El pueblo más pequeño de Italia: 33 habitantes, infinitos encantos
El núcleo de población grande más cercano que tiene es Lecco, a más de 22 kilómetros.
Oculto entre montañas en la región de Lombardía aparece un pequeño municipio de solo 33 habitantes que en 2020 dio la bienvenida a un bebé después de ocho años sin un nuevo vecino. Italia es uno de los países con la tasa de natalidad más baja de Europa y la noticia de un embarazo en plena pandemia en este recóndito lugar se recibió como agua de mayo. Ni siquiera hay escuela y los vecinos -casi todos mayores y alguna pareja joven- viven en una docena de casas situadas en el centro. Hablamos de Morterone, un pueblo hoy independiente que antiguamente se repartía entre varias aldeas por todo el territorio lombardo.
Los primeros registros de la zona datan del siglo XV, cuando era una comunidad de tres familias acomodadas: Invernizzi, Locatelli y Manzoni. Dos siglos más tarde se vendió al tesorero del Estado de Milán. Ya con la entrada del XX y la escasa evolución de sus infraestructuras, comenzó a despoblarse. Prácticamente todos los habitantes eran bergamines, por lo que regresaron a su ciudad originaria. Hoy recibe visitas sobre todo en verano, ya que la serranía de la zona llama la atención de los viajeros más deportistas y amantes de la naturaleza.
El museo al aire libre
Pese a que los vecinos cada vez son menos, desde 1988 el pueblo ha participado en un proyecto por el que sus calles se han convertido en el Museo de Arte Contemporáneo Abierto de Morterone. En su inauguración, el artista Rudi Wach dijo que el pueblo podía "convertirse en una Atenas moderna". A esto añadió: "¿El museo? Es importante y necesario como todas las cosas absurdas. Representa la manifestación de un pensamiento fuerte, unido al mundo precisamente porque toma sus estímulos; así se convierte en un hecho cognitivo, una indicación de lo que viene después".
Las propias casas forman parte del arte que caracteriza este peculiar lugar, como 'La porte s'envole', de François Morellet o 'Wächter' de Rudi Walch. Esa sensación de que el tiempo permanece detenido se rompe cuando se aprecian todas estas obras, que nos hacen recordar que estamos en el siglo XXI y que dan apariencia de pueblo vivo a Morterone. La naturaleza inalterada en conjunción con la zona habitada ofrece un lugar de reflexión, de estímulo al pensamiento y a la poesía; un diálogo constante entre arte y naturaleza.