Una ruta por los valles que inspiraron el poblado de Asterix (y que están en España)

El recóndito territorio de Los Ancares, a caballo de León y de Lugo, comparte con el escenario del comic de los irreductibles galos el elemento de las pallozas milenarias.

Un lugar que te transporta a los mundos de Asterix y Obelix.
Un lugar que te transporta a los mundos de Asterix y Obelix. / Istock / LuisVilanova

Son unas robustas viviendas de planta circular con los muros de piedra y los tejados de paja. Arcaicas casas de montaña cuyo origen se pierde en la cultura céltica. En ellas convivían las familias con su ganado hasta hace apenas medio siglo. Sin agua, sin luz eléctrica, sin más calor que el generado por los propios animales y por el fuego que expulsaba el humo por el tejado.

Las pallozas (así es como se llaman) son la seña de identidad de lo que llaman Los Ancares, el laberinto de valles que se extiende desde la esquina noroccidental de León hacia Lugo. Un recóndito territorio apenas habitado que, por su naturaleza peculiar, está declarado Reserva de la Biosfera.

Panorámica de los tupidos valles de Los Ancares.

Panorámica de los tupidos valles de Los Ancares.

/ Istock / LuisVilanova

El cómic más famoso

Más allá de su valor histórico, sucede que estas casas pintorescas nos traen reminiscencias a un mundo fantástico. ¿Quién no se acuerda de aquel poblado en el que unos irreductibles galos se resistían a la invasión de los romanos? ¿Quién no ha pasado momentos memorables con aquellas viñetas (convertidas después en dibujos animados) protagonizadas por un guerrero bajito y su orondo amigo pelirrojo?

Vista de pájaro de Piornedo, en la región de los Ancares.

Vista de pájaro de Piornedo, en la región de los Ancares.

/ Istock / Xurxo Lobato

Sí, estamos hablando de Asterix y Obelix, el más popular cómic francés, creado por René Goscinny y Albert Uderzo. Una historia que ha sido traducida a más de 100 idiomas (incluyendo el latín y el griego antiguo) y de la que se han vendido más de 380 millones de ejemplares.

Frágil supervivencia

En esta historieta aparecía unas construcciones que, salvando las distancias del tiempo y del espacio, tenían mucho que ver con las pallozas de Los Ancares. Hay quien dice que son ellas las que inspiraron aquel poblado que fue hogar de las desventuras de nuestros héroes del cómic. Unas pallozas que, en el mundo real, a duras penas se mantienen en pie, amenazadas por los estragos de la modernidad.  

Estas pallozas se ven amenazadas por la modernidad.

Estas pallozas se ven amenazadas por la modernidad.

/ Istock / Jose Luis Alvarez Esteban

Es el aislamiento del que ha gozado históricamente esta región, propiciado por su difícil orografía, el responsable de la supervivencia de estas precarias construcciones. También la usencia del progreso, que apenas pasó de puntillas en el siglo XX, cuando al fin se adecentaron las carreteras que hoy culebrean por el terreno. Gracias a ambos hechos hoy perviven en esta comarca del norte formas de vida tradicionales que suponen un viaje al pasado. Si a esto le añadimos la mezcla de influencias gallegas, cantábricas y leonesas, encontraremos una cultura única que trasciende a nuestras pallozas.

Osos y urogallos

Recorrer Los Ancares es sumergirse en un territorio en el que el tiempo parece encapsulado en estas casas de aspecto tribal. Una sucesión de valles que remontan el curso de cuatro ríos (Ancares, Burbia, Cúa y Fornela) para elevarse después a montañas que alcanzan los 2.000 metros, tapizadas de castaños, nogales y robles centenarios. Estos bosques, junto al brezo que tiñe las laderas de una tonalidad púrpura, dibujan un paisaje único. 

Una infinita red de senderos cruza esta región que, además de ser el hábitat natural de multitud de especies (corzo, rebeco, jabalí, gato montés…) acoge a dos de las especies más emblemáticas de nuestra geografía: el urogallo, que se encuentra entre las criaturas protegidas, y el emblemático oso pardo que transita por los colmenares, aunque, para tranquilidad de los visitantes, resulta difícil encontrar.

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