Hong Kong: así es la contradictoria ciudad con más rascacielos del mundo

Seductora, intensa, excesiva... La ciudad con más rascacielos por metro cuadrado es una encrucijada en donde chocan la modernidad consumista y una tradición milenaria. 

Paso de cebra en el barrio comercial de Causeway Bay.
Paso de cebra en el barrio comercial de Causeway Bay. / Pablo Fernández

Prometo que no es un chiste. ¿Qué tienen en común Hong Kong, Donald Trump y un ancestral sistema filosófico chino? Empecemos por el final. Según el diccionario de la Real Academia, feng shui es un “arte o técnica basada en un sistema filosófico de la antigua China y consistente en aplicar a los espacios una serie de principios que pretenden lograr armonía y bienestar para las personas que los habitan”. De acuerdo a esta práctica, los edificios deben estar diseñados, orientados y estructurados de una manera determinada para no perturbar la armonía de su entorno y así proporcionar buena fortuna a sus habitantes. 

Una de las salidas del convento de Tin Hau.

Una de las salidas del convento de Tin Hau.

/ Pablo Fernández

La mayor parte de los rascacielos de Hong Kong siguen las leyes del feng shui. Traeré a colación una pequeña anécdota para subrayar su importancia. Las impactantes torres gemelas del Lippo Centre —conocidas coloquialmente como “árbol de koala”, por las formas de cristal que sobresalen de la estructura principal y que se asemejan a koalas agarrados al tronco de un árbol— fueron construidas por el magnate australiano Alan Bond en 1988. Debido a una serie de contratiempos financieros, y a numerosos casos de corrupción, Bond se vio obligado a vender el edificio. Obviamente, los hongkoneses achacaron su mala fortuna a un mal uso del feng shui. 

Vista nocturna desde el mirador de The Peak.

Vista nocturna desde el mirador de The Peak.

/ Pablo Fernández

En este punto de la historia, entra en escena Donald Trump. A pesar de tratarse de una tradición que parece remontarse 6.000 años atrás, el feng shui empezó a popularizarse en occidente tan solo hace treinta años, en la década de los 90. Entonces, algunos grandes edificios construidos en EE. UU. empezaron a aplicar sus enseñanzas. El caso más famoso fue el de las Trump Towers, en Nueva York. El expresidente estadounidense afirmó en 1994 al The New York Times: “Simplemente, se trata de un elemento más con el que podemos aventajar a nuestros competidores. El mercado asiático es cada vez más grande para nosotros y [el feng shui] es algo que no podemos ignorar”. Quién le ha visto y quién le ve, señor Trump.  

Una maldición y una bendición

Hablar del empleo del feng shui en la arquitectura de la antigua colonia británica no es baladí. Hong Kong tiene más rascacielos que cualquier otra ciudad en el mundo. El último cómputo recoge 570 edificios de más de 150 metros de altura —el más alto es el International Commerce Centre, con 484 metros—. Imagínese el skyline de Nueva York. Ahora, duplíquelo. ¿Recuerda los 570 edificios de Hong Kong? La Gran Manzana tiene tan solo 329. Y Madrid, 7.

Torres del Lippo Centre.

Torres del Lippo Centre.

/ Pablo Fernández

Es evidente que este panorama arquitectónico atrae a gran número de turistas. Sin embargo, esta característica también oculta una maldición para los locales. La edificación en altura de Hong Kong responde a dos motivos principales: la pujanza económica de la región y la falta de espacio edificable. Según datos de 2023, su población es de casi 7,5 millones de habitantes, con una densidad de población de alrededor de 6.700 habitantes por km2. España, por poner un ejemplo, tiene una densidad de población de 92 habitantes por km2. En este contexto, pueden entenderse fácilmente los problemas de vivienda que acorralan a los hongkoneses. 

Paradójicamente, uno de los lugares donde se evidencia esta problemática se ha convertido en lugar de peregrinaje para muchos turistas. En una de las principales vías de transporte de la isla de Hong Kong, King’s Road, se encuentra el popular Monster Building, que ha aparecido en numerosos anuncios y películas —la más popular de ellas, Transformers. Age Of Extinction (2014)—. En realidad, se trata de un complejo de cinco edificios conectados que albergan a más de 10.000 personas en 2.243 apartamentos. Imagínese a toda la población de Oropesa del Mar, Castellón, viviendo en un solo bloque de apartamentos.

Detalle del Monster Building.

Detalle del Monster Building.

