Otoño en Los Ancares: el valle de los colores imposibles
La estación cromática sienta muy bien a esta comarca que está a caballo entre León y Lugo
Del rojo al ocre, pasando por toda una gama de pardos y anaranjados. Así, con esta explosión cromática, se acerca el otoño a Los Ancares, ese laberinto de valles que se extiende desde la esquina noroccidental de León hacia Lugo. Un territorio que remonta el curso de cuatro ríos (Ancares, Burbia, Cúa y Fornela) para elevarse después a majestuosas montañas que alcanzan los 2.000 metros.
Son los valles de los colores imposibles, que logran en esta estación una belleza suprema. Y eso que es difícil superar al resto de las temporadas, cuando aparecen cubiertos por una alfombra blanca (invierno) o refrescados por los riachuelos y cascadas que fluyen con el deshielo (primavera) o coloreados de un verde arrebatador que brilla con el influjo del sol (verano).
Días de senderismo
Nada, sin embargo, se puede comparar al crujir de las hojas bajo los pies en estos días que, además, son excelentes para aventurarse en largas caminatas por las interesantes rutas de la zona. Una infinita red de senderos cruza esta región a la que el aislamiento geográfico le ha conferido ciertas peculiaridades que van más allá del paisaje: que atañen también a la arquitectura.
Hablamos de las pallozas, esas robustas viviendas de planta circular, con muros de piedra y tejados de paja, que son la seña de identidad de estas recónditas tierras. Aquí donde familias y ganado convivían hasta hace apenas medio siglo, hoy encontramos un testimonio vivo de la prehistoria.
León, una ruta entre Reservas de la Biosfera
Vida de antaño
Las pallozas de Los Ancares, que beben de la mezcla de influencias gallegas, cantábricas y leonesas, hunden su origen en la cultura céltica. Pero hoy, bien es cierto, apenas quedan algunas muestras en las que comprobar cómo era la vida antaño en estos precarios hogares encapuchados de paja.
Pereda de Ancares y Balouta, (en territorio leonés) y Piornedo (en territorio gallego) son algunos de los pueblos a los que acudir para contemplar estas viviendas que son hoy una especie de fósil.
Bosques fantásticos
Pero vayamos a los campos para disfrutar de los colores de esta tierra. A las laderas tapizadas de castaños, nogales y robles centenarios a los que esta estación exhibe su perfil más hermoso. Estos bosques, junto a los de hayas, abedules, avellanos y chopos, y junto al brezo que tiñe las laderas de una tonalidad púrpura, dibujan un paisaje fabuloso que ha sido declarado Reserva de la Biosfera.
La naturaleza ha sido generosa con esta región, que tiene su razón de ser en la acción de los glaciares y que es el hábitat natural de multitud de especies como el corzo, el rebeco, el jabalí, el ciervo o el gato montés. Y ello por no nombrar al urogallo, que se encuentra entre las especies protegidas, y al emblemático oso pardo que transita por los colmenares.
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