Los viajes de Karra Elejalde: "A mí no me gusta viajar; lo que me gusta es llegar"

Interpretó a Unamuno en la película de Amenábar, "Mientras dure la guerra", y, como al filósofo y escritor, le encanta conocer España. Actor, nacido en Vitoria y criado en un pueblecito del interior de Guipúzcoa, puede presumir de haber conocido lugares inolvidables. Y cuenta esas experiencias de una manera divertida y apasionada.

Karra Elejalde

En la Acrópolis de Atenas

/ Karra Elejalde

Prefiere que hagamos la entrevista en la terraza que hay en la azotea del hotel donde se hospeda para poder echarse mientras tanto algún cigarrillo. Karra Elejalde, a sus 60 años, vive con intensidad todo lo que hace. Después de la promoción de su última película, da la sensación de que disfruta recreando los paisajes y atardeceres que le han dejado huella en sus viajes.

Karra Elejalde
Karra Elejalde / VICTORIAIGLESIAS

¿Guipuzcoano o alavés?

Mi madre era vitoriana y mi padre de Salinas de Léniz, un pueblecito del interior de Guipúzcoa, que era donde vivían. A la hora de parir, mi madre tenía dos opciones: hacerlo en San Sebastián, que está a 98 kilómetros con carreteras de curvas, o irse a parir a su ciudad. Por eso nací en Vitoria y me bautizaron en la catedral de Santa María.

¿Qué recuerdos conserva de su infancia?

No tengo recuerdos muy felices. Mi familia tenía una taberna y cuando se nace en ese contexto se trabaja sin cobrar desde los 13 años. Yo ayudaba a mi ama a hacer los pinchos antes de la salida de misa.

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En la Acrópolis de Atenas

/ Karra Elejalde

¿A usted le gusta viajar?

Lo que me gusta es llegar. No soporto estar catorce horas metido en un avión para cruzar el charco.

No le veo muy partidario de los vuelos de larga distancia...

Imagínese en un avión a un tío de mi carácter. Me meto un pastillazo o un whisky y procuro quedarme frito. Encima, tengo dos hernias discales y lo paso muy mal cuando estoy sentado. Por eso digo que no me gusta viajar. Me gusta llegar.

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En Cadaqués, Girona

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¿Cuál fue su primer viaje?

Un viaje en autobús con toda la gente del pueblo. Nos llevaron no sé si a Bermeo o a Durango. Era la primera vez que subía a un autocar y la chiquillería cantábamos el “si eres conductor de primera...”. Fuimos a un sitio donde había cuadros muy oscuros que me asustaban mucho.

Las giras teatrales le dieron luego la oportunidad de conocer muchos lugares.

Gracias al teatro he tenido la suerte de conocer toda España. A veces digo que somos muy tontos, porque nos vamos a lugares lejanos y no conocemos la Laguna Negra, las Lagunas de Ruidera o Santiago de Compostela. ¡Qué bonita aventura sería coger un coche y recorrer la cornisa cantábrica y el mediterráneo francés hasta Saint Tropez, parando en fondas o durmiendo en tiendas de campaña! Yo he viajado de todas las maneras.

¿En qué países ha estado?

De América conozco Canadá, Estados Unidos, Puerto Rico, México, Costa Rica, Argentina, Brasil, Bolivia, Perú... En Argentina estuve rodando la película El dedo en la llaga y al acabar me quedé fascinado con ese país. Primero fui a Salta, San Salvador de Jujuy, las cataratas de Iguazú y luego me bajé a la península de Valdés, Ushuaia y Perito Moreno. Las cataratas de Iguazú me dejaron flipado. Cuando estuve en Toronto (Canadá) pregunté por las del Niágara y me dijeron que no tenían nada que ver con Iguazú. También he estado en Francia, Italia, Reino Unido, Portugal, Grecia... pero nunca en Alemania.

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En Centro Pompidou, París

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¿Algún paisaje o alguna imagen que se le haya quedado grabada en la memoria?

Cuando me hablan de “la llamada de África” pienso en sus atardeceres anaranjados, rojizos y a veces granates. Esos atardeceres los pude ver varias tardes desde un hotel de El Cairo. También he visto atardeceres bonitos en Cadaqués (Girona). Cuando hay nubes, el sol hace cosas maravillosas. Desde un avión vi una vez el rayo verde, aunque solo dura varios segundos. Me hija y mi mujer me decían: “A ver, tío, ¿qué te has fumado?”.

Creo que le gusta bastante más la montaña que la arena de playa.

Soy muy blanquito y no puedo estar más de media hora tomando el sol. Prefiero tomarme unas cañitas en el chiringuito. Además, soy esclavo de mi carácter: un poquito hiperactivo. Pero me encanta visitar sitios. Conozco bastante bien Portugal. Me gustan Lisboa y Oporto, y conozco también Braga, Coimbra, Braganza, Estoril y los puertos y playas del sur.

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En Nueva York

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¿Qué importancia le da a la gastronomía en sus viajes?

Me gusta cocinar. La cocina vasca tiene buena materia prima, pero poco condimento. Somos parcos en especias. Para mí fue fascinante ese juego de las especias que descubrí en Marruecos y Egipto. Soy muy curioso y he comido sopa de piraña picante o yacaré en Brasil. Y no me como unos sesos de mono porque soy bastante ecologista... No soy tiquismiquis. Me gusta todo.

Si le dieran a elegir un paisaje para rodar su próxima película, ¿qué lugar elegiría?

Costa Rica. Es un país maravilloso, lleno de parques naturales, con los volcanes Arenal y Turrialba; tiene el océano Pacífico, el mar Caribe y Puerto Limón, donde un terremoto hizo que el mar se metiera un kilómetro y medio hacia dentro, dejando al descubierto una playa que no es normal. Estuve allí hace 19 años, los mismos que tiene mi hija Ainara, y me impresionó. “Pura vida”, como dicen ellos.

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En Santorini, Grecia

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¿Se trae objetos y recuerdos de sus viajes?

Siempre compro algo. De Costa Rica me traje una culebra de dos metros y medio que anda por ahí, en mi casa de Vitoria. De Argentina tengo una especie de daga que compré en Victoria, como recuerdo de Ezpeleta, paisano y fundador de aquella ciudad. Si voy a un sitio, en casa siempre tengo que guardar algo de ese sitio.

¿Un refugio para retirarse?

Ya lo tengo elegido: mi casa de Collserola (Barcelona), donde he invertido todo el dinero que he ganado. A quien quiera pasar una mañana interesante le propongo ir al mercado de La Boquería de Barcelona, que se tome un par de vermuts y compre algo para hacerse en casa.

¿Qué busca en cada viaje?

Empaparme, contaminarme, contagiarme, aprender, mezclarme... A nuestro país no le ha podido pasar una cosa más bonita que ser invadido por todo cristo. Sin esas culturas seríamos mucho más pobres a todos los niveles.

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