Lobos marinos en la isla Espíritu Santo

La experiencia de nadar a menos de medio metro de un lobo marino es única. El lobo marino mide más de dos metros y puede llegar a pesar hasta 500 kilos, pero se mueve a toda velocidad en el agua y en ocasiones pega su hocico a las gafas del buzo, solo por curiosidad, para saber qué hay detrás de los cristales. Entre los escasos lugares del mundo donde es posible nadar y bucear en los territorios de los lobos marinos destaca la isla Espíritu Santo, una joya ecológica bañada por las aguas del mar al que por la diversidad y belleza de sus especies Jacques Cousteau denominó "el acuario del mundo": el Mar de Cortés, en México.

Los machos de los lobos marinos californianos miden entre dos metros y dos metros y medio y pueden pesar hasta quinientos kilos.
Los machos de los lobos marinos californianos miden entre dos metros y dos metros y medio y pueden pesar hasta quinientos kilos.

Cuentan que fue Hernán Cortés el primer europeo que avistó esta isla, el primer turista que se enamoró de sus cantiles y sus playas y el primer comerciante que soñó con sus perlas. La historiadora mexicana Marita Martínez del Río cuenta en su libro Las perlas grises del Mar de Cortés que los españoles obtuvieron dos grandísimas perlas de los indios pericúes, que solían llevar perlas grises y plumas blancas enredadas en su pelo como ornamento habitual. Hernán Cortés envió las dos perlas a España. Según la autora mexicana, que cita al estadounidense Joan Younger Dickinson, autor de The book of pearls, Felipe II conservó una para la corona española y mandó la otra a Inglaterra como obsequio para su futura esposa, María Tudor. La perla inglesa viajó poco. Fue llevada a la Torre de Londres y hoy sigue allí, como parte de las joyas de la corona de Inglaterra. La otra perla, la española, fue más viajera: pasó por las manos de José Bonaparte, Napoleón III, el duque de Abercorn y, entre muchos otros, las del actor Richard Burton, quien se la regaló a Elizabeth Taylor. En el camino, alguien la bautizó como La Peregrina.

Tortugas y ballenas

Espíritu Santo es una isla grande, rodeada por un conjunto de isletas más pequeñas, con nombres sin duda apresurados, como Isla Partida, Los Islotes, Isla Ballena o Isla Gallina. Acoge restos arqueológicos de los indios pericúes y lo que queda del primer criadero de madreperla que se instaló en los territorios de América, operativo desde 1740 hasta 1910. Pero su mayor importancia radica en su valor ecológico. En sus roquedos anidan pelícanos, fragatas y cormoranes; a sus playas arriban cinco tipos de tortugas; frente a sus costas resoplan varias especies de ballenas y cerca de su cinturón de coral no es difícil encontrar mantas raya y, en su busca, una nube de tiburones martillo.

Tesoro natural

La isla es una joya, un área natural protegida rodeada por un cinturón marino declarado Parque Nacional. Posee playas, avistaderos, ensenadas, belleza y tranquilidad. Y una colonia casi única en el mundo, formada por unos seres singulares, marinos, terrestres y curiosos: los lobos marinos californianos (Zalophus californianus). Éstos poseen un rostro afilado, que les distingue de las focas, junto con otro detalle aún más revelador: que se desplazan en tierra con cuatro extremidades y las focas solo utilizan dos. Los machos adultos son de color café oscuro o negro, miden entre dos metros y dos metros y medio y pueden llegar a pesar 500 kilos. Las hembras adultas tienen un color café claro, miden entre metro y medio y dos metros y tienen un peso medio de 100 kilos. Las crías tienen la piel oscura, al nacer miden unos 75 centímetros y pesan entres seis y siete kilos.

El baño entre los leones marinos con un simple equipo de esnórquel (aletas, gafas y tubo) es una de las posibilidades que ofrecen las aguas de esta isla única. A los buceadores, a veces improvisados, solo se les pide no acosar a los animales y tener un comportamiento pasivo: dejar que sean los lobos marinos los que decidan qué hacer cuando se acercan. También deben evitar subirse a las rocas, que los machos consideran su dominio. Machos, hembras y crías se lanzan al agua cuando llegan los turistas para observarles de cerca, con la tranquilidad del animal que se sabe más poderoso que el hombre y que, además, nunca ha sido hostigado. En ocasiones, imitan con precisión el comportamiento de los humanos. Los buceadores experimentados lo saben y realizan giros muy acentuados para ver cómo los lobos marinos repiten los mismos movimientos del giro y en la misma dirección. Los buceadores menos experimentados tardan algún tiempo en sobreponerse al impacto emocional que supone ver cómo se acercan, sentir lapresencia de estos seres de cuerpo robusto y casi cilíndrico y apariencia feliz que pueden defender con su nombre la más notable condición de los marineros: son los auténticos lobos del mar.

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