Alentejo: la costa más virgen de Europa, de punta a punta

A orillas del Atlántico, en el suroeste de Portugal, se halla el litoral más virgen de Europa. The Guardian ha calificado a esta franja marítima que va desde el estuario del Sado, a pocos kilómetros de Lisboa, hasta Odeceixe en el límite con el Algarve como la costa mejor preservada del viejo continente.

Alentejo, Portugal

Playas de Zambujeira do Mar

/ CRISTINA CANDEL

Son unas ochenta mil hectáreas las que ocupa este paraíso ibérico, donde no encontrarás pueblos bulliciosos y el tiempo parece haberse detenido, aunque en los últimos tiempos Troia y Comporta, los dos puntos más turísticos de la primera costa alentejena que te encuentras en el viaje, han visto cómo crecían algunos resorts y hoteles de lujo que pueden darte una idea equivocada de lo que te espera en esta ruta.

Alentejo, Portugal

Puerto Palafítico de Carrasqueira

/ CRISTINA CANDEL

“Lo más importante de esta área —comenta Luis Saldanha, patrón de un barco que se dedica al avistamiento de delfines en los últimos seis años— es que aquí tenemos un mar de aguas tranquilas, cristalinas y poco profundas, protegido de los vientos por la montaña, playas espectaculares y buena pesca”. Para este hombre de la mar, nacido en Setúbal, fue clave la designación del Parque Natural de Arrábida en 1976 y la posterior ampliación del Área Marina Arrábida-Espichel en 1998 “porque esta área marina se ha convertido en una gran maternidad para los peces y las algas y ahora los marineros que al principio no estaban muy contentos con esta protección que impedía la pesca se felicitan todos los días”.

En busca de los golfinhos

No solo los pescadores se sienten felices por la abundantes capturas de sargos, lenguados, pargos, sardinas, pulpos, caballas y otros peces de roca. Hasta las orcas que hace cinco años solo iban de paso por esta zona se quedan ahora entre una y tres semanas para saciarse de comida. Los que sí residen todo el año en este estuario del río Sado es un grupo familiar de 27 golfinhos o delfines que son la atracción turística principal en esta esquina costera. “Les conocemos a todos, los jóvenes y los más viejos —comenta María, al frente de VertigemAzul, la primera compañía que inició los viajes en barco para observar estos animales en 1998—, y no están identificados con ninguna placa. Viven en estado salvaje y salimos a buscarles en cada travesía. Ahora conocemos sus técnicas de cazar y hemos comprobado que son animales muy sociales, a veces están muy tranquilos y en otras juguetean delante de los barcos”. El abuelo del grupo es Serrote (1983) y el más joven (2006) se llama Cocas. Están clasificados como unos mamíferos marinos únicos en Portugal, pero lo que sí está prohibido es nadar con ellos, tampoco se les puede dar de comer y solo tres embarcaciones pueden coincidir en el momento de su avistamiento.

Alentejo, Portugal

Calle en Porto Covo

/ CRISTINA CANDEL

El éxito turístico de Troia es incuestionable. No solo cuenta ya con un casino moderno o con las ruinas romanas de Cetobriga, que confirman la existencia de uno de los puertos más importantes del Imperio para la conservación del pescado que se enviaba a Roma. También los visitantes pueden acercarse desde esta bella península a la Sierra de la Arrábida para visitar el Convento Nossa Senhora da Arrábida (siglo XVI), uno de los monasterios más emblemáticos de Portugal, y para bañarse en sus encantadoras calas de agua fría pero muy terapéutica, lo que llaman algunos la costa azul portuguesa.

Alentejo, Portugal

Playas de Comporta

/ CRISTINA CANDEL

Comporta, el sitio de moda

A 16 kilómetros de la Marina de Troia destaca Comporta, el secreto mejor guardado de esta parte de la costa alentejana. Se trata de un lugar único, rodeado de arrozales, mar, dunas de arena y bosques de pinos, en donde se puede conectar con la naturaleza. Su playa de arena blanca se extiende desde los límites de la Reserva Natural del Estuario del Sado hasta Sines empalmando varias playas que suman más de 50 kilómetros. Aunque algunos la comparan con nuestra Ibiza, aquí no hay clubes nocturnos ni masas turísticas. Sí descubrirás algunas viejas cabañas de pescadores sobre pilotes de madera en la aldea de Carrasqueira, una imagen que nos traslada a Asia. Aunque ya hablan del Cais Palafítico como el nuevo icono de Comporta, la realidad es que no se trata de una postal artificial. Se trata todavía de un puerto activo donde un grupo de 50 pescadores, hombres y mujeres, salen a la mar con sus técnicas artesanales para capturar pulpos, chocos, bivalvos y todo tipo de pescados.

