El Fiordo de la Duda, la secreta maravilla de Nueva Zelanda
Aunque apenas se le visita, se trata de la gran joya del Parque Nacional de Fiorland, en la Isla Sur del país de las antípodas

Está dentro del catálogo de maravillas naturales que atesora la remota Nueva Zelanda, pero muy pocos han oído hablar de su belleza y muchos menos aún se han aventurado a descubrirlo. Doubtful Sound es por ello el gran secreto del país de las antípodas. Un tesoro escondido en el extremo más meridional de la Isla Sur, allí donde se concentran algunos de los paisajes más espectaculares.

No hay viajero que se precie que no decida dedicar al menos un puñado de días a la exploración del Parque Nacional de Fiorland, ese territorio agreste y montañoso seccionado por decenas de canales, como dedos de mar, que conforman un laberinto mágico. Pero la gran mayoría opta por descubrir tan solo Mildford Sound, el famoso fiordo que fue, para Ruyard Kipling, “la octava maravilla del mundo”, y que después Peter Jackson acabó de popularizar cuando lo convirtió en escenario de su trilogía de El Hobbit. Un fiordo que abre una sinuosa lengua de agua a través de quince kilómetros tierra adentro y que es, tal vez, uno de los parajes más sublimes de este rincón bañado por el Mar de Tasmania.

Más largo y menos concurrido
Pero resulta que, en este mismo parque, existe también otro fiordo de más difícil acceso, pero más colosal y menos concurrido. Hablamos de Doubtful Sound, uno de los mayores del país, tres veces más largo y diez veces más grande que el de Mildford. Una joya hasta hace poco inexplorada, que debe su nombre a la duda (doubt) que asaltó al capitán Cook en 1770 ante la desconfianza de los vientos. Una duda que le llevó a renunciar a aproximarse a él por temor a que su barco no pudiera regresar felizmente al mar abierto.
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Afortunadamente, Doubtful Sound se hizo más asequible cuando se abrió la carretera por el desfiladero de Wilmot, en 1959, para facilitar la construcción de la central eléctrica de West Arm. Hoy es aquí precisamente a donde hay que llegar en barco, atravesando el lago Manapouri, para que un autobús recorra una veintena de kilómetros serpenteantes hasta alcanzar el embarcadero del fiordo.

Paraíso natural
Lo que se encuentra en él es una naturaleza exuberante, con agrestes picos, densos bosques y atronadoras cascadas que se desploman tras los periodos de lluvias. También se ven lobos marinos, delfines, pingüinos crestados y focas repanchigadas al sol. Un espectáculo de fauna que tiene su continuidad bajo las aguas. Aunque no se trata de un océano profundo, las condiciones ambientales de este fiordo permiten albergar numerosas especies marinas, a las que se puede contemplar en inmersiones organizadas por diferentes agencias, que proporcionan, además, el alquiler del equipo.

Descubrir Doubtful Sound es una experiencia memorable para quienes dispongan de tiempo y de dinero, puesto que su visita sólo se puede hacer en circuitos organizados que no siempre resultan económicos. Sin embargo, tal es su belleza (y su fotogenia) que hay quien no se conforma con un paseo y decide pasar la noche a bordo en barcos que ofrecen este servicio. Una manera sublime de despertarse entre cortinas musgosas, con la banda sonora de un coro de aves y con la sensación de que este paisaje épico no ha cambiado en miles de años.
Nueva Zelanda imposible
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