Todas las pistas para ascender a Top of Europe, el techo de Europa
La imponente montaña de Jungfrau es el lugar más alto del continente al que llegar en tren. Su fácil y emocionante ascenso premia con panorámicas de picos y glaciares, constituyendo una experiencia inolvidable.
Las majestuosas montañas suizas protagonizan, con sus blancos picos de vértigo, muchas de las panorámicas del país, pero es a medida que nos acercamos a la región de Jungfrau, a algo menos de una hora de Berna, cuando estas se vuelven más cercanas y reales. Las encantadoras localidades de Interlaken o Grindelwald, con sus propuestas de esquí en invierno y actividades de aventura y senderismo en verano, constituyen la puerta de entrada a Eiger, Mönch y Jungrau (El Ogro, el Monje y la Virgen) los tres picos que custodian la región y que conforman el área Jungfrau-Aletsch, declarada como primer Patrimonio Mundial Natural por la UNESCO en el año 2001. Desde sus valles, su solemnidad nos abruma.
Con 3.463 metros de altura, el puerto de montaña de Jungfraujoch es la cima de Europa. Una excursión a su observatorio, situado entre Mönch y Jungfrau, resulta imprescindible en todo viaje a Suiza.
Los trenes de Jungfrau sortean el abrupto paisaje para encaminarnos a esta sorprende aventura. Es el ferrocarril de Jungraubahnen, operativo desde hace más de 100 años, el encargado de la osada hazaña, terminando en la estación de tren a mayor altitud de Europa, a 3.454 metros sobre el nivel del mar. Para ello parte desde el puerto de montaña Kleine Scheidegg, localizado en la ladera norte del monte Eiger. El tren cremallera funciona todo el año, subiendo, por un empinado túnel de siete kilómetros, el cual fue construido entre 1896 y 1912.
Para tomar este tren, antes tendremos que subir al Eiger Express, un moderno teleférico inaugurado en diciembre de 2020 que comunica la estación de Jungfraubahn con la terminal de Grindelwald en tan solo 15 minutos. Por el camino, podremos disfrutar de dos paradas excepcionales que muestran panorámicas asombrosas del Eiger y de los glaciares que visten de blanco su cara norte.
Una vez arriba, cualquier otra imagen de la cara norte del Eiger, del glaciar Aletsch -el más largo de los Alpes- o de las cumbres infinitas que hilvanan el cielo suizo, terminan de hipnotizarnos. Podemos contemplar este inmenso manto de nieve y roca desde el observatorio Sphinx (tomando un ascensor que sube 108 metros en tan solo 25 segundos) y el mirador Plateau. A continuación nos sumergimos en el interior del glaciar. Entre pasillos y túneles, el Palacio de hielo exhibe heladoras esculturas.
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