Alentejo, Portugal

Museo de Sines, que incluye la casa de vasco de Gama

/ CRISTINA CANDEL

Estos barcos tradicionales se pintan todos los años y algunos cambian de nombre por mera superstición. Sus capturas son sabrosas y puedes comprobarlo en alguno de los bares de este antiguo pueblo de pescadores como en Retiro do Pescador, una sencilla casa de comidas donde el pulpo está de muerte.

Comporta se ha desarrollado de manera discreta como un retiro para algunas celebridades, incluso se dice que a Madonna le encanta pasear por estas playas y lo hace de vez en cuando. Como otros visitantes vip, caso de Carla Bruni, Rania de Jordania, Albert Rivera y Malú o la familia Casiraghi. Todos los arenales siguen siendo tranquilos y muy locales, sin aglomeraciones con kilómetros y kilómetros de arena sin toallas ni bañistas, solo te encontrarás con unas doscientas especies de aves diferentes.

Alentejo, Portugal

Pueblo de Odemira

/ CRISTINA CANDEL

La cuna natal de Vasco de Gama

Continuando por la línea costera aparece en el horizonte Sines. Algunos viajeros evitan esta ciudad por sus llamativas instalaciones petroquímicas con oleoductos incluidos, pero merece la pena darse un paseo por su casco antiguo. En esta villa nació Vasco de Gama (1468-1524) y una gran estatua le recuerda delante de las murallas del viejo castillo medieval, restaurado en el siglo XVI.

Alentejo, Portugal

Porto Covo

/ CRISTINA CANDEL

La historia de este pueblo de pescadores hasta 1970 se remonta a la época romana cuando se llamaba Sinus y hoy es un puerto industrial petrolífero muy importante en la economía del país luso. Su aparición fue un gran revulsivo para esta región, que era una de las más pobres de Europa. Hasta los años setenta se conservaba un régimen de tierras medieval con enormes haciendas que pertenecían a un grupo muy reducido de familias portuguesas. Tras la revolución de 1974, el Gobierno expropió las tierras para entregarlas a los agricultores de la costa pero en los años ochenta muchas de estas propiedades fueron vendidas por muy poco dinero. Afortunadamente los políticos locales redactaron estrictas normas urbanísticas, prohibiendo las casas de más de una altura fuera de los pueblos, evitando los grandes hoteles y en 1995 la zona pasó a ser una reserva natural.

Alentejo, Portugal

Vila Nova de Milfontes

/ CRISTINA CANDEL

El Parque Natural do Sudoeste Alentejano

Esa zona protegida al sur de Sines acabó siendo parte del Parque Natural do Sudoeste Alentejano. La costa cambia en esta área su fisonomía, si la comparamos con la de Troia y Comporta, al aparecer espectaculares acantilados y grutas, refugio de una rica fauna encabezada por las águilas, las garzas reales, los quebrantahuesos, las carracas, las palomas torcaces y murciélagos.

Esas formaciones ya surgen en el primer pueblo importante de la ruta: Porto Covo. Su caserío, de blanco inmaculado y tejas de barro, contrasta con los típicos zócalos azules de la región que puedes admirar en la plaza principal y la calle más comercial repleta de tiendas de souvenirs, pero lo mejor de la villa se encuentra en su accidentada costa sobre acantilados que regalan unas hermosas playas de arena fina como Buizinhos, Banho, Praia Grande o Samoqueira, esta última la más espectacular.

Alentejo, Portugal

Restaurante en Vila Nova de Milfontes

/ CRISTINA CANDEL

Entre tantas playas se extiende una pista de senderismo, la ruta vicentina, identificada con los colores verde y azul, que permite recorrer esta hermosa costa hasta Sagres, ya en Algarve. Es un sinuoso camino costero que a veces serpentea por tramos más complicados pero engancha y confirma que este no es un rincón para ir de fiesta sino para caminar y disfrutar de la naturaleza del litoral. Como la que emerge, incluso, del mar en la Isla de Pessegueiro, a 4,5 kilómetros de Porto Covo.

Este es uno de los lugares más hermosos de la costa alentejana, hoy abandonada, aunque en verano algunos barcos se acercan a ella para comprobar las huellas cartaginesas y romanas, especialmente relacionados con la industria de salazón del pescado, y una fortaleza en ruinas. La isla adquirió fama como refugio de piratas y más tarde sirvió de inspiración a escritores y poetas.

