Interlaken, la joya escondida a las puertas de los Alpes suizos
Entre los lagos Thun y Brienz, y custodiada por grandes montañas, esta localidad del corazón de Suiza es el hogar del turismo activo.
Desde Berna, la ciudad que marca el cantón en el que estamos a punto de adentrarnos, el tren se abre paso entre las montañas del Oberland bernés, cada vez más pronunciadas, cada vez más blancas. En algo menos de una hora habremos llegado a Interlaken, una preciosa localidad ubicada entre dos lagos de intenso color turquesa y rodeada de verdes prados salpicados por cabañas de madera. La capital del turismo de aventura no parará de desatar nuestra adrenalina entre estos paisajes de desmesurada belleza.
¡Bienvenido a la capital del turismo de aventura!
Interlaken es uno de los destinos turísticos más antiguos del país. Su renovada popularización se hace notable entre los numerosos asiáticos que la visitan atraídos por las escenas de la exitosa serie surcoreana "Aterrizaje de emergencia en tu corazón" (Crash landing on you). La ciudad nació alrededor de un convento agustino bajo el nombre de Aarmühle, pero fue rebautizada como Interlaken haciendo referencia a las dos inmensas masas de agua que la rodean.
Recorrerlas en barco, en jet boat o en una barquita mientras degustamos una deliciosa raclette serán las mejores propuestas para obtener las primeras impresiones de la zona y conocer bonitos pueblos como Brienz o Thun, con casitas de colores y un ambientado casco histórico.
Las calles del centro de Interlaken y aquellas que siguen el curso del río Aar, corriente que conecta los dos lagos, están repletas de coquetos edificios cuyos bajos están principalmente destinados a establecimientos que venden navajas, relojes y quesos. Levantando la vista, altos macizos entrelazados ocupan todas las panorámicas de Interlaken mostrando la naturaleza suiza más abrumadora. Sus cimas y laderas son perfectas para lanzarse en parapente y obtener imponentes vistas entre senderos y miradores. Una de ellas es Harder Kulm, a la que se asciende en funicular para atisbar la región sobre una vertiginosa plataforma transparente a 1.322 metros de altura.
Comer una fondue de queso en su restaurante frente a gigantes de piedra de cuatro mil metros, resultará una experiencia única. Eiger, Mönch y Jungfrau (El Ogro, el Monje y la Virgen) perfilan el paisaje rozando el cielo. Estas grandes cumbres encierran leyendas tan escalofriantes como lo son sus nieves perpetuas. En sus laderas descienden emocionantes pistas de esquí, mientras que en sus profundidades se exhiben esculturas de hielo.
El reino de la montaña
El Jungfrau, declarado Patrimonio Natural por la UNESCO junto al glaciar Aletsch y al pico Bietschhorn, es uno de los atractivos indudables de la zona. Para llegar hasta su cima y extasiarse ante los 22 kilómetros del glaciar Aletsch, habrá que tomar una modernísima góndola, el Eiger Express, y el tren cremallera Jungfraubahnen, que sube por un túnel excavado heroicamente en las entrañas de las montañas hasta Jungfrauhoch, la estación de tren más alta en Europa y donde se encuentra la aclamada estación Top of Europe, a 3.454 metros de altura.
A los pies del Jungfrau, un cañón excavado entre las paredes de las montañas por el deshielo de un glaciar extinto, propone un fascinante paseo por una pasarela sobre el río Lütschine.
Para terminar de liberar adrenalina en los Alpes suizos, no hay nada como lanzarse por las tirolinas del parque Grindelwald First, para luego descender los 2.168 metros del First a toda velocidad en un híbrido entre patinete y bicicleta que nos recuerda al velogemel, el medio de transporte utilizado en la zona a principios del siglo XX. El mismo teleférico que en invierno se alza hasta la cima, es el que conduce a sus atracciones cuando llega el deshielo, sobrevolando los verdes prados que enmarcan las postales suizas más emblemáticas.
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