Ciudad del Vaticano. Capital del arte, la historia y los secretos

Es la nación soberana más pequeña del mundo y una de las que concentra una mayor riqueza artística. Representa el poderoso corazón del catolicismo y ocupa un lugar prominente dentro de la capital italiana. El Vaticano, francamente, no necesita ninguna presentación, pero la celebración de sus 80 años como Estado nos brinda la excusa perfecta para descubrirlo de nuevo.

Ciudad del Vaticano. Capital del arte, la historia y los secretos
Ciudad del Vaticano. Capital del arte, la historia y los secretos

El 2009 es un año de celebración para el Estado de Ciudad del Vaticano, pues se han cumplido ya 80 años desde que el 11 de febrero de 1929 la Santa Sede, con el Papa Pío XI al frente, e Italia, con Mussolini al mando, firmaran los Pactos de Letrán. Así nacía el menor Estado soberano del mundo y uno de los más poderosos, en un contexto de entreguerras y con una Italia que se encontraba inmersa en el proyecto fascista de Mussolini.

Dicha celebración, que ha contado con una muestra retrospectiva de la historia del Vaticano durante sus últimas ocho décadas, no constituye el único motivo por el que este pequeño Estado es noticia durante este año. En Roma, la secuela cinematográfica del Código Da Vinci se ha hecho muy presente gracias al constante bombardeo mediático y a la propuesta de la Iglesia Católica de boicotear la cinta. Y es que Ángeles y demonios, la adaptación del famoso best seller del novelista estadounidense Dan Brown anterior al Código Da Vinci, hace del Vaticano su protagonista absoluto. Y como era de esperar, la película, protagonizada por Tom Hanks y Ayelet Zurer, no ha contado con el beneplácito de la curia vaticana. Sin embargo, aunque no se pudieran rodar las escenas en los dominios de la Santa Sede, eso no significa que algunos miembros del equipo dirigido por Ron Howard no pudieran infiltrarse como meros turistas para robar imágenes reales, con gente de a pie en plena visita por la Ciudad del Vaticano.

Polémicas aparte, el Vaticanono necesita campañas publicitarias para atraer turistas, fieles y peregrinos. Es el único Estado del mundo considerado en su totalidad Patrimonio de la Humanidad, y más de cuatro millones de personas visitan cada año sus Museos Vaticanos. Religión, arte e historia se concentran como en ningún otro sitio en sus escasas 44 hectáreas de superficie. Y a pesar de sus limitadas dimensiones geográficas, sus tentáculos se extienden mucho más allá de sus muros medievales y renacentistas. Por ejemplo, con propiedades en suelo italiano, como es el caso de las tres basílicas mayores de Roma -Santa María la Mayor, San Juan de Letrán y San Pablo Extramuros-, las catacumbas cristianas, la residencia estival de Castelgandolfo y varios edificios repartidos por la capital italiana. El Estado de Ciudad del Vaticano, una monarquía absoluta cuyo poder ejecutivo, legislativo y judicial recae sobre el Papa, dispone además de la diplomacia más antigua y seguramente de las más poderosas e influyentes del planeta, aunque, paradójicamente, el país cuente con tan sólo unos mil habitantes, cuya nacionalidad, por razones obvias, no se hereda.

Otra de las peculiaridades vaticanas es su idioma oficial, el latín, presente hasta en sus cajeros automáticos, aunque, en la práctica, la lengua más usada sea el italiano. Y entre sus posesiones destaca un observatorio astronómico, un helipuerto y una pequeña estación de tren, además de un conocido servicio postal y filatélico, un inagotable arsenal de souvenirs y un completo paquete de medios de comunicación, compuesto de prensa (L''Osservatore Romano), emisoras de radio, televisión, agencia de noticias (la Vatican Information Service) y página web, que están encargados de la difusión de su información y su particular visión del mundo.

Han pasado muchos años desde la firma de los Pactos de Letrán y durante este período el cambio más significativo que ha experimentado el Vaticano en su efímera fisonomía es la pérdida del efecto teatral que suponía descubrir la inmensa Plaza de San Pedro, ubicada tras el popular barrio del Borgo. El motivo de esta transformación fueron las obras que se llevaron a cabo entre los años 1936 y 1950 con el fin de hacer respirar la plaza, de abrirla hacia Roma, uniéndola con el vecino Castel Sant Angelo y el río Tíber mediante la elegantísima avenida de Via della Conciliazione.

