Antes de que venga el monzón, y lo agüe todo, Goa se puede disfrutar con la calma de los viejos paraísos. En la larga estación seca y soleada, los palmerales de Goa nada tienen que envidiar a los de otros trópicos. Con sus cocos hacen un licor que rivaliza con el feni, el aguardiente de anacardos típico de Goa. No hay problema con el alcohol, ni con comerse una hamburguesa de vaca, lo cual agradece el visitante, en especial rusos e ingleses, los primeros reventando los precios con sus fajos de billetes, y muchos de los segundos jubilados al estilo de los que salen en la película El exótico Hotel Marigold.
Goa, entre Oriente y Occidente
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Calle de Panjim, capìtal del Estado de Goa.
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La iglesia de Nuestra Señora de la Concepción en esta misma ciudad.
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Una de las glorias de goa es el "fish curry" cuando te acostumbras al picor.
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Campos de arroz en el estado de Goa.
Goa, entre Oriente y Occidente
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Se entiende que los navegantes portugueses del XVI quedaran fascinados al descubrir las costas y el interior del que hoy es el Estado más pequeño de la India.
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Los goenses tienen derecho a reclamar la nacionalidad portuguesa.
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Las iglesias y conventos de Goa son patrimonio de la humanidad desde 1986.
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En Goa conviven la religión católica (25% de practicantes) y la hinduista (65% de fieles). En la foto, templo Mahalsa.
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La basílica de Bom Jesus, cuya fachada está realizada en laterita (una piedra que parece tierra compacta), alberga el féretro de San Francisco Javier.
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Mujer haciendo adornos florales.
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En las playas que fueron la meca del jipismo ahora se practica la ducha a lomos de elefante.
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La playa de Palolem, con su arco casi perfecto orlado de palmeras y su gran oferta de servicios, está considerada el arenal más paradisíaco de Goa.