El mágico fenómeno natural que no te puedes perder en Mallorca: solo sucede dos veces al año
Dos veces al año, la magia entra en la Catedral de la capital mallorquina para sorprender con “el ocho”, un efecto cargado de color y misticismo.
También conocida como La Seu, la Catedral de Palma se convierte en el escenario de un asombroso fenómeno natural y arquitectónico. Un espectáculo de luz que sucede en dos ocasiones al año, el 2 de febrero y el 11 de noviembre, brindando con un amanecer místico y muy especial en el que, en la catedral, surge, durante tan solo unos minutos, un ocho dibujado por el reflejo de su rosetón.
Algunos piensan que el hecho en sí es fruto del azar, mientras que otros defienden que se trata de un reflejo del ingenio arquitectónico, con el que se fusionan el arte y la espiritualidad, mostrando los profundos conocimientos astronómicos que se aplicaron en la instalación de sus rosetones. El ocho es un número con una fuerte carga simbólica en la religión y en la arquitectura, y hace alusión la idea del infinito, un concepto que trasciende lo material y representa lo eterno.
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La magia de noviembre en Palma
En noviembre, cuando los días se acortan y Mallorca invita a recorrer sus encantos más recónditos, es el momento idóneo para viajar a la isla y vivir experiencias mágicas. Si además podemos disfruta de ellas en un monumento icónico, como es la Catedral de Palma, el viaje se elevará a otro nivel.
La Seu comenzó a construirse en el siglo XIII por mandato del rey Jaime I, con una imponente nave central que se sitúa entre las más altas de Europa. El impresionante edificio, de estilo gótico mediterráneo, domina todas las panorámicas de la bahía de Palma, mostrándose como si de un barco a punto de zarpar se tratase.
Visitar su interior es embelesarse con el arte cargado de secretos que dejaron impregnado sus creadores, desde sus gigantescos rosetones hasta el mural de cerámica policromada de Miquel Barceló, que ocupa una de las capillas frontales.
Un juego de luces único
Precisamente es en sus rosetones donde reside la mayor sorpresa de la Catedral, la cual se desvela en dos instantes específicos del año. El rosetón principal, en la fachada oriental, conocido como el “Ojo del Gótico” y el rosetón menor, en la fachada oriental, fueron construidos con tal precisión que los rayos del sol proyectan su reflejo en la pared opuesta de una forma admirable, dibujando otro rosetón superpuesto visualmente.
Un asombroso juego de luces y sombras que configura un ocho perfecto, con un rosetón de vidrio y otro de luz. El fenómeno apenas dura unos minutos, tiempo suficiente para que la catedral adquiera una atmósfera de misticismo especial.
Aunque el efecto del ocho también tiene lugar cada 2 de febrero, es en noviembre cuando goza de un matiz especial. La luz del amanecer, aún cálida y suave, la transición hacia el invierno, que en muchas culturas se celebra de una forma especial, y que el hecho suceda en el rosetón mayor, de unos 13 metros de diámetro y compuesto por 1.116 piezas de cristal policromado, son parte de su magia.
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