Naturaleza virgen en el Cabo de Gata

Impermeable a la especulación inmobiliaria, el Parque Natural del Cabo de Gata, en la provincia de Almería, pervive como un paraje virgen donde disfrutar de la naturaleza los 365 días del año. Esta comarca ofrece un buen número de alojamientos pequeños en tamaño, pero grandes en calidad.

cabo de gata
cabo de gata / Álvaro Arriba

Entre las diversas teorías que explican la toponimia del Cabo de Gata, la más pausible hace mención a la abundancia de ágatas en este paraje almeriense. Los primeros asentamientos de la zona nacieron alrededor de sus abundantes minas, y tanto griegos como fenicios pugnaron por su control. Como una piedra preciosa sin pulir, esta árida tierra ha mantenido intacta su pureza a lo largo de la historia. Declarado Parque Natural en el año 1987 debido a su excepcional riqueza histórica, ecológica y geológica, el Cabo de Gata es un destino paradisíaco donde recuperar el contacto con la naturaleza.

Escritores como Federico García Lorca, Juan Goytisolo y José Ángel Valente han sido seducidos a lo largo de los tiempos por la rotundidad de su paisaje. Valente emplea su habitual tono poético para transmitir al viajero una primera impresión acerca de este lugar mágico situado en la provincia de Almería: "Todavía encontramos en esta tierra un espacio real donde la naturaleza parece reconocerse a sí misma y donde el hombre puede, a su vez, reconocerse en ella. Reserva inapreciable de belleza, paraje que invita a la quietud del ánimo, a la contemplación o al despacioso movimiento sumergido en el que toda creación tiene su origen... Lugar donde se aposenta y vive con todo su poderío la luz. Dominio y extensión del aire y latitud sin mengua del mirar". La declaración de Parque Natural ha protegido al Cabo de Gata del ataque urbanístico. Nunca llueve a gusto de todos, y lo que para unos resulta una bendición, para otros se ha convertido en una losa. No obstante, a pesar de las limitaciones turísticas de la zona, los visitantes disponen de una cuidada selección de alojamientos para todos los gustos y bolsillos.

A las afueras de Rodalquilar se encuentra el Hotel de Naturaleza, un establecimiento de categoría cuatro estrellas construido en el antiguo Cortijo de los Albacetes. El edificio principal emplea la arquitectura típica de la zona: construcciones de apariencia norteafricana con sencillos volúmenes y escasez de vanos para aislarse del calor. Las paredes se levantan con una mezcla de arena y cal y la techumbre se forma con vigas de madera que sujetan una armadura de cañizo y tierra. Además de su magnífico entorno, un atractivo añadido del Hotel de la Naturaleza es su restaurante. La oferta gastronómica cuenta con platos típicos de la región pasados por un tamiz contemporáneo. Uno de los platos más populares es el gurullo, una pasta de origen musulmán realizada con harina de trigo duro, agua y sal, que se emplea para dar cuerpo y consistencia a los guisos. Otra de las estrellas es el caldo quemao, una sopa de pimentón y pescado con jureles, raya o boquerones. Ante tantas exquisiciteces no conviene dejarse llevar por la gula y convertirse en un trompúo, termino de la zona para referirse a los glotones.

Rodalquilar es un pueblo mágico marcado por la presencia de unas minas de oro abandonadas hace décadas. Aunque su mejor momento llegó a mediados del siglo XX, aún hoy es posible visitar los restos semiderruidos de la antigua escuela del asentamiento, los barracones y las instalaciones de extracción. Un paraje de aspecto fantasmal que traslada la imaginación a épocas pretéritas. La importancia geológica del cabo resulta evidente en la toponimia de la zona. Un ejemplo más es La Amatista, un mirador situado a mitad de camino entre Rodalquilar e Isleta del Moro, que ofrece una esplendorosa panorámica del Mediterráneo. En los enrejados del mirador hay anclados numerosos candados que tienen un romántico significado: las parejas los cierran y tiran la llave al mar en señal de que su amor está sellado.

