Bahía de Cardigan, el lugar donde nace la esencia marinera de Gales

Enmarcados por playas deslumbrantes y campos fértiles, estos parajes del suroeste de Gales son la tierra prometida para los desertores de la vida urbana

Aberaeron, Bahía de Cardigan

Localidad de Aberaeron, con su puente sobre el río Aeron en primer término

/ Juan Serrano Corbella

Salvando la doctrina lisérgica de paz y amor, hay quien dice que la bahía de Cardigan es como la vieja California: un faro de utopía para desertores de la rutina, un sueño de hedonismo en conexión con la naturaleza. Así se siente la atmósfera cuando se pone el pie en este rincón del suroeste de Gales, alejado de la autopista y el tren, apartado del mundanal ruido. Será por su carácter remoto o por su nexo emocional con el entorno por lo que uno cree haber llegado a un lugar donde la vida discurre sin prisa, sin tensión, en plácida armonía.

Puerto de Aberaeron, Bahía de Cardigan

El puerto de Aberaeron

/ Juan Serrano Corbella

Poco sabemos de estos parajes más allá de su pertenencia a un país que aparece diminuto en el mapa sobre una esquina de Gran Bretaña, arrinconado por la poderosa Inglaterra. Eso y que su nombre remite a una chaqueta abotonada, aunque nadie es capaz de explicar la relación que hay con esta prenda.

Entre callejuelas medievales

Sin embargo, bajo su perfil discreto y adormilado se esconde una conjugación perfecta de carácter histórico, animación cultural y espíritu de comunidad. Especialmente en Cardigan, la ciudad que creció en torno al castillo del mismo nombre y a lo largo del río Teifi. Emplazada en el mismo punto donde se encuentran los condados de Ceredigion y Pembrokeshire, su fisionomía resulta de lo más sencilla: apenas un puñado de callejuelas medievales que permiten ir a cualquier lado caminando o en bicicleta. Todo un mundo, no obstante, si lo comparamos con las idílicas Aberaeron y Fishguard, dos pequeñas aldeas que proyectan sus casas de colores sobre las aguas de los ríos Aeron y Gwaun. Aquí las distancias se miden en el one second que se tarda en llegar a cualquier lado.

Señal de dirección en Cardigan, Bahía de Cardigan

Señal de dirección en Cardigan

/ Juan Serrano Corbella

Estos entramados urbanos tan fotogénicamente concebidos tienen el aliciente de estar enmarcados por algunas de las playas más hermosas del Reino Unido, como Mwnt, Penbryn y Llangrannog, custodiadas por acantilados sobre los que crecen flores silvestres. Y también de estar precedidos por extensos campos batidos por el viento, donde la tierra se ha revelado curiosamente fértil. Nada extraña que fueran un imán, allá por los años 70, para los urbanitas saturados de la ciudad. El California dreaming que decíamos antes, eso sí, con mucha más lluvia.

Destilería In the Welsh Wind Distillery, Bahía de Cardigan

Alambique de cobre de la destilería In the Welsh Wind Distillery en Tan-y-groes

/ JuanSerranoCorbella.com

Esos jóvenes que escapaban de las grandes metrópolis británicas, justo cuando los aburridos adolescentes galeses soñaban con el viaje inverso, fueron cultivando las parcelas, experimentando con las posibilidades del suelo. Y así la bahía de Cardigan no solo pasó a ser el paradigma del retorno a lo rural, sino también el epicentro de la agricultura orgánica.

Salón de Ty Fforest, Cilgerran, Bahía de Cardigan

Salón de Ty Fforest, uno de los lugares donde hospedarse en Fforest, en los alrededores de Cilgerran

/ Juan Serrano Corbella

Hoy, dispersos por la ciudad principal, se encuentran numerosos locales adscritos a la alimentación ecológica. Como Crwst, la confitería regentada por Osian Jones, donde todo se elabora de manera artesanal. “Más que un café, es un espacio para que la comunidad disfrute de buena comida, al tiempo que se apoya a los productores locales. Estamos orgullosos de que todo lo que servimos venga de nuestra tierra, tanto el pan del brunch como el caramelo de los panqueques”, cuenta desde su establecimiento, convertido en uno de los más concurridos. “Tenemos clientes de lo más variopinto. Desde granjeros locales que vienen con sus botas de agua hasta blogueros gastronómicos que llegan desde muy lejos”, añade.