/ Pablo Fernández

Un pueblo de pescadores 

Para entender mejor las peculiaridades de esta fascinante urbe es necesario esbozar la atribulada historia por la que un pequeño pueblo de pescadores se ha convertido en uno de los principales centros económicos del mundo y en motivo de tensión geopolítica entre las potencias mundiales.  

En primer lugar, conviene explicar algunos malentendidos. Hong Kong no es exclusivamente una ciudad, sino que se trata de una región, definida de forma rimbombante como Región Administrativa Especial de la República Popular China. Consta de tres áreas diferenciadas: la isla de Hong Kong, que se corresponde con lo que la gente entiende habitualmente por la ciudad de Hong Kong; frente a ella, al otro lado de la bahía de Victoria, se encuentra la península de Kowloon, que en la práctica es una prolongación de la ciudad; y, por último, lo que se conoce como Nuevos Territorios, una zona de 794 km2, limítrofe al norte con China, que cuenta con atractivos enclaves naturales, típicos pueblos amurallados y nuevos centros urbanos construidos para aligerar la presión habitacional en la isla.

Teleférico para ascender al monasterio Po Lin, donde se encuentra el Big Buda.

Teleférico para ascender al monasterio Po Lin, donde se encuentra el Big Buda.

/ Pablo Fernández

Durante siglos, esta región acogió pueblos pescadores que pasaron a depender políticamente de China a partir de su anexión en el año 214 a. C. durante la dinastía Qin. Sin embargo, su entrada en el escenario internacional tuvo lugar en 1841, cuando Hong Kong fue formalmente cedida al Imperio británico como consecuencia de la Primera Guerra del Opio (1839-1842), que enfrentó a la fuerza colonial europea con el gobierno chino por el control del comercio de opio entre India y China. 

Bajo el gobierno británico, que se prolongó casi siglo y medio, Hong Kong se convirtió en uno de los principales centros comerciales del mundo. No obstante, tras las presiones descolonizadoras del siglo XX, en 1984, China y el Reino Unido firmaron un acuerdo por el que Hong Kong pasó a convertirse, a partir del 1 de julio de 1997, en la Región Administrativa Especial de Hong Kong (RAEHK) de la República Popular China. Según este acuerdo, China prometió que, bajo la fórmula de “un país, dos sistemas”, no impondría su régimen político ni sistema económico socialista en Hong Kong. De esta forma, gozará, en teoría, de un “alto grado de autonomía” en todos los asuntos —excepto en asuntos exteriores y en defensa— hasta 2047. En la práctica, esto se traduce en que los hongkoneses cuentan con su propio pasaporte, con una moneda distinta del yuan —en este caso, el dólar hongkonés— y con un sistema democrático limitado.

Vistas desde lo alto del Gran Buda.

Vistas desde lo alto del Gran Buda.

/ Pablo Fernández

Desde el traspaso británico, Hong Kong ha continuado disfrutando de éxito como centro financiero internacional. Sin embargo, la incertidumbre respecto a las relaciones con el gobierno chino es evidente entre la población. Cómo tolerará la pujante China los anhelos democráticos de la Región Administrativa Especial es una cuestión difícil de predecir. 

Un cuerpo, dos corazones 

Empleando una metáfora cinematográfica, podríamos decir que Hong Kong se asemeja a esos personajes que se muestran al espectador con todas sus contradicciones y claroscuros. No son perfectos, pero resultan fascinantes. Al visitar Hong Kong, el viajero ha de prepararse para encontrar múltiples paradojas a la vuelta de la esquina. La personalidad de la ciudad reside precisamente en esos contrastes: entre lo occidental y lo oriental, entre lo material y lo espiritual, entre lo nuevo y lo viejo.  

Hora: primera hora de la mañana. Lugar: el principal parque local —Victoria Park—, punto de reunión para numerosos practicantes de taichí al empezar el día. Esta gimnasia china emplea movimientos lentos y coordinados para lograr el equilibrio interior. Se trata de un pequeño interludio de tranquilidad en una ciudad que no descansa nunca. Hong Kong es un constante ir y venir de gente. De hecho, Victoria Park se encuentra en el barrio de Causeway Bay, una de las principales zonas comerciales de la isla, una maraña de calles dedicadas a idolatrar el consumo.  

Mujer en el templo de Man Mo.

Mujer en el templo de Man Mo.

