Miradores en los cigarrales de Toledo

Un cigarral se valora por sus vistas a la monumental Toledo y ahora también por la calidad de sus servicios de hostelería y restauración. Algunas de las antiguas residencias de campo de la burguesía y nobleza se han convertido en hoteles que ofrecen otra forma de disfrutar este lugar Patrimonio de la Humanidad.

Miradores en los cigarrales de Toledo
Miradores en los cigarrales de Toledo

Con el sol de poniente a la espalda iluminando la mejor vista de Toledo, los cigarrales siempre han sido un privilegio secreto de las clases altas. Primero fueron los romanos quienes construyeron sus villas al sur del entorno del Tajo, el surco por el que transcurre el río al bordear la ciudad. Últimamente es donde la aristocracia política, empresarial y hasta futbolística celebra bodas y reuniones privadas a apenas una hora de Madrid. Y entre unos y otros, los musulmanes de la taifa de Toledo tuvieron aquí sus huertos de recreo, sustituidos después por las fincas de esparcimiento de los nobles castellanos y los altos cargos de la Iglesia. Poco a poco fue llegando la burguesía y la élite intelectual, hasta hoy.

El paisaje, de tierra rojiza salpicado de edificaciones de exterior rústico, ladrillo visto y tejas en torno a las que se extienden encinas, olivos, enebros, tomillo y retama, conserva todo su encanto, aunque ha vivido sucesivos periodos de auge y decadencia. Ahora comienza a brillar de nuevo por obra y gracia de la hostelería. Unos pocos cigarrales entre los más de 200 que existen en la actualidad se han reconvertido en alojamientos diversos, desde el hospedaje sencillo hasta el lujo para empresas, eventos y escapadas de capricho. En este último caso, el cliente apuesta por un lugar alejado del centro histórico, pero que ofrece otra forma más íntima de disfrutar la ciudad y, sobre todo, de contemplarla desde la terraza de su suite.

Los cigarrales han enamorado a cientos de artistas, desde el Siglo de Oro hasta Bécquer, Galdós, Valle Inclán o Lorca, y a intelectuales como el conde de Romanones o Gregorio Marañón, que fue pionero en afincarse aquí permanentemente y no sólo en busca de recreo. Todavía existe su Cigarral de Menores, de origen eclesial y que Marañón convirtió en su "lugar en el mundo". Sus jardines y alrededores inspiraron Elogio y nostalgia de Toledo, quizá el libro más personal y emocionado de Marañón. Aquí vienen a refugiarse, pero, sobre todo, a disfrutar, como muestra Tirso de Molina en su obra Los cigarrales de Toledo, en la que un puñado de nobles ociosos recorren 20 de ellos mientras cazan, pescan, celebran banquetes, se entregan a los juegos y placeres de sociedad y se cuentan historias mundanas ante la vista monumental de la ciudad, la misma que se puede disfrutar desde el Cigarral de Caravantes.

Un músico del siglo XVIII, que se hacía llamar Señor de Caravantes, solía invitar a sus amigos a este cigarral. Hoy es uno de los hoteles mejor situados y con un encanto más personal de la zona. Su construcción respeta la estética tradicional, pero se olvida de la severidad castellana, con una decoración moderna y cálida de muebles restaurados y detalles orientales. Sus 22 habitaciones tienen terraza con vistas a Toledo y los jardines conservan la inspiración árabe, con una distribución en torno a fuentes que quieren recordar a La Alhambra. Los cipreses enmarcan la vista de Toledo desde dos miradores que se elevan sobre un bar de copas con terraza perteneciente al mismo cigarral, pero aislado del hotel para no molestar a los huéspedes. El gerente, Alfonso Chacón, es uno de los dueños de las Bodegas Canopy, que han revalorizado la denominación de Méntrida con dos de los mejores vinos de autor de España: Tres Patas y Malpaso. Ambos pueden pedirse en su restaurante. El Cigarral de las Mercedes ofrece el alojamiento más exquisito, con jardines atendidos con mimo y rincones propios de una lujosa villa italiana. Todo invita al romanticismo.

La responsable del diseño de interiores es la estadounidense Jayne Gunderson, esposa del hostelero Fernando Lleida, que compró este cigarral en 1997 para convertirlo en restaurante. Desde entonces no ha dejado de mejorarlo, con la ampliación de sus jardines, la creación de un pabellón para eventos y la apertura del hotel, que a finales de octubre comienza a funcionar a diario, no sólo para eventos, como era habitual hasta ahora. Aquí, al resguardo de la prensa, se han alojado jefes de Estado y celebrado las bodas del futbolista Fernando Morientes, de la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, y de la ministra de Vivienda, Beatriz Corredor, entre otros. Aunque su gran evento es Navidad, época en la que Jayne llena de adornos todo el cigarral y lo abre al público para que lo disfruten todos los toledanos.

El hotel más antiguo de los cigarrales y de toda la ciudad es La Almazara, desde donde puede verse un jardín laberinto como el que usaban los protagonistas de la obra de Tirso de Molina para perseguir a las jóvenes y vulnerar todas las normas que regían más allá de los muros de la quinta. Se dice que Gaspar de Quiroga, que fue enviado de Felipe II, inquisidor general y llegó a cardenal, también gustaba de estas transgresiones. Gaspar de Quiroga fue el propietario del cigarral donde se asienta La Almazara, propiedad hoy del duque de Bailén. El hotel ofrece un alojamiento sobrio pero lleno de historia. Entre otras visitas, el cardenal solía recibir durante unas largas temporadas a su amigo El Greco.

Distinto es el hotel AC Ciudad de Toledo, un confortable cuatro estrellas recién reformado, con gimnasio, baño turco y tres salas de reuniones. Conjunta el sabor rústico con el gusto contemporáneo y ofrece los detalles de la Selection de la cadena AC: minibar gratuito, servicio de habitaciones las 24 horas, lavandería, prensa gratuita y la opción de dejar la habitación después del mediodía. Si es posible, conviene elegir alguna de las dos suites con la terraza orientada hacia Toledo.

Un kilómetro más hacia el Este, el imponente Parador acaba de ser renovado y combina el confort con una espectacular terraza con vistas al centro histórico. El lugar también era un cigarral, una palabra cuyo origen más aceptado tiene que ver con las cigarras. Pero tras pasar por aquí, parece más atinada la explicación del historiador Antonio Martín Gamero: cigarral procede de la unión de la palabra árabe cib (señor) y la latina glárea (placer y regocijo).

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