Aventura en Centroamérica: entre ruinas mayas, volcanes y playas de ensueño

Mis nervios y mis emociones pesan a partes iguales. ¿Cómo se me ocurrió emprender este viaje? “Calla, no digas tonterías. ¡Lo tuyo es la acción!”, silencia mi cerebro las dudas mientras salgo del aeropuerto de San Salvador. Cualquier otra incertidumbre se disipa mientras recorremos la carretera Panamericana, salpicada por puestos de pupusas, de camino al sitio arqueológico de Joya de Cerén.

Levantado en el año 535 con ceniza volcánica, este atípico poblado maya forma parte del legado menos popularizado de la civilización junto al de Tazumal, otro de los, aproximadamente, 800 asentamientos con los que cuenta El Salvador, la mayoría sin excavar. Inevitablemente comparo la forma de las pirámides con la de los volcanes que se alzan sobre el país más pequeño de Centroamérica.

En el Parque Nacional Los Volcanes encontramos tres de los cráteres más importantes, dos de ellos activos, Santa Ana e Izalco. Este último era conocido por los navegantes como el faro del Pacífico porque su fuego sirvió para orientarles durante las largas travesías. Hoy día los surfistas atrapan olas bajo ese mismo volcán en la playa de El Tunco.

Pero la gran experiencia volcánica nos espera en Nicaragua, donde sus ciudades coloniales permanecen acurrucadas a volcanes enérgicos, poderosos y aventureros.

La colorida Granada se levanta sobre los suelos ardientes del antiguo volcán Apoyo, a la sombra del volcán Mombacho, que con su lava salpicó de islas el cercano lago Cocicolba formando así las Isletas de Granada.

Entre Granada y Managua, la lava del Parque Nacional del volcán Masaya nos sorprende con la furia de eléctricos naranjas burbujeando a nuestros pies, recordando los sacrificios humanos que en él se realizaban. Por su parte, desde la atractiva ciudad intelectual de León, cuyo hijo predilecto es Rubén Darío, nos deslizaremos a toda velocidad por la ladera del volcán Cerro Negro.

Pero en Nicaragua la naturaleza no solo se surfea entre volcanes y olas. El huracán Julia nos recibe en la última etapa del viaje para demostrarnos que la vida salvaje sigue gobernando estas tierras de emoción y adrenalina.

Tras las fuertes tormentas desencadenadas por el huracán, y después de un día de pausa en Nicaragua, seguimos nuestra aventura en Honduras sorteando los deslizamientos que las lluvias han provocado en la carretera que llega hasta Copán Ruinas, un plácido pueblecito coloreado por mototaxis, encantadoras casitas y las frutas exóticas de su mercado.

A las afueras, la majestuosidad del sitio arqueológico de Copán termina de hacernos caer rendidos ante Centroamérica gracias a sus enigmáticos edificios mayas atrapados por las raíces de longevas ceibas y a los guacamayos que sobrevuelan su cielo misterioso.