Escapada al corazón de la frontera oriental de España a través de su pueblo más bonito
Situada en el centro geográfico de la comarca de El Matarraña, Valderrobres se presenta como un bello pueblo aragonés que, por encima de todo, destaca por su belleza e identidad únicas.
El Matarraña es, en última instancia, una zona de paso. La comarca es por naturaleza una frontera natural entre Aragón, Cataluña y la Comunidad Valenciana, un papel que ha ejercido por más de un milenio en este enclave rodeado de suaves montañas. Ya desde los tiempos de la reconquista, esta cordillera era el principio de las tierras controladas por los cristianos, dando paso a un mundo musulmán que, lenta pero irremediablemente, empezaba a ceder ante el avance de los conquistadores aragoneses. De esta condición como punto de confluencias se conserva una variedad lingüística de transición, dialectal del catalán y rica en hibridaciones.
Valderrobres ha sido, es y será el centro geográfico de este lugar, hoy en día capital de la comarca y centro neurálgico de todos los eventos que han tenido lugar en la historia de la Península Ibérica. Fue fortificada en la Plena Edad Media por el Obispo de Zaragoza en el año 1175 ante la amenaza de los almohades valencianos. Es entonces cuando se levantan las almenas, suben los muros y se repobló la localidad, dando a la villa un aspecto más cercano al que tiene hoy en día.
Una frontera con la historia
Esta posición ha envuelto a la villa en un gran número de trifulcas a lo largo de la historia. Desde su ocupación por el rey Alfonso II de Aragón, y pasando por los vaivenes típicos de la época medieval, la comarca en la que se encuentra Valderrobres pasó a formar parte de la jurisdicción del arzobispado de Zaragoza bajó la que continuó formando parte hasta la disolución del régimen señorial en el siglo XIX.
La entrada a la localidad es la misma que hace cientos de años: un puente medieval que lleva ante el torreón y el portal de San Roque, puerta tradicional de entrada de la población. El edificio del Ayuntamiento, con su fachada de piedra labrada, es lo primero que aparece al cruzar el umbral, un ejemplo perfecto de la arquitectura manierista de este pueblo aragonés. Las callejuelas empedradas permiten soñar con el pasado del lugar que, entre otras cosas, albergó sesiones de las Cortes de la Corona de Aragón, sirvió de refugio a los Catalanes que huyeron de la sublevación de Cataluña en 1640 y fue donde se juntaron todos los males de las guerras carlistas. Todo ello en un pueblo que hoy apenas supera los 2.000 habitantes.
Subiendo por las calles angostas y laberínticas se encuentran otros monumentos que el visitante no se puede perder, como la Iglesia de Santa María la Mayor o el castillo medieval, complétamente restaurado desde 2021 y habilitado para visitas.
Más allá de los trabajos labrados en contados portales de la localidad, la arquitectura es lisa y sencilla: una jungla de piedra que se cierra sobre los que la transitan en más de una ocasión. Pero, por encima de todo, Valderrobres es un pueblo turolense que ha querido convivir con su pasado sin quedarse varado en este. Es por eso que, cruzando el puente de piedra, el casco histórico se queda atrás para dejar paso a un típico pueblo moderno.
Los sabores de la Matarraña
Si todo lo anterior no ha podido convencerte de que este es un lugar que merece la pena visitar, lo mejor es que lo leas de nuevo. Me espero aquí, no hay problema. ¿Que ya lo has hecho y sigues pensando igual? Hazlo de nuevo. Se trata de uno de los cascos históricos mejor conservados del antiguo Reino de Aragón y sí o si tienes que darle una oportunidad. Vamos a volver al puente un momento, esta vez de cara al casco histórico, donde miraremos a la derecha.
Desde el cauce del río se levanta un edificio con balconadas de madera oscura que seguro ha llamado la atención de más de uno. Se trata de la Fonda la Plaza, un hotel tradicional en el que se pueden degustar los platos típicos de la zona, como el Ternasco de Aragón, entre una gran variedad de productos que atienden a todos los gustos.
Para los amantes de la comida de temporada, el Hotel el Salt ofrece a sus comensales una cocina artesanal en la que destacan los productos de temporada, algunos de ellos directamente recogidos del huerto familiar. Se encuentra en la parte nueva del pueblo, a una calle del río, es perfecto para hacer noche si, además de visitar el pueblo, quieres disfrutar de una mañana de senderismo en alguna de las rutas mejor valoradas de la comarca.
A media hora en coche desde el centro de la villa, se encuentra una de las rutas más icónicas y disfrutables de la comarca. Se trata del Parrizal de Beceite o la ruta del Parrizal, lugar ideal para un día en familia disfrutando de este espacio natural en el cauce del río Matarraña. El tramo de las pasarelas es el más emocionante del recorrido y está disponible solo hasta completar aforo, por lo que es recomendable reservar con antelación mediante su página web.
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