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La gran desembocadura del Yang-tsé
La gran desembocadura del Yang-tséAl Oriente del mundo, en las orillas occidentales del Océano Pacífico llamado aquí Mar de China Oriental, va a desaguar el gran río asiático, el Yang-tsé, después de recorrer una gran parte de China desde su nacimiento, en las montañas del norte de Tíbet, a algo más de 5.000 metros de altura. Es abrupto en sus fuentes, derrumbándose en escarpados cañones como el Salto del Tigre a lo largo de la frontera formada por el oriente de la provincia del Tíbet y el occidente del país. Luego va serenándose, conforme avanza en su curso medio, atravesando populosas ciudades como Chonquing, Wuhan, Yichang, Nanking y Shanghai.El curso del río es de 6.300 kilómetros, nutre de agua al 40 por ciento del territorio chino y su cuenca abarca 1.800.000 kilómetros cuadrados, una superficie mucho mayor que países como Mongolia e Irán. El delta del río roza el meridiano 120, por encima de los 30 grados de Latitud Norte.La gigantesca desembocadura es un espacio cuanto menos curioso. La virulencia de su naturaleza combate con los visibles riesgos que trae la industrialización del mundo y, por lo mismo, se trata de un buen lugar para comprender hasta qué punto el hombre está amenazando la salud del planeta.La mejor manera de acercarse a la desembocadura es tomar un barco en la orilla occidental del río Huangpu, que atraviesa la ciudad de Shanghai, veinte kilómetros antes de que arroje sus aguas al gran Yang-tsé y a unos cuarenta del Mar de China Oriental. Si hay suerte, el viajero puede encontrarse navegando en un día demacareo, fenómeno que consiste en la llegada desde el océano de mareas tan vivas que hinchan como un globo la superficie del río, agitándolo con estrépito, ruidoso como un sonajero, y empujando el agua en sentido contrario al de su descenso natural, a una velocidad notable.El barco navega entre interminables muelles de carga y astilleros, pequeñas dársenas militares, depósitos gigantescos de combustible y grandes refinerías, junto a gabarras cargadas hasta que la borda casi se hunde en el agua y junto a buques de guerra, cruceros de turistas que vienen a visitar Shanghai, pequeñas embarcaciones de recreo, recios pesqueros de arrastre o de trasmallo y enormes mercantes cargados de contenedores multicolores. Las aguas son sucias, grasientas, y el cielo luce turbio por las humaredas que arrojan a las alturas las chimeneas de las múltiples fábricas que se asoman a las orillas del río.Tras una barra y un alto faro, asoma el Yang-tsé, con nuevos barcos sembrando el horizonte como sombras inciertas y, algo más allá, al fin el océano, ese Pacífico que raras veces en esta costa puede ser contemplado en paz.Tierra y agua pelean en los confines del mundo desde que el hombre se hizo habitante del planeta. Ahora es también actor, no ya solo espectador,en los nuevos combates, sobre todo en el gran combate por la muerte o la supervivencia del medio ambiente.