A pocos kilómetros se encuentra Las Negras, uno de los reductos hippies de la región. Sin embargo, los hippies ya no son lo que eran. En esta pequeña localidad, el moderno Hotel Spa Cala Grande dedica 450 metros cuadrados de sus instalaciones al relax y a las terapias alternativas. Situado en un edificio de pretensiones minimalistas, este cuatro estrellas un tanto aséptico está ubicado en un paraje extraordinario, donde el rumor marino se convierte en banda sonora y el majestuoso Cerro Negro en decorado. Este promontorio es de paso obligatorio para llegar, a pie, a la Cala de San Pedro, destino mítico donde se encuentra un asentamiento de hippies venidos de toda Europa.

El Cabo de Gata es un paraíso para los amantes del mar. A lo largo de sus 63 kilómetros de costa se encuentran numerosas calas donde resulta posible explayarse en la más abosulta soledad. Los pudorosos deben saber que es habitual encontrarse bañistas que no dudan en disfrutar de las olas sin cortapisas de bañadores y biquinis. Algunas de las calas más populares de la comarca son El Playazo, Barronal, Los Muertos, La Isleta... Aquellos que busquen parajes menos recónditos deben acudir a Genoveses y Mónsul, dos playas consecutivas de más de un kilómetro de longitud que se encuentran en San José, principal foco turístico del Parque.

Mucho ha cambiado esta localidad almeriense desde que Goytisolo la visitó allá por los años 50: "Un pueblo triste, azotado por el viento, con la mitad de las casas en alberca y la otra mitad con las paredes cuarteadas". Hoy es una inquieta villa donde miles de veraneantes acuden en verdadera procesión a sus espectaculares playas.

En la búsqueda de arenas vírgenes, La Almendra y El Gitano parte con una cierta ventaja. Tomando el desvío de Cala Plomo, antes de llegar a la localidad de Agua Amarga, un camino de tierra conduce a este exquisito hotel de seis habitaciones que se erige como un pequeño vergel en medio del desierto. A cinco kilómetros se halla la recoleta Cala Plomo. A 20 minutos a pie desde allí está Cala Enmedio, la que muchos almerienses consideran la mejor cala de la zona.

La Almendra y El Gitano es un alojamiento de inspiración árabe nacido gracias al empeño de un joven madrileño que huyó de la gran ciudad para instalarse en el Cabo de Gata. Entre sus cuidadas habitaciones destaca especialmente una suite que cuenta con un jacuzzi situado frente a un inmenso ventanal que se abre al valle. Desde luego, merece la pena preguntar por ella.

A pocos metros de La Almendra y El Gitano, camino de Agua Amarga, se encuentra Los Malenos, un cortijo familiar perteneciente a un abogado y que, entre 2003 y 2006, fue reconvertido en hotel rural. La intención de los propietarios fue desarrollar un alojamiento sostenible que se implicara de forma natural en el entorno. Agua reciclada, paneles solares, piscina con electrolisis salina... y ausencia de televisión. Ninguna de las diez habitaciones dispone de ella, así que si no puede superar el mono, deberá acudir al salón de Los Malenos y ver su reality show favorito en compañía. La cercanía de los empleados y la tranquilidad del entorno son dos de sus señas de identidad. A lo largo de los 70.000 metros cuadrados del cortijo es frecuente descubrir pequeños rincones donde disfrutar del paisaje, como un banco bajo El Algarrobo, un mirador desde el que descansar la mirada... La piscina se encuentra en un elevado del terreno con unas vistas que quitan el hipo. Los clientes que acudan en verano disfrutarán de numerosos eventos culturales que se celebran en su Patio Rosa.

Como Los Malenos, muchos de los alojamientos de la comarca ocupan cortijos rehabilitados. Paradójicamente, uno de los que aún permanece abandonado tiene una especial importancia en la historia de la literatura española del siglo XX. El Cortijo del Fraile, cerca de Rodalquilar, fue escenario del crimen pasional cometido el 22 de julio de 1928 que inspiró la obra de Federico García Lorca Bodas de sangre. Los curiosos pueden visitarlo en busca de huellas del drama lorquiano.

Aquellos perroescalzos, trotamundos en la jerga de la región, que busquen tranquilidad y contacto con la naturaleza encontrarán en este rincón de Almería el destino ideal. Este Cabo, semioculto por los rigores que exige la denominación de Parque Natural, mantiene una virginidad poco frecuente en el siglo XXI. Un paraje árido y volcánico que conmocionó a Federico García Lorca: "La luna gira en el cielo/ sobre las tierras sin agua/ mientras el verano siembra/ rumores de tigre y llama".

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