Camino de Chichen Itzá, una de las siete maravillas del mundo moderno
Una de las maravillas del mundo moderno.
Ernesto trabaja de 5am a 7pm, de lunes a lunes. “Quiero trabajar todos los días para hacerme rico. Solo me falta la mitad del objetivo”, y se ríe. Lleva 44 años haciendo la ruta Valladolid - Chichén Itzá. Suben gringos con ropas expeditivas, como si Chichén Itzá fuera todavía una tierra sin marcar en el mapa. Confundir un viaje con una celebración de Halloween es la actitud más ridícula que el turista puede adoptar. La buseta se llena de expedicionarios y la torre de babel se erige: alemán, francés, inglés. Me atrinchero en el asiento delantero. No quiero más interlocutor que Ernesto.
Dice que le gusta su trabajo, que le gusta conocer gente de fuera, que le gusta manejar. Cuando salía de su casa, sus hijos estaban dormidos. Cuando volvía, ídem. “Una vez se despertó uno de mis hijos a las diez de la noche, hora en la que yo ya estaba en casa, y le dijo a mi esposa: mamá, hay un señor aquí”, y Ernesto gira tranquilo el volante al compás de la rotonda. Me recuerda a la historia de esa mujer acaudalada (los padres ausentes están en los laterales socioeconómicos), que lleva a su hijo al médico. “Doctor, mi hijo acaba de empezar a hablar y no le entiendo”, dice la mujer con preocupación. “Señora, su hijo habla polaco”, contesta el doctor. La chica que cuidaba a su hijo era polaca y, sí, la vaca no es de donde nace, es de donde pace.
Llegamos a Chichén Itzá, que está a unos 40 kilómetros de Valladolid (desde aquí van la mayoría de turistas y visitantes), y es, en efecto, maravillosa. Supongo que es uno de los requisitos para formar parte de las siete maravillas del mundo moderno. De Chichén Itzá ya está casi todo dicho. Lo que no está dicho: ¿por qué nos vestimos así cada vez que salimos de nuestro país? ¿Por qué creerse Phileas Fogg por visitar unas ruinas con césped cortado y puestos de artesanías? ¿Por qué el vestido de gala y la pamela? ¿Por qué parece que has llegado de Plutón si naciste en Hamburgo? ¿Por qué podrías estar en un partido de la NBA y pasar desapercibido?
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En Chichén Itzá hay un cenote, grande. En los cenotes es donde se hacían los sacrificios para agradecer al Dios de la Lluvia, a Chaak, que regase sus plantíos. En Chichén Itzá hace mucho calor, es muy comprensible que necesitasen un Dios de la lluvia. También, a medida que mi frente suda y los gringos proliferan (a partir de cierta hora visitar Chichén Itzá se parece a visitar la torre Eiffel), empiezo a entender los sacrificios, a mirarlos con mejores ojos: empujaría alegremente al cenote sagrado al ruidoso francés de calcetines blancos y riñonera a cambio de una lluvia fina que lavase este calor.
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