El lago mágico de Canadá presidido por un bonsái
Alejado de cualquier tipo de población humana, está en una de las mayores reservas del país.
La cantidad de lagos que hay en territorio canadiense supone el 60% de todos los del mundo. Solo en Canadá hay más de 30.000 lagos de distintos tamaños, colores, ubicación e incluso estados (muchos se congelan en invierno). No es de extrañar que albergue algunos de los más impresionantes y curiosos, como el Moraine, en el Valle de los Diez Picos, o el Abraham, en el North Saskatchewan. No solo los propios lagos cautivan a aquellos que tienen la suerte de divisarlos, sino también el entorno que los rodea. El Fairy Lake (Lago de las Hadas) es uno de los más curiosos, debido a un elemento que sobresale en mitad del agua.
En un paisaje remoto, casi olvidado y virgen, a unos ocho kilómetros de la ciudad de Port Renfrew, se halla el Fairy Lake. El acceso es complejo, pues los árboles hacen de eficaz escondite. Hay que seguir un sendero de dos kilómetros y medio hasta llegar a él. Por el camino, los páramos rocosos, humedales, bosques y con vistas al Georgian Bay Islands National Park (Reserva de la Biosfera de la UNESCO), te sumergen en el ambiente que el propio nombre indica: un lugar mágico de los que parece que ya no quedan.
En mitad de aguas turquesas y rodeado de cientos de árboles, un tronco de abeto Douglas sumergido intenta sobrevivir como si del perro semihundido de Goya se tratara. En lo más alto de lo que un día fue un gran árbol, ha crecido un pequeño bonsái que subsiste a base de los nutrientes que toma de su base. Así, llama la atención de viajeros y fotógrafos -llegando a obtener uno de ellos el premio a Fotógrafo de vida silvestre del año del Museo de Historia Natural de Londres-. El bonsái, amarrado a un árbol muerto, se ha convertido en un símbolo de supervivencia. También de serenidad en medio de un enclave tan grandioso que hace sentir pequeño incluso al más alto de los gigantes.
Síguele la pista
Lo último