos enclaves que forman parte del entorno. Como un elegante palacete donde hoy tienen lugar conciertos de música clásica. O las playas de arena fina que bordean la orillas. O el carril bici que dibuja su perímetro entre frondosa vegetación. Los más osados hasta podrán darse un chapuzón, que para eso la temperatura del agua suele alcanzar en verano los 25 grados.
Hogar de los caraítas
Otra opción es explorar su interior, sus solemnes salas en las que se repasa la cronología del castillo a través de elementos tan significativos como las vestimentas, los muebles, los mapas y las monedas del momento. También los patios de armas y las majestuosas torres a las que se puede subir para obtener una bonita panorámica del lago.
Pero no hay que olvidar que la propia ciudad de Trakai merece un largo paseo entre sus pintorescas callejuelas flanqueadas de iglesias ortodoxas y coloridas casas de madera. Son la residencia de los caraítas, una minoría procedente de las orillas del Mar Negro, a la que se permitió afincarse en esta zona y conservar su religión (una variante del judaísmo), su lengua (una variante del turco) y sus tradiciones un tanto exóticas para la población lituana.
Gastronomía energética
Así tejieron una identidad nacional que consta de unas 2000 personas en el mundo, 260 de las cuales perviven en la pequeña Trakai. Y entre sus grandes aportaciones (además de la arquitectura) está la de una gastronomía singular en la que destacan las deliciosas kibinas (una suerte de empanadillas con diferentes rellenos, aunque es el pollo el ingrediente estrella) y la tradición de comer cordero en platos sabrosos y contundentes que proporcionan energía en los crudos inviernos.
Como también lo hace el krupnik, un licor artesanal a base de vodka, anís, miel y diversas especias como enebro, comino y cardamomo, entre otras. Una bomba que se puede degustar en los restaurantes caraítas de esta ciudad que es una caja de sorpresas.
Trakai, de turismo en Lituania
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