Gina Sánchez, la colombiana que lo dejó todo para recorrer América en moto

Esta gran viajera compartió su experiencia por el continente americano en la edición 2024 de las Jornadas IATI de los Grandes Viajes, que se celebraron en el Espacio Rastro Madrid el 1 de junio.

Gina Sánchez, la colombiana que lo dejó todo para recorrer América en moto.
Gina Sánchez, la colombiana que lo dejó todo para recorrer América en moto. / Gina Sánchez.

A Gina Sánchez le dijeron que con una Yamaha Fazer de 150 cc no iba a llegar muy lejos. Pero salió de su Bogotá natal en 2015 y ha pasado ocho años con su moto recorriendo el continente americano. "Según los expertos, no es una moto indicada para viajar. Pero agradezco no haberlo sabido", bromeó esta viajera en la última edición de las Jornadas IATI de los Grandes Viajes, que tuvo lugar el 1 de junio en el Espacio Rastro Madrid, con el patrocinio de Iati Seguros, Lonely Planet, Instax y la revista VIAJAR.

En Ushuaia.

En Ushuaia.

/ Gina Sánchez

"Mi primer reto era atravesar toda Colombia. Trabajaba en negocios internacionales en el aeropuerto de Bogotá y me sentía aburrida. Quiero algo más. No veía el sol porque trabajaba de sol a sol. En mi cabeza solo estaba la palabra 'año sabático”, empezó contando Gina en las famosas jornadas viajeras. Hoy lleva 200.000 kilómetro en ruta. "Mi primer reto era pasar de Colombia a Ecuador. Tardé 20 días. Me di cuenta de que mi viaje iba a ser lento." Y llegó a Ecuador. Y lo recorrió luego fueron Perú, Brasil...

Fue justamente en el país carioca donde conoció a otro viajero argentino, artesano, que también viajaba en moto. "Él me insistió que mi viaje tenía que ser autosustentable. Un día me animé a acompañarlo a trabajar en unas playas de Brasil, y la gente se acercaba a ver sus artesanías. Me fui metiendo en ese mundo de la artesanía y unos meses después ya trabajé yo solita en las playas de Chile con mis pulseritas. Mi familia no lo entendió, pero eso me dio impulso", explica Gina.

En Caño Cristales, Colombia.

En Caño Cristales, Colombia.

/ Gina Sánchez

Luego, Gina continuó hasta la Patagonia, donde se dio de bruces con los vientos patagónicos. "La gente me habló de ellos. Me faltaban 810 kilómetros para llegar a Ushuaia. Llevaba más de 10.000 kilómetros y pensé que eso no era nada. Pero empezaron los vientos fuertes. Mi moto es pequeña, pesa poco... y me tiró. Me ayudaron unos que pasaban por ahí para levantar la moto, pero casi no podíamos. El viento estaba tumbando camiones. Me volví a una estación de gasolina y me puse a llorar."

"Un camionero se me acercó y se ofreció a llevarme con la moto a Ushuaia. Yo le dije que tenía que llegar en moto, manejando [conduciendo]. Me dijeron que en tres días el viento se calmaba, así que tuve paciencia y continué el viaje más tarde. Se me perdieron muchas cosas por el viento, que luego fui encontrando al pasar de nuevo", explica Gina.

La nieve también fue compañera de viaje de Gina.

La nieve también fue compañera de viaje de Gina.

/ Gina Sánchez

Gina acabó tomando un ferry para pasar el Estrecho de Magallanes y llegó a Ushuaia el 28 de marzo de 2016. "Dos torres te dan la bienvenida a la ciudad. Quería tomarme la foto allí y cuando llegué, veo una fila de camiones y es que la ciudad estaba cerrada, estaba en paro y no entraba ni salía nada. Nos dijeron que podíamos entrar por otra carretera a Ushuaia, subiendo una montaña. Yo le tenía pánico a las bajadas. Pero otros moteros me animaron. Dimos la vuelta y desde arriba se veía la ciudad divina y ahí venía el reto de bajar. Y bajé y me aplaudían. Qué mejor manera de llegar a Ushuaia que esta." Las cosas nunca pasan como las programamos, fue una de sus grandes enseñanzas.

Cumpliendo su sueño de ver una aurora boreal.

Cumpliendo su sueño de ver una aurora boreal.

/ Gina Sánchez

Tras visitar el Parque Nacional Tierra del Fuego, Gina se fijó en la última línea del cartel de bienvenida: en él ponía que Alaska estaba a 17.848 kilómetros. ¿Y qué pensó? Pues que quería ir. "Quería subir por Brasil, pero estando en Uruguay me llamaron porque mi padre estaba delicado de salud. Y regresé por Perú. Mi corazón me decía: yo vengo a enterrar a mi papá. Yo lloraba. Llegué a Bogotá y tres días después mi padre partió al cielo. Una bendición haber podido llegar a despedirlo. Mi corazón se partió en dos: la mitad de mi corazón me decía que tenía que quedarme en Bogotá, y la otra me decía que quería seguir viajando. Me fui entonces a Antioquía, pero sin salir del país para estar cerca de mi madre. Viajé por la zona y me senté a escribir todo lo que había pasado." De ahí surgió su libro El mundo de Gina, un libro que se autopublicó.

Letrero en el Parque Nacional Tierra del Fuego.

