Año del buey, por Luis Pancorbo

Los piraha del Amazonas no necesitan contar para vivir, no son esclavos del vértigo que pintan los distintos calendarios.

Año del buey, por Luis Pancorbo
Año del buey, por Luis Pancorbo

Con claro signo de agua, y regular fortuna, el Año del Buey, el que nos cae según los chinos, sería de un color tirando a negro y bajo el infl ujo de Mercurio. Pero supongamos lo contrario, que va a ser un año de bienes y nieves, dado que nosotros vamos a golpe de calendario gregoriano. Que budistas, confucianos y taoístas se preocupen por cualidades e inquietudes del año 4007 que estrenan este 26 de enero de 2009. Aunque el 19 de septiembre comienza el año 5770 de los judíos. Y el 18 de diciembre arranca con Muharram el año 1431 de los islámicos. Unos pocos ejemplos.

Nuestro 2009, un guarismo casi como una serpentina de papel, entra en acción con el sistema económicofinanciero mundial haciendo agua, o fuego. Todo el mundo hace cálculos, más que nunca, como obliga el pinchazo de la bicicleta global. Menos mal que quedan bellas excepciones. El antropólogo y lingüista Daniel Everett, autor de No durmáis, hay serpientes, un recuento de sus trabajos en la Amazonia brasileña, sostiene que "en el mundo existen los que saben contar, los que no saben contar y los piraha".

En nuestros pagos, Agustín Antúnez, profesor de Biología en la Universidad de Málaga, es un admirador de los piraha, una tribu del Amazonas que no tiene números, ni tampoco palabras para colores, o para expresar el pasado. Viven siempre en el presente de indicativo y todo lo dicen sin circunloquios.

Si no hablan, cantan, o canturrean, o silban. Desconocen las frases subordinadas apartándose así de los postulados de la Gramática Universal de Noam Chomsky. Es decir, los piraha van a poder sortear la crisis mundial teniendo apenas dos palabras vagamente numéricas: hói, que es "uno"; y hoí, que se puede traducir como "dos" o "muchos", o "más de uno", o "un poco más que uno", en ese confín donde las cosas a partir de un par empiezan a ser numerosas y a resultar abrumadoras.

Un piraha no quiere contar con palabras ni números, pero no es porque no pueda (cognoscitivamente podría), sino porque culturalmente no tiene ninguna necesidad. No acumula nada y consume en el acto lo que caza y pesca. Cultiva algo de yuca, pero no hace harina para una larga temporada sino para comerla cuanto antes. Duermen a pierna suelta. ¿Para qué tienen que saber contar corderos? Ni siquiera lo hacen con los guacamayos. La receta piraha para el alivio del capitalismo universal no deja de tener su miga. Ellos viven en el río Mauci, afl uente del Amazonas, y desde hace un par siglos conocen la existencia de los otros, pero eso no les interesa. Siempre se han negado a aprender otros idiomas (el portugués) y otras historias que no sean las suyas. Se consideran satisfechos con su visión del mundo, de hecho a sí mismos se llaman hiaitiihi, que significa "los erguidos". Es decir, gente derecha, más que enderezada, pero que tiene una relación sufi ciente con los espíritus, el cosmos, la familia y la comida. No quieren más de lo que tienen. Y lo expresan aquí y ahora. Por eso los piraha no están por las abstracciones y se niegan a hablar de cosas que excedan la experiencia personal.

Cuando los gobiernos occidentales inyectan miles de millones a los bancos, un piraha preguntaría dónde está la cesta con esa cosa tan gorda. No pueden saber, ni tampoco les importa, que ese dinero virtual está metido en un ordenador. Ellos tienen sus miedos y gozos (cómo no siendo de nuestra especie), pero no son esclavos de cifras creadas para sentir el vértigo del mañana, de lo que podría ser, de lo que hay o no hay, del año nuevo según lo que mandan y pintan los distintos calendarios. Hoy, ahora, hace sol. Eso es mucho. Y esta papaya.

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