/ Pablo Fernández

Otro ejemplo de esta lucha entre polos opuestos puede apreciarse en el templo de Man Mo, uno de los más populares de la ciudad. Este santuario construido en 1847 se encuentra en la concurrida Hollywood Road, en Central, el barrio financiero de Hong Kong. Cuando uno se sitúa en la calle, frente a la fachada del templo, el modesto edificio religioso parece empastarse contra el fondo gris de los rascacielos que lo rodean. Da la impresión de que Man Mo estuviera avergonzado de su modestia.  

Aunque dicen que en el punto medio está la virtud, Hong Kong es una ciudad de extremos. Ahí radica su atractivo. El viajero puede degustar tanto un plato de cheung fun —pasta de rollos de fideos de arroz— en un puesto callejero como un plato “deconstruido” en un restaurante con tres estrellas Michelin. La oferta en ambos espectros en abrumadora. Conviene tener en mente que Hong Kong tiene 78 restaurantes con estrella Michelin: siete de tres estrellas, 13 de dos estrellas y 58 de una estrella. Para contextualizar: la lista de ciudades estrelladas la encabeza Tokio, con 200 restaurantes. París viene a continuación, con 118. Y Madrid es la primera ciudad española con 23.

Restaurante en Central Market.

Restaurante en Central Market.

/ Pablo Fernández

Y, sin embargo, a pesar de todas estas peculiaridades hongkonesas, hay algo en la ciudad que resulta tremendamente familiar para el viajero español. Quizá tenga que ver con el cine y la potente industria local. Para algunos, Hong Kong es esa bulliciosa ciudad en la que Bruce Lee imparte justicia a base de mamporros en Operación Dragón (1973). Para otros, la ciudad es el escenario de aquella historia de amor forjada en los discretos restaurantes de Deseando amar (2000). Empleando términos cinematográficos, de nuevo, Hong Kong es comparable a ese tipo de actor de reparto que, sin ser el más guapo, o el más brillante, desprende un innegable magnetismo. Algunos lo llaman fotogenia. Otros, simplemente duende.  

Gracias al séptimo arte, la distancia entre Hong Kong y España no es tanta como pudiera parecer. Y también entra en juego la serendipia... Viajar consiste en lanzar puentes. Entre nuestro lugar de residencia y nuestro destino. Entre lo que sabemos y lo que desconocemos. Entre lo que dejamos atrás y lo que nos encontramos. Imagínese la escena. Tras 12 horas de vuelo, un madrileño aterriza en Hong Kong —afortunadamente, la compañía local, Cathay, ofrece vuelos directos desde España, lo que acorta significativamente el trayecto—.

Para evitar el jet lag, se lanza directamente a patear las animadas calles de Central. Junto al mercado de alimentos frescos conocido como Graham Street Market encuentra una considerable fila de jóvenes que esperan para comprar una bebida y hacerse un selfie que colgar en las redes. El local se llama Lan Fong Yuen y su especialidad es el silk stocking milk tea. Esta técnica consiste en filtrar tres veces el té con una media de seda. Y el viajero no hace sino acordarse de las historias de posguerra en un pueblo de Cuenca que contaba su abuela, especialmente la que explicaba que usaban calcetines para filtrar el café. Definitivamente, Cuenca y Hong Kong no se encuentran tan lejos como esperaba.  

La calle Queensway en la isla de Hong Kong.

La calle Queensway en la isla de Hong Kong.

/ Pablo Fernández

Un sendero a las puertas de la ciudad

“Sous les pavés, la plage!” (bajo los adoquines, la playa). Con este eslogan, los jóvenes del 68 francés sostenían metafóricamente que una vida mejor se encontraba más allá del cemento y metal de las grandes ciudades del mundo capitalista. En Hong Kong, aquel lema libertario es literalmente cierto.

Contrariamente a lo que pudiera pensarse, Hong Kong cuenta con un entorno natural privilegiado. Existen numerosas rutas de senderismo para descubrirlo. La más popular es la llamada MacLehose Trail que recorre la zona de los Nuevos Territorios de este a oeste, empezando en Pak Tam Chung y acabando en Tuen Mun Town. La distancia total de la ruta es de 100 kilómetros y obtiene su nombre del británico Murray MacLehose, el gobernador que más tiempo estuvo en el cargo —de 1971 a 1982—. MacLehose, gran aficionado al senderismo, fue quien introdujo el sistema de parques nacionales para promover el conservacionismo.

Otra ruta popular es la conocida como High Island Geo Trail, situada en una zona declarada de interés por la Unesco. Además de sorprendentes playas y pequeños pueblos pesqueros, en esta región se encuentran pintorescas formaciones rocosas originadas millones de años atrás por la actividad volcánica. 

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