Alentejo, Portugal

Mirador en la Península de Troia

/ CRISTINA CANDEL

Vila Nova de Milfontes y el río Mira

Nuestro viaje continúa por Vila Nova de Milfontes, otra perla de la costa alentejana, enclavada en el estuario del río Mira con un rosario de playas con aguas más calientes (Malhao, Alteirinhos, Farol o Almograve), aunque algo peligrosas por las corrientes. Vila Nova cuenta con un largo paseo marítimo que pasa por un castillo cubierto de hiedra, el fuerte de São Clemente, que fue construido en 1602 para defender a la población contra los ataques de piratas y el comercio marítimo que partía desde Odemira. Hoy se puede llegar también en barco de recreo desde Vila Nova de Milfontes hasta la considerada capital de la artesanía alentejana en una ruta fluvial de 30 kilómetros.

Alentejo, Portugal

Costa de Porto Covo

/ CRISTINA CANDEL

Ya en Odemira la asociación CACO lucha desde 2002 por mantener las tradiciones artesanales de este pueblo de 29.000 habitantes. Cuentan en este proyecto con 55 artesanos, en edades comprendidas entre los 30 y los 88 años, y realizan trabajos de cerámica, textiles y telares, madera, dibujo alentejano o cestería, mientras que más de cuarenta estudiantes aprenden las antiguas técnicas de trabajo con sus manos frescas para evitar que estos oficios se extingan.

De vuelta a la zona costera, una parada obligatoria es el Cabo Sardão en el punto más occidental de la costa del Alentejo, un lugar de reconciliación absoluta con el paisaje terrestre y marítimo, custodiado por un llamativo faro levantado en el año 1915 con una torre de 17 metros de altura. Este es un lugar de paso por la carretera costera que conecta la playa de Almograve, una de las más hermosas de Portugal, a Zambujeira do Mar.

Alentejo, Portugal

La península de Troia cuenta con cerca de 25 kilómetros de playas de arena sedosa

/ CRISTINA CANDEL

A lo largo de estos acantilados negros y escarpados, sorprende cómo las cigüeñas preparan sus nidos y crían a sus polluelos en los riscos más puntiagudos de esta costa alentejana, a la que se considera “el único lugar del mundo donde las cigüeñas viven en el mar”. Estas aves pasan el verano en los acantilados y después de la época estival parten hacia otras zonas más templadas. Los nidos se pueden ver desde una posición privilegiada, sobre la parte superior de los acantilados sin molestar a las aves.

Zambujeira do Mar y el refugio de Amália Rodrigues

El viaje concluye en Zambujeira do Mar, un pueblo tranquilo famoso por sus playas agrestes y encantadoras, respaldadas como en toda esta zona por acantilados abruptos, y por sus manjares del mar, especialmente el pescado fresco y los percebes. Este pueblo resulta un buen punto de partida para pasear por los acantilados y las dunas, y para descubrir playas desérticas, pobladas tan solo por aves marinas, surferos —que llaman a estas tierras la “California lusa”— y aficionados al submarinismo.

Después de las inmersiones o de la pelea con las tablas del surf quedan a la espera los bares próximos al acantilado detrás del centro peatonal encalado donde se escucha música chill-out al estilo de Ibiza para acompañar a los atardeceres grandiosos.

Alentejo, Portugal

Avistamiento de delfines en la zona de Troia

/ CRISTINA CANDEL

Los arenales de Zambujeira do Mar, sobre el que se alza la capilla de Nossa Senhora do Mar (del año 1966), y también Tonel, Carvalhal y dos Alteirinhos, se suceden hasta alcanzar una playa privada casi inaccesible que lleva el nombre de Amália.

Era la playa de Amália Rodrigues, la gran cantante de fados y actriz portuguesa, quien levantó en este punto al lado de su marido César Seabra un refugio vacacional en la década de los sesenta del pasado siglo. Tras su muerte en el año 1999, el edificio, obra del arquitecto Conceição e Silva, se convirtió en un museo sobre su figura y ahora es un hotel, Herdade Amália, que cuenta con piscina al aire libre ante el océano y también con solárium y decenas de flores en su extenso jardín, que eran la gran pasión de la artista. En el interior de la casa destacan también muchos de sus recuerdos, como fotografías, pinturas y objetos de arte que plasman su visión y gusto por la vida.

Síguele la pista

  • Lo último