7 molinos (con encanto) convertidos en hoteles
Construidos junto a la orilla de los ríos o sobre sus aguas, muchas de aquellas construcciones que desde la Edad Media hasta principios del siglo XIX sirvieron para transformar el trigo en harina han dado paso a hoteles llenos de encanto y de historia.
Los famosos molinos de viento manchegos que Don Quijote confundió con gigantes aprovechaban la energía eólica para, a través de un mecanismo formado por pistones y ruedas, moler el trigo y convertirlo en harina. Su uso se extendió por toda España durante la Edad Media, aunque fueron quizá más frecuentes los que se servían, para los mismos fines, de la fuerza del agua. Del siglo XV es el que da nombre al Molino de Alcuneza, que, en su época, fue el más importante del Alto Henares y de la cercana Sigüenza (Guadalajara). Firmado en aquellos tiempos, aún se conserva un contrato de arrendamiento mediante el cual el propietario, el antiguo cabildo, cedía su uso a un vecino del pueblo.
Leer a la orilla de la chimenea o disfrutar de la piscina, según la fecha que marque el calendario, relajarse en el spa, pasear por el jardín o, simplemente, escuchar el silencio roto por el canto de los pájaros y el rumor del río que discurre por la finca son algunas de las cosas sencillas que pueden hacer cada día sus huéspedes. Cuenta con 17 habitaciones, distribuidas entre el molino y una nueva construcción. Inspirado por el pasado del edificio, Samuel Moreno, responsable gastronómico, es un experto en panes: todos los que aquí se consumen son de elaboración propia, realizados con harinas ecológicas de la zona.
Sus desayunos son toda una tentación, con tostadas, claro, pero también con croissants de mantequilla, hojaldres, bizcochos, cuajada de leche fresca de oveja, queso, zumo de naranja, huevos… La mejor forma de empezar la mañana con energía para visitar después las villas medievales de sus inmediaciones o las pintorescas Salinas de Imón.
En Las Merindades burgalesas, en el valle de Zamanzas, justo donde el Ebro se estrecha para dar comienzo al desfiladero de Los Tornos, Javier y Valvanera encontraron un viejo molino que decidieron recuperar para transformar en hotel. La finca donde se alza el Molino del Canto agrupa tres edificios: la antigua vivienda de los molineros, donde se encuentran las seis suites, el salón-comedor y la cocina; la antigua hornera, que hoy es su oficina, y el maravilloso molino sobre las aguas del río, que conserva toda su maquinaria ancestral.
Madera de roble, piedra caliza y corcho natural son los elementos que predominan en esta posada que hará las delicias de los amantes de la observación de aves. Entre los cañones labrados por el Ebro aparecen buitres leonados, águilas, halcones… A solo 15 kilómetros de Pedraza, en Segovia, abre sus puertas elMolino del Feo, propiedad, a principios del siglo XX, de un tal Antonio Berzal, hombre bien parecido al que, sin embargo, apodaban así.
Hasta su molino, que aprovechaba las aguas del río San Juan que rodea la finca, acudían los habitantes del pueblo de Ventosilla y Tejadilla para llevar su cosecha y obtener harina. Hasta siete de sus muelas podemos encontrar repartidas por aquí y por allá como piezas de decoración, algo para lo que también vale el viejo huso, que sirve como pilar a la estructura de madera de enebro del salón. Los rodeznos lucen ahora en las fachadas de las dos casas que forman este coqueto alojamiento. La principal, con tres habitaciones, es el propio molino; la secundaria, con dos, es un telar.
El Ebro sigue marcando nuestros pasos. Sus aguas fluyen bajo el suelo de cristal de la Librería del Poeta, estancia que forma parte del Molino Tejada, en Valderredible (Cantabria). Escondido entre tierras de cultivo, un molino de piedra del XVI es el corazón de esta finca que incluye nueve suites con nombres de escritores (Miguel Delibes, Gabriela Mistral…). Disponen todas de cocina y baño completo, en algunos casos, con jacuzzi. En ellas combinan a la perfección las piedras centenarias de un metro de grosor de las paredes con camas extragrandes con románticos baldaquines. Como dicen por aquí, el silencio suena muy bien.
En la profundidad del bosque de A Fervenza, majestuosa fraga con robles de más de 300 años de edad, emerge, en las riberas del Miño, en Lugo, un viejo molino del XVII frente al cual se alza Fervenza Casa Grande. Cuenta con siete habitaciones dobles y un restaurante, en el que es posible rememorar la vida de sus primeros propietarios. En él se conservan los antiguos hornos de leña que el muiñeiro usaba para cocer el pan y una sorprendente mesa sin patas, anclada en el aire por medio de un curioso artefacto, que antaño servía para levantar la piedra del viejo molino.
Situado en plena huerta, en Monreal del Campo, Teruel, en el Hotel El Molino se disfruta de la naturaleza. El rumor del agua es constante: este antiguo molino harinero fue construido en 1529 sobre el Jiloca. A la entrada queda al descubierto toda su maquinaria, que ha sido restaurada para que pueda volver a funcionar. Un lugar con mucha historia, como lo son también el Caserón de la Fuente, construido a partir de un molino harinero con más de 200 años, en Albarracín, y el Molí del Mig, cuyos orígenes se remontan a principios del s. XV.
En aquellos tiempos, la reina Violant de Bar autorizó a la familia Pons, que administraba el patrimonio real en Torroella (Girona), a usar el agua del Ter para construir varios molinos, uno de los cuales se llamaba Molí de Mig, o, lo que es lo mismo, este Molino del Medio en el que hoy podemos dormir. Edificado en el s. XVII junto al río Riudebitlles, en el Penedès norte (Barcelona), el molino que en la actualidad es El Molí Blanc no solo estuvo especializado en la obtención de harina: fue usado, sobre todo, para fabricar papel. Cuenta con cuatro habitaciones y se puede alquilar completo.
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