Letrero en el Parque Nacional Tierra del Fuego.

/ Istock / jacquesvandinteren

La peor noticia en medio del viaje

"Mi padre murió con un sueño pendiente que era recorrer Colombia en carro. Y me dije que era el momento de cumplir su sueño. Así que me puse a recorrer Colombia, porque ni yo misma conocía todo mi país. Creé un viaje, #colombiaen80dias, pensando para extranjeros porque a estos les dan 90 días para recorrer el país. Así que les hice una ruta para conocer todo el país. Quería llegar a pueblos muy alejados, a escuelas y demostrar a los niños que se puede viajar y empecé a regalarles libros. Llegué al famoso río de los cinco colores, único en el mundo. Pero para llegar hay que atravesar carreteras en invierno sin casco, era zona y es guerrillera y ganadera, con sus propias normas, zona donde escondían a los secuestrados. Crucé por las dunas de la Guajira colombiana, donde se encuentra la comunidad indígena más grande del país, los wayús. ES una zona que te parte el corazón el dos, hay mucha pobreza, con peajes humanos, que los manejan los niños. Les tienes que dar dulces, chocolate, café, dinero… para que te dejen pasar", explica Gina.

De ahí llegó al Faro de Punta Gallinas, la punta más al norte de toda Sudamérica. "Y de ahí crucé a Centroamérica", cuenta esta viajera intrépida.

Cruzando de Colombia a Panamá en lancha.

Cruzando de Colombia a Panamá en lancha.

/ Gina Sánchez

"El cruce de Centroamérica es la única parte donde se corta la carretera Panamericana, es un tapón para los viajeros del sur, por eso muchos no lo cruzan. La forma de cruzarlo con más aventura es coger unas lanchas. No hay nada escrito. Llegamos a Panamá y cogimos una lancha más. Quería conocer a la comunidad indígena Guna Yala. Y se rompieron varios motores de las lanchas y acabaron dejándonos en una isla donde estaban esos indígenas. Terminé recorriendo las islas durante 14 días en un tramo que iba a ser de cinco días. Pude compartir con los indígenas su modo de vida. Recorrí las islas de San Blas (las turísticas), las islas donde no van turistas y las islas donde están solo ellos, donde llega toda la basura. Allí es donde te das cuenta de que nos estamos cargando el planeta", revela.

"Después de atravesar Centroamérica llegué a Norteamérica y a Canadá. Allí viví la mejor noche de mi vida. Conocí muchísimos osos e hice una ruta de 400 kilómetros donde vi más de 20 osos y ningún humano."

Bañándose en el Ártico

Gina tenía dos sueños: "Bañarme en el océano Ártico y ver las auroras boreales". Hasta llegar al Ártico fue bañándose en las lagunas frías que encontraba en el camino para ir aclimatando el cuerpo. "En un lago donde acampé con un argentino vi uno de los mejores atardeceres y conseguí ver una aurora boreal. Fue la noche más linda de mi vida. Por esto es por lo que yo salgo a vivir. Mucha gente paga millonadas por ver esto que yo estaba viendo gratis, en un lugar paradisiaco."

En la escultura 'La Mano del Desierto', cerca de ciudad de Antofagasta, Chile.

En la escultura 'La Mano del Desierto', cerca de ciudad de Antofagasta, Chile.

/ Gina Sánchez

"De ahí cogimos una carretera muy difícil, la única en la que puedes llegar al océano Ártico. Llegué al Círculo Polar Ártico. Empezó a llover y me caí varias veces de la moto. Pero me reí muchísimo. Cuando uno hace lo que ama, no importa lo que te pase. Y logré llegar a Tuktoyaktuk, donde están los inuvik, los esquimales. Allí logré bañarme en el Ártico, estuve tres minutos. La gente de un pueblo de allí me compraron muchas pulseras. Nunca me imaginé que yo en el polo norte iba a estar vendiendo pulseras."

Una moto sin frenos

Pero entonces llegó el primer problema con la moto. "Se quedó sin frenos. Allí usan motos de nieve y fui a una tienda y me dijeron que me sacaban de allí con un helicóptero, pero eso no estaba en mi presupuesto. Hice 800 kilómetros de regreso para salir y puse rumbo a Alaska. Pero al llegar a la frontera, no pude frenar en una bajada. El inspector me decía que parara y ¡cómo le explicaba yo que venía sin frenos! Pero llegué, el 1 de septiembre de 2023. Soñé que podía, creí que podía y lo logré. Cuando llegué me dio un ataque de depresión, se me acabó el mapa. Así que dejé la moto en Alaska y pasé la navidad en Colombia", explica Gina.

Gina, en Alaska.

Gina, en Alaska.

/ Gina Sánchez

¿Y cómo siguió su historia? Pues hace unas semanas su hermana y ella se compraron unas bicicletas y se marcharon a París. "Tengo un capricho de mover la moto a Europa, pero es muy caro", cuenta. "Mi sueño es dar la vuelta al mundo, en qué, no me importa. En moto, mochilera, me da igual. La bicicleta me picó y ahora voy a ir a recogerla en París. Me quedan 20 días en la UE, no tengo ruta." Ni falta que le hace... "Soy una colombiana soñadora, amante de los viajes”, dice Gina. Con eso es suficiente.

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