Viena, cien años de esplendor

La capital austriaca celebra este año el centenario de la muerte de Francisco José I, su emperador más carismático. Su histórica arteria central, la Ringstrasse, que fue inaugurada hace 150 años por este emperador, combina hoy sus atractivos con el arte contemporáneo y los bares y playas de moda junto al Danubio.

Iglesia de San Carlos Borromeo en la Karlsplatz.
Iglesia de San Carlos Borromeo en la Karlsplatz. / Eduardo Grund

Francisco José I subió al trono de Austria con solo 18 años a consecuencia de la revolución de 1848, que se llevó por delante al canciller Klemens von Metternich y al emperador Fernando I, quien acabó cediendo la corona a su sobrino. Como gobernante, las luces y las sombras fueron el denominador común de su reinado. Austria perdió casi todos sus territorios italianos, pero constituyó el Imperio Austro-Húngaro, aunque solo le sobrevivió dos años tras declarar la I Guerra Mundial y fallecer hacia la mitad del conflicto, el 21 de noviembre del año 1916, recibiendo sepultura en el convento de los capuchinos de Viena. Tampoco le fue demasiado bien al emperador en su vida personal. Su matrimonio con Sissi no resultó afortunado, pues la emperatriz no se sentía feliz en la Corte vienesa y daba rienda suelta a sus pasiones (los viajes, los caballos, la escritura...) haciendo una vida independiente. El emperador tuvo asimismo que vivir cómo su esposa era asesinada por un anarquista italiano y sufrir también por el suicidio de su heredero, su único hijo varón, Rodolfo de Habsburgo.

De lo que quizás se sintió más satisfecho el emperador Francisco José fue de modernizar esa querida Viena donde había visto la luz el 18 de agosto de 1830. El Palacio de Schönbrunn, lugar de su nacimiento y de su muerte, era el contrapunto lujoso e imperial a ese otro gran escaparate que presentó el 1 de mayo de 1865, en compañía de su esposa, al inaugurar solemnemente la Avenida del Ring (Ringstrasse), que rompía con las murallas defensivas de una ciudad históricamente asediada por los turcos. Atrás quedaban más de siete años de intensos trabajos para transformar lo que había sido una zona estrictamente militar en un bulevar de paseo. Una etiqueta que ha seguido manteniendo siglo y medio después, cuando los turistas que se acercan a Viena se quedan pasmados ante la riqueza arquitectónica de este pasillo o, como muchos dicen, de este museo al aire libre.

Ochenta y cinco proyectos se presentaron al concurso internacional de la Ringstrasse. Ninguno de ellos se desarrolló en su totalidad. Una superficie equivalente a unos 300 campos de fútbol (2,4 millones de metros cuadrados) convertidos en edificios públicos, jardines, viviendas de alquiler y palacios que fueron adquiridos por numerosos empresarios y banqueros judíos, unos nuevos ricos que fueron ridiculizados en caricaturas de la prensa de la época porque no pertenecían a la aristocracia y, por lo tanto, no contaban con títulos nobiliarios. Los que sí disponían de esa sangre azul quedaban guarnecidos en sus bellas residencias de la almendra medieval.

La vida social de las familias judías en los palacios de la avenida Ringstrasse era relevante. Por ejemplo, en el palacio Lieben-Auspitz, donde se encuentra el famoso Café Landtmann, uno de los preferidos de Freud, se encontraba el apartamento de la periodista Bertha Zuckerkandl, en cuyo salón se reunía la élite cultural y artística de la Viena de finales del siglo XIX y principios del XX. Bertha era hija de uno de los editores de prensa más importantes de Viena y en su periódico, el Neues Wiener Tagblatt, publicaba los artículos anónimos y críticos que le enviaba el archiduque Rodolfo, hijo de Francisco José y de la emperatriz Isabel, al mismo tiempo que impulsaba y promocionaba desde su casa las ideas artísticas de la Secesión, encabezada por Gustav Klimt, quien conoció en estas reuniones a August Rodin y a Gustav Mahler. Muchas mujeres de esa alta sociedad judía, casadas con ricos industriales y banqueros, fueron retratadas por Klimt en estos palacios de la Ringstrasse, testimonio de una las épocas más importantes en la historia y el arte de Austria, pero que quedaron vacíos con la llegada de los nazis al país. Algunas de estas familias huyeron y otras fueron deportadas a campos de concentración, pero todas perdieron sus fortunas.