Laboratorio de ideas

Ese ímpetu de la gente joven por alumbrar nuevos proyectos es el que le otorga a Cardigan un aire de laboratorio de ideas que hace que parezca de todo menos aburrida. Por sus calles flanqueadas de elegantes casonas de las épocas georgiana y victoriana encontramos galerías de arte, carnicerías delicatesen, tiendas de artesanías, casas de té y acogedoras tabernas donde, al caer la tarde, desfilan las pintas de cerveza.

Cultivos en Fforest, Bahía de Cardigan

Cultivos en Fforest

/ Juan Serrano Corbella

“Todos tenemos creatividad dentro de nosotros mismos, solo hay que saber sacarla”, explica Beth Pritchard a propósito de esta oleada de eventos, festivales y aperturas de locales de moda que vive la ciudad de Cardigan en los últimos tiempos. Una filosofía con la que precisamente se identifica el lugar donde trabaja: Stiwdio 3, un multiespacio polivalente con un lema muy acertado: “Meet, eat and create” (júntate, come y crea). “Aquí promovemos actividades culturales, al tiempo que regentamos una tienda de moda emergente y un pequeño café donde tomar algo”, señala, orgullosa de esta ebullición que se extiende hasta las afueras.

High Street, Cardigan, Bahía de Cardigan

High Street de Cardigan

/ Juan Serrano Corbella

Es aquí donde encontramos otro proyecto muy interesante: In the Welsh Wind Distillery, creado por los jóvenes Ellen Wakelam y Alex Jungmayr. Una destilería que comenzó haciendo ginebra artesanal y acabó elaborando un exquisito whisky con la cebada procedente de las granjas cercanas. “Nosotros mismos nos encargamos de recolectarla para asegurarnos que el destilado pasa directamente del campo al vaso”, bromean desde su local, a los pies de relucientes alambiques de cobre.

Delfines a la vista

En la bahía de Cardigan es la naturaleza la que tiene la última palabra. Especialmente ahora que los bosques han cerrado sus cicatrices industriales y el Teifi ha dejado de ser aquel próspero puerto de construcción naval del que salían los barcos que después, cargados de arenques, pondrían rumbo al mar Báltico. Ahora en este río se pueden ver cangrejos, de la misma forma en que en el mar se pueden ver marsopas, focas y delfines nariz de botella. Estos simpáticos mamíferos han llegado a instalarse en un área especial de conservación hasta crear una colonia de al menos 300 ejemplares. Dicen que, en verano, raro es el día en que no se los ve a bordo de las barcas que salen de excursión.

Fachada del Castle cafe & Cellar Bar, Cardigan, Bahía de Cardigan

Fachada del Castle cafe & Cellar Bar de Cardigan 

/ Juan Serrano Corbella

Muy en sintonía con la naturaleza está el famoso Fforest, que, más que un campamento, es todo un ecosistema que da una vuelta de tuerca al concepto de glamping. Detrás está el ingenio de James Lynch y Sian Tucker, que adquirieron una finca gigantesca en los alrededores de Cilgerran con una fórmula alternativa de alojamiento para dormir en pleno bosque.

Fue así como levantaron no solo unas pintorescas cabañas de madera, sino también unas cúpulas geodésicas entre los árboles, equipadas con baño, cocina e incluso onsen, el baño tradicional japonés, ideal para sumergirse en agua humeante bajo las estrellas.

Destilería In the Welsh Wind Distillery, Bahía de Cardigan

Destilería In the Welsh Wind Distillery

/ JuanSerranoCorbella.com

“Por aquí recalan los senderistas que hacen el Wales Coast Path, el sendero que sigue el litoral de Gales a lo largo de todo el país. Y aunque su idea es pasar una noche, acaban quedándose una semana… porque no pueden quedarse toda una vida”, sentencia Lynch. La bahía de Cardigan tiene esas cosas.

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