Tú quieto ahí, que vamos a moverte

Este lema de Emily Nude Mitchell, uno de los autores que acaba de publicar relatos de viaje en cómics, es aplicable a Fermín Solís, Jali o Kim Dong-Hwa gracias a la capacidad de sugerencia de sus historietas viajeras.

Tú quieto ahí, que vamos a moverte
Tú quieto ahí, que vamos a moverte

De entre las novedades en historieta que reseñamos, Los viajes de Emily Nudd Mitchell (Demipage. 24 e) es la que mejor se ajusta al calificativo de crónica de viajes. Es un diario ilustrado en el que se seleccionan las anotaciones de los cuadernos de viaje de la autora. Va evolucionando desde un comienzo plagado de textos y con apuntes gráficos hasta un final en el que son los dibujos los que lo llenan casi todo, ganando en color y vida. La autora francesa recorre Senegal, Yemen, Egipto y Turquía siguiendo una particular Ruta del Incienso.

Kim Dong-Hwa también nos aleja mucho de casa con La bicicleta roja (Planeta DeAgostini. 14,95 e), una miniserie de cuatro números que transcurre en una pequeña aldea de Corea. A este lugar aislado sólo lo comunica con el mundo un cartero, que reparte el correo montado en bicicleta mientras se asoma a una parte de la vida de sus vecinos. El autor de Historias color tierra conserva en esta obra su punto de vista, que toma como base los pequeños detalles cotidianos para contar aventuras repletas de significado. Sus breves historias otorgan un eminente protagonismo a la naturaleza y a las dos arquitecturas que conviven en Corea: la tradicional, inmersa en un delicado lirismo, y la contemporánea, menos bella, pero también muy valiosa por las vidas esperanzadas que contiene.

Los dos libros firmados por españoles son los que más se inclinan hacia el lado de la fantasía. El de Jali, El último gran viaje de Olivier Duveau (Astiberri. 16 e), lo hace creando un universo onírico y nocturno en blanco y negro, de figuras estilizadas y experimentos constantes con el espacio y las viñetas. Las referencias incluyen a El Greco o al Barón de Münchhausen. Por su parte, Fermín Solís también propone un ambiente onírico en muchos momentos de Buñuel en el laberinto de las tortugas (Astiberri. 18 e). Una atmósfera que en este caso está ligada al universo surrealista del director al que retrata. Solís reconstruye la peripecia del documental Las Hurdes, tierra sin pan, rodado por Buñuel en 1932. En el tebeo se acompaña a Buñuel desde los primeros pasos de la idea hasta su ejecución en esta comarca cacereña. Las polémicas técnicas de rodaje que pusieron en duda la veracidad de la filmación (se decía que muchas escenas estaban amañadas) conviven con una verosímil recreación de los diálogos y los pensamientos de Buñuel y sus compañeros Eli Lotar, Pierre Unik y Ramón Acín.

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