Descubriendo la Osaka madrileña, un pueblo con una peculiar relación con Japón

Este bonito pueblo enclavado en un valle dentro de la Sierra del Rincón posee infinitos encantos y, además, tiene un vínculo muy especial con la ciudad japonesa de Osaka.

Descubre los vínculos que unen a Puebla de la Sierra y Osaka
Descubre los vínculos que unen a Puebla de la Sierra y Osaka / Istock / Jose Miguel Sanchez

A poco más de 100 kilómetros de la Puerta del Sol descubrimos Puebla de la Sierra, un pequeño pueblo de la Sierra de Madrid que, pese a tener tan solo 57 kilómetros cuadrados de extensión, puede presumir de ser uno de los municipios más ricos en historia y cultura de la zona norte de la provincia madrileña.

A priori son pocas las cosas que puede tener en común este pequeño pueblo de menos de 100 habitantes con la ciudad japonesa de Osaka, que, con sus 19 millones, es una de las más pobladas del mundo. Tampoco parece que en cuanto a arquitectura sean, como se duele decir, dos gotas de agua, ya que mientras Puebla de la Sierra es un coqueto pueblo, con sus casas tradicionales y sus calles adoquinadas, Osaka se muestra a la cabeza de la vanguardia gracias a sus imponentes rascacielos.

Puebla de la Sierra es un enclave ideal para respirar aire puro.

Puebla de la Sierra es un enclave ideal para respirar aire puro.

/ Istock / Jose Miguel Sanchez

Arte japonés en Puebla de la Sierra

Más allá de las mil diferencias que podemos encontrar entre estas dos poblaciones, hoy nos centramos en lo que las une, ya que Puebla de la Sierra está hermanada con la ciudad nipona. La mejor muestra de este hermanamiento cultural es el museo japonés que se encuentra en la localidad madrileña y en el que puede disfrutar de una amplia colección de dibujos, obra gráfica y arte japonés.

El artista Federico Eguía, natural de Puebla de la Sierra, tenía un bonito proyecto cultural para su pueblo y se lo contó a su galerista. Este tenía relaciones con Japón y, desde el país del Sol Naciente, no dudaron ni un instante en llevar a cabo este hermanamiento, donando más de 200 obras para el que hoy es uno de los pocos museos japoneses que hay en Europa.

Escultura en el museo al aire libre de Puebla de la Sierra.

Escultura en el museo al aire libre de Puebla de la Sierra.

/ Getty Images / Rafael Bastante/Europa Press

Un museo al aire libre

El viajero que llega a Puebla de la Sierra también suele sorprenderse al descubrir el conocido como Valle de los Sueños, un espectacular museo al aire libre que acoge 31 esculturas donadas por artistas de todo el mundo en un recorrido de poco más de un kilómetro alrededor del municipio.

Debe saber el explorador que Puebla de la Sierra recibe este nombre desde la década de los 40, ya que anteriormente se llamaba Puebla de la Mujer Muerta, debido a la ubicación en la que se asienta a los pies de varios cerros que parecen el perfil del cuerpo de una mujer yacente.

Puebla de la Sierra, la Osaka madrileña

Puebla de la Sierra, la Osaka madrileña

/ Getty Images / Rafael Bastante/Europa Press

Curiosidades aparte, si queremos descubrir esta Osaka madrileña debemos hacer parada obligatoria en la parroquia de la Purísima Concepción, edificio que data del siglo XVII y se compone de tres naves separadas por arcos de medio punto. Eso sí, si el viajero quiere conocer a la patrona de Puebla de la Sierra, deberá acudir hasta la ermita en la que se conserva la virgen de los Dolores.

Qué ver en Puebla de la Sierra

En las inmediaciones es posible distinguir diversos tinados, edificaciones que servían a los pastores para resguardar al ganado de las bajas temperaturas del invierno que se viven en la sierra.

Parece probable que el origen de Puebla de la Sierra se remonte a épocas árabes, aunque la presencia islámica en el municipio fue baja. A pesar de ello, todavía es posible visitar una fragua del siglo XVI de estilo árabe con estructura de madera y grandes muros de mampostería que se sigue usando para fabricar y reparar arados, azadas, herraduras o clavos.

En Puebla de la Sierra no hay rascacielos, tampoco hay atascos y el aire puro y el sonido de los pájaros constituyen la banda sonora imperante. Un rincón enclavado en la sierra norte de la capital en el que, aunque no se habla japonés, el amor por la cultura nipona se advierte en cada esquina de esta Osaka madrileña.

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