Fue así como se formó y se desarrolló el más elegante espacio público del continente, que se extiende a lo largo de 5,6 kilómetros y que hoy completan los tranvías 1 y 2, combinando una gran variedad de estilos; desde el templo griego que sirvió de modelo para el Parlamento al estilo neorenacentista, visible en la Ópera de la Corte, la Universidad, la Bolsa o los dos Museos paralelos de la Plaza de María Teresa, pasando por el neobarroco del Burgtheater y el neogótico de la Iglesia Votiva, con su popular mosaico de la Virgen de Guadalupe que convoca hoy a los visitantes mexicanos de la ciudad, o el imponente Ayuntamiento que recuerda a la Gran Place de Bruselas. Todos estos edificios siguen siendo el gran reclamo turístico de Viena, con otros palacios (Hofburg y su Escuela de Equitación Española, Belvedere y Schönbrunn) y la catedral, y tampoco sería justo olvidarse de los cuidados parques y jardines situados a lo largo de la Avenida del Ring. El Burggarten, con sus estatuas dedicadas a Mozart y al propio Francisco José I, y la Casa de las Palmeras (Palmenhaus), que hoy alberga un Museo de Mariposas y un café restaurante lleno de gente joven; el Stadtpark, que luce el monumento más fotografiado de la capital: la figura dorada de Johann Strauss hijo, el rey del vals; y el Volksgarten, bellísimo en verano gracias a sus cientos de rosas, junto al Templo de Teseo -lugar de exposiciones en la actualidad- y la estatua de la emperatriz Isabel, la popular Sissi, que fue objeto de una gran polémica durante cuatro años al ser erigida por Friedrich Ohmann en 1907, nueve años después del asesinato de la emperatriz en Ginebra. Ahora este conjunto de mármol, de 2,50 metros de altura, atrae a miles de admiradores de la emperatriz, pues en Viena solo existe otra estatua de Sissi, de menor valor histórico, en el interior de la estación de tren Westbahnhof.

Cafés y música

La vinculación de la Ringstrasse a la música queda patente en la Ópera del Estado, con la prestigiosa Filarmónica de Viena, fiel a su Concierto de Año Nuevo en la Sala Dorada. Y es que en ningún lugar del mundo han vivido tantos compositores de prestigio mundial como en Viena. Desde los nacidos en la capital austriaca, como Strauss, Schubert o Berg, a los que residieron en su ciudad vieja, encabezados por Mozart, Haydn, Beethoven, Brahms y Mahler. Casi todos se reunían en los cafés del centro y de la propia Ringstrasse, mezclándose con políticos, hombres de negocios, artistas, escritores y jugadores de billar o ajedrez. En la Avenida del Ring llegaron a coincidir veintisiete grandes cafés, pero tras la II Guerra Mundial muchos cerraron y hoy solo siguen funcionando unos pocos, entre los que destacan el Landtmann -el preferido del padre del psicoanálisis, Sigmund Freud-, el Prückel y el Schwarzenberg. Su atmósfera sigue siendo fiel a la época dorada de los cafés, aunque los vecinos vieneses prefieren ahora sentarse en elWolksgarten Pavilion, situado frente al Museo de Ciencias Naturales, para muchos el mejor café de la ciudad, que se transforma cada noche en un refinado club para tomar copas.

La nueva Viena

Para sentirse distanciado de esa Viena intocable de la ciudad vieja, encerrada en la Ringstrasse como si se tratara de una Habana centroeuropea, y viajar al futuro no hay nada como acercarse a la nueva Universidad de Viena, abierta en 2013 en los terrenos que antiguamente eran más pantanosos junto al Danubio y que hoy tienen una importancia económica vital, al estar ubicada en ellos la Feria de Viena. Esta zona tiene también una connotación deportiva, sobre todo tras la inauguración del estadio de fútbol, escenario del éxito español en el Campeonato de Europa de 2008 con el histórico gol de Fernando Torres en la final ante la escuadra alemana.

La moderna Facultad de Económicas y Negocios está formada por seis edificios y ocupa 35.000 metros cuadrados construidos y 55.000 metros cuadrados de espacios abiertos (como unos doce campos de fútbol) que ocupan parte de lo que fue un coto de caza de los Habsburgo. El complejo, una pequeña Expo a primera vista, casi costó 500 millones de euros después de unas obras que se alargaron tres años y medio, y ahora está ocupado por 25.000 estudiantes y 1.500 trabajadores. Su buque-insignia es el edificio de la biblioteca, que simula una gran nave galáctica y futurista, aunque en su interior impera la funcionalidad. Lo diseñó Zada Hadid, la famosa arquitecta angloiraquí que renovó la primera planta del Hotel Puerta América en Madrid y construyó el Pabellón Puente de la Exposición Internacional 2008 de Zaragoza. Zada fue quizás la arquitecta más famosa que trabajó en este original campus, pero también hubo dos creadores españoles, Eduardo Arroyo y Carme Pinós, que han puesto su granito de arena dirigiendo los proyectos del edificio departamental D4 y la Executive Academy, respectivamente.

