Una vuelta completa a Tenerife, y 5 rincones inesperados
Rodeamos la isla capitalina y descubrimos cinco lugares sorprendentes

Tenerife, la más grande de las Islas Afortunadas, es, tanto por su tamaño como por su riqueza y diversidad de ecosistemas, un territorio inagotable de rincones increíbles que no deja de sorprendernos a cada viaje en el que la recorremos.
Más allá de los más típicos centros turísticos de la isla o de las más habituales atracciones, queremos poner esta vez nuestra atención en lugares que nos aporten un toque diferente y fuera de lo común a nuestra experiencia en este enclave macaronésico.
Aterrizamos y nos ponemos en ruta…
1. Playa de Los Morteros
Parece mentira que en plena costa de Adeje, a pocos cientos de metros de un campo de golf y de múltiples urbanizaciones residenciales, que nada tienen que ver con la identidad de la isla, se encuentre un pequeño paraíso natural de extraordinaria belleza.

Conocido este punto popularmente como «Caleta de los Hippies», debido al enorme asentamiento de este tipo que lo ocupó hasta que fuera recientemente desalojado, en la actualidad es un espacio poco frecuentado que, junto con la contigua playa Diego Hernández, forma un delicado escenario cargado de paz donde las puestas de sol son magníficas.

Afortunadamente, el difícil acceso y la carencia de una señalización que advierta a un turismo de masas preserva este entorno dispuesto a ser conocido por quien lo admire y respete tal y como se merece.
2. Sendero de Las Aguas
Situado en el municipio de San Juan de la Rambla, el barrio costero de Las Aguas nos brinda la oportunidad de transitar por un precioso sendero a lo largo de la línea litoral caminando sobre una colada de lava.

Partiendo de una playa de callados donde el descenso de la marea nos regala un espectáculo rocoso como pocos, avanzamos por un camino que se torna más adelante empedrado mientras dejamos a nuestro paso palmeras, piteras, plataneras, miradores hacia el mar, casas antiguas solitarias como la de «El Cura» y hasta el pequeño núcleo de La Rambla.

Un recorrido que pareciera sacado de una novela de piratas pero con toda la autenticidad y el estilo canario, en el que las vistas y la escasa afluencia de turistas nos sumirán en el más puro ambiente isleño.

Tenerife, la isla perfecta para surfear en invierno
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3. Carretera de La Esperanza al Teide
La subida al Parque Nacional del Teide es posible desde diferentes puntos y rutas, pero la carretera - TF-24 - que une la población de La Esperanza con el punto más alto de España es seguramente una de las más especiales y de mayor recorrido.

A pesar de ser la vía tradicional para acceder a él desde Santa Cruz o desde San Cristóbal de la Laguna y de que se trata de un trayecto muy frecuentado, la gran cantidad de miradores que podemos encontrar a lo largo de ella nos permite disfrutar de unas panorámicas espectaculares con escasas personas a nuestro alrededor o, incluso, en total soledad.

Impresiona la omnipresente silueta del Teide según avanzamos, los densos bosques que flanquean la carretera hasta que desaparece la vegetación arbórea como consecuencia de la altitud y, con un poco de suerte, el famoso «mar de nubes» que cubre ocasionalmente las laderas hasta donde comienza el horizonte.
4. Mirador de La Baranda
Al margen de los diferentes gustos, estilos y preferencias en cuanto a los locales de restauración que podamos encontrar en Tenerife, la Terraza La Baranda, ubicada en el municipio de El Sauzal, es un lugar único que se ha convertido en uno de los puntos de moda de la isla. No tan conocido, sin embargo, por los turistas, representa uno de los mejores miradores de la vertiente norte y del Teide en toda su plenitud.

Una pasarela suspendida, con el suelo transparente, nos permite asomarnos hacia el vacío con el telón de fondo del valle de La Orotava, al mismo tiempo que nos pone en bandeja el maravillarnos con unos atardeceres de ensueño.

5. Playa de Las Arenas
No muy lejos de la Punta de Teno, donde su emblemático faro advierte de la presencia del extremo más occidental de la isla, se encuentra el municipio de Buenavista del Norte. Allí, en la línea costera, en una zona aislada de poblaciones donde predominan los cultivos de plataneras, aparece una preciosa playa de arena negra y afloramientos rocosos.

150 metros de largo y 50 de ancho que son frecuentados por los bañistas en la estación estival pero que, especialmente en invierno, cuando la mar se vuelve brava por los fuertes vientos, arrastrando consigo el manto de arena, se convierte en un lugar solitario de gran belleza en el que el mayor de los placeres es observar las fuertes acometidas de las olas contra los farallones formando altas cortinas de espuma blanca.
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