Si en Castilla hubiera buen marketing, ya habríamos destronado a la Toscana

Nadie quiere venir a tostarse bajo el sol de Castilla. En cambio, turistas de todo el mundo se arremolinan bajo el sol de la Toscana. A Castilla le falta marketing o un poco de Hollywood. Le falta una película con una periodista recién divorciada del New Yorker que llegue a Ampudia, Palencia, a intentar olvidar el frenesí en el que vivía y se enamore de los campos de Castilla y de algún provinciano de buen ver.

La Toscana tiene vastas llanuras, ciudades medievales y mucha historia, también Castilla. La Toscana tiene paisajes ondulantes y extensos campos de cultivo, donde el dorado de los cereales se mezcla con el verde de los viñedos, Castilla, ídem.

En las colinas suaves y serenas de la Toscana, que invitan a la contemplación, se han inspirado muchos escritores y artistas a lo largo del tiempo. En Castilla podríamos jactarnos de algunos versos de Antonio Machado:

“El Duero cruza el corazón de roble

de Iberia y de Castilla.

¡Oh, tierra triste y noble,

la de los altos llanos y yermos y roquedas,

de campos sin arados, regatos ni arboledas;

decrépitas ciudades, caminos sin mesones,

y atónitos palurdos sin danzas ni canciones

que aún van, abandonando el mortecino hogar,

como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar!”

O reclamar la pertenencia de los vientos de pueblo que apresó Miguel Hernández: “Castellanos de alma/ labrados como la tierra y airosos como las alas”, diría el poeta oriundo de Alicante, que, siguiendo este razonamiento Castilla-Toscana, bien podría ser la Puglia de este lado del Mediterráneo, nuestro tacón en España.

De la poesía al vino, que diría que es lo mismo. La Toscana es conocida por sus vinos robustos, como el Chianti. Castilla, en cambio, desborda algunos de los mejores vinos del mundo en la ribera de un Duero que atraviesa media España y abreva la otra media. Nada que envidiar, digamos, en lo referido a la vid. Del plato y la cuchara, creo, no es preciso ni argumento.

Por faltar creo que no falta nada. Queda claro que Toscana y Castilla merecerían de hoy en adelante el mismo trato. Pero, sabiendo que no será así, haré una última reclamación a Italia, que creo falaz, pero justa, por tanta injusticia vertida sobre Castilla. Reclamo, sin conocer la veracidad, la denominación de origen de Máximo Décimo Meridio, “comandante de los ejércitos del Norte, general de las legiones medias, fiel servidor del verdadero emperador, Marco Aurelio, padre de un hijo asesinado, marido de una mujer asesinada…".

Mi única fuente para reclamar el origen ibérico de Gladiador es el grito continuo de “hispano” que tantas tardes he escuchado desde el sofá de mi casa mientras Russel Crowe asestaba espadazos en las arenas del Coliseo. Desde aquí, desde mi trozo de arena, espero que Castilla alcance su venganza, en esta vida o en la próxima.