Las playas del Danubio

Esa Viena renovada, más alejada de la clásica, con sus palacios y cafés imperiales, la encontramos también en el cercano barrio de Leopolstadt, zona de antiguas marismas de camino al Prater, con comercios, talleres y galerías a la última, y quizás con los precios más elevados de la capital. Aquí se encuentra el lujoso Hotel Sofitel, diseñado por el arquitecto francés Jean Nouvel, y en su última planta, la 18, el elegante restaurante-cafetería Loft, se disfruta la más bella panorámica vienesa. Solo por admirar esa vista y los techos del interior pintados por la artista suiza Pipilotti Rist merece la pena tomarse un café en este espectacular mirador. En el mismo edificio hay un exquisito centro comercial de muebles de decoración de alto standing y a la salida, a muy pocos metros, el Motto am Fluss, en el muelle del Twin CityLiner, del que parten los barcos con rumbo a Bratislava (75 minutos), uno de los centros neurálgicos del verano vienés, con su terraza siempre abarrotada. Este es solo uno de los restaurantes y bares de moda que se multiplican cada año, ofreciendo playas de arena, música, cócteles frescos y una comida deliciosa para sentirse casi como en el Mediterráneo. En esa lista también podrían figurar el Strandbar Herrman, abierto en 2005, que funciona entre abril y septiembre con más de seiscientas toneladas de arena, decenas de hamacas, espacio para practicar la petanca y el brunch de fin de semana, o el Badeschiff, otro clásico como barco-piscina al aire libre, con restaurante y conciertos en directo.

Klosterneuburg: El Escorial austriaco

Una visita recomendable a las afueras de Viena es el monasterio de Klosterneuburg. Se trata de uno de los centros espirituales más famosos de Austria y cuenta en su complejo con la bodega de vino más antigua del país, que ofrece catas a los visitantes. El convento, fundado por Leopoldo III, ha cumplido 900 años, fue desde siempre la residencia de los Babenberger y los Habsburgo y alcanzó su máximo esplendor con el emperador Carlos VI (1685-1740), quien estuvo a punto de ser Rey de España tras la muerte de Carlos II El Hechizado. Carlos VI tomó como modelo el monasterio español de El Escorial y dio al edificio un toque barroco que se puede admirar en su Sala Terrena, punto de partida en las visitas guiadas. En su interior hay que ver el Altar de Verdún, la obra de arte de este género mejor conservada de la Edad Media; el Birrete Archiducal, la corona sagrada de Austria, que se expone en la nueva Cámara del Tesoro, donde también se contemplan los legendarios velos de Agnes, vestiduras litúrgicas, relicarios y los utensilios de marfil que utilizaba San Leopoldo para escribir; el oratorio de la Corte de la iglesia; el Vía Crucis (s. XIII y XIV) en el lado norte de la iglesia; la bellísima Madonna de Klosterneuburg, creada en 1300, que se puede contemplar en la Sala de Exposición de la Edad Media junto a un grupo escultórico de Cristo y sus apóstoles, y las vidrieras góticas de San Leopoldo (en la capilla de Leopoldo). Para llegar al monasterio hay que tomar la línea de metro U-4 hasta la última estación (Heiligenstadt) y después el autobús 239, que tiene parada en el monasterio. Precio de la entrada: 10 euros (9 euros con la Vienna Card).

Una magna exposición para un año especial

La magna exposición sobre la figura de Francisco José I, desde el 16 de marzo al 27 de noviembre, plantea una visión crítica del emperador como persona y gobernante y se divide en cuatro bloques temáticos:

1. El hombre y el monarca (Planta baja del Palacio de Schönbrunn). Muestra dedicada a sus antepasados y descendientes, su infancia y educación, el ascenso al trono en 1848, sus esponsales con la princesa Isabel de Baviera y el compromiso austro-húngaro.

2. Representación y austeridad (Museo de Carruajes Imperiales). Centrada en la imagen pública del emperador mediante las carrozas y los trajes que usó en su vida, con un claro contraste entre su suntuosa vida cortesana, con carrozas de lujo y elegantes trajes de fiesta, y su austeridad personal. Se ilustran tres ceremonias importantes de su vida: Su boda con Sissi (1854), su coronación en Hungría (1867) y sus solemnes exequias (1916).

3. Las fiestas y el día a día (Museo del Mueble de Viena). Una mirada crítica tanto a la memoria como al mito del emperador a través de varios medios, como el cine, y el culto a su figura hasta la actualidad. Francisco José se convirtió en el primer emperador cuya vida fue documentada en imagen y sonido.

4. La caza y el esparcimiento (Palacio Niederweiden, Baja Austria). Fuera de Viena, en la región del Marchfeld. Repasa la faceta ociosa de Francisco José con sus dos pasiones: la equitación y la caza.

Precios: Palacio de Schönbrunn (9,50 euros, niños 6 euros); Museo de Carruajes (9,50 euros, niños gratis); Museo del Mueble (9,50 euros, niños 6 euros) y Palacio Niederweiden (9,50 euros, niños 6 euros). Entrada combinada (Franz Joseph Kombiticket): 25 euros adultos; niños y jóvenes (6-18 años), 16 euros. Válida para una única visita a cada una de las cuatro muestras durante el tiempo de la exposición.

Horarios: 9-17 h (Palacio de Schönbrunn y Museo de Carruajes); 10-18 h (Museo del Mueble y Palacio Niederweiden).

Más información: www.franzjoseph2016.at

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