Hoy, la otra forma más habitual de acceder al Vaticano, que está parcialmente rodeado por la muralla Leonina, es por la calle Porta Angelica. En ambos casos, la sensación al entrar en la Plaza de San Pedro resulta igualmente abrumadora, pues la sensibilidad artística aquí concentrada resulta muy difícil de abarcar con la mirada.

La plaza de San Pedro es, sin duda, una de las más reconocidas del mundo. Una obra perfecta que fue firmada por el arquitecto Bernini. Su construcción se llevó a cabo entre los años 1655 y 1667 y simboliza los brazos abiertos de la iglesia. Para lograr este efecto, consta de un primer espacio trapezoidal y otro elíptico, limitado por dos hemiciclos con cuádruple columnata que suma un total de 284 columnas toscanas y 88 pilastras. Remata el efecto una balaustrada sobre dichas columnas que está coronada por 140 estatuas de santos realizadas por discípulos de Bernini. Y a esto se suma un obelisco egipcio traído del circo de Nerón, dos fuentes -de Bernini y de Maderno- y dos estatuas, de San Pedro y San Pablo, que están situadas bajo la escalinata de entrada. Quizás resulte muy técnico para un profano en arte, pero al pisar la plaza todo se comprende y ocupa su lugar. Teniendo en cuenta las mencionadas 44 hectáreas del Vaticano -que, por cierto, toma el nombre de la colina sobre la que se ubica-, la Plaza de San Pedro tiene un espacio claramente protagonista con sus 320 metros de longitud y 240 metros de diámetro. Por ella transitan ingentes cantidades de fieles, peregrinos y turistas durante todos los días del año, alcanzando su gran cenit durante la celebración de la Semana Santa y durante la primera quincena del mes de agosto.

A nadie se le escapa que la plaza está presidida por la basílica de San Pedro, la más importante de todos los templos católicos. Su fachada es obra de Carlo Maderno y en su centro se encuentra el ventanal desde el que el Papa se dirige en ocasiones especiales a los fieles reunidos en la plaza. Hemos recorrido unos pocos metros, pero ya nos hallamos en el corazón de este minúsculo Estado. La basílica, tal y como la vemos hoy, es el resultado de unos 150 años de minucioso trabajo llevado a cabo por grandes artistas renacentistas y barrocos de la talla de Bramante, Miguel Ángel y Bernini sobre la obra original mandada construir por Constantino en el siglo IV.

De su interior destaca la opulencia y grandiosidad de sus formas, con sus mármoles, piezas de oro y bronce, numerosos altares y monumentos funerarios. Y, de entre todo ese concierto de obras, tres son las que mayor gloria han alcanzado por motivos que saltan a la vista hasta del más profano en estos menesteres: la Piedad de Miguel Ángel (que realizó cuando sólo contaba 23 años de edad), la impresionante cúpula (de 42 metros de diámetro y una altura hasta la extremidad superior de la cruz de 136 metros) del mismo autor y el baldaquino de Bernini, con columnas salomónicas talladas sobre bronce procedente del Panteón de Agripa.

La basílica comunica con los Palacios Vaticanos a través de la llamada Escalera regia, otra gran obra de Bernini que juega con la perspectiva. Esas antiguas dependencias papales son hoy la sede de los Museos Vaticanos, una impresionante colección de arte que reúne valiosas piezas desde la antigüedad hasta la época moderna, con una especial apoteosis renacentista, fundamentalmente por las obras que Rafael y Miguel Ángel realizaron en las estancias del Papa Julio II y la Capilla Sixtina, respectivamente.

Por último, detrás de los Museos Vaticanos se extiende la pequeña Città del Vaticano y sus espléndidos jardines, que se aprecian desde lo alto de la cúpula y desde algunas de las salas de los museos. Estos jardines también se pueden visitar. En ellos se descubre el huerto que abastece a la casa pontificia, pues al fin y cabo también en la Santa Sede hay un espacio para las labores más mundanas, aunque realizar esta visita exige una cierta previsión ya que es necesario reservar con, al menos, una semana de antelación, enviando un fax (06 698 85 100) al Ufficio Visite Guidate dei MuseiVaticani. Todo, por supuesto, siguiendo el orden y protocolo vaticanos.

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