Impresionismo en estado puro: reabren los jardines que inspiraron a Monet

En más de cuatro décadas modeló la casa de una manera muy propia y original, con unos jardines de inspiración japonesa incluidos.

Unos jardines que merecen la pena, y mucho.
Unos jardines que merecen la pena, y mucho. / Istock / iShootPhotosLLC

Un artista siempre tiene sus musas y sus fetiches. En el caso de Claude Monet fueron los jardines de su casa en Giverny, a 75 kilómetros de París. En aquella morada que le sirvió de hogar durante 43 años, de 1883 a 1926, fue donde pintó algunas de sus obras más reconocidas, las que le otorgaron el sobrenombre de uno de los mejores artistas impresionistas de la historia. De lo que no se daba cuenta era de que en su propia casa estaba creando una auténtica obra maestra que volvió a abrir al público el 19 de abril.

Uno de los tantos cuadros que Monet dedicó a los nenúfares de su jardín

Uno de los tantos cuadros que Monet dedicó a los nenúfares de su jardín

/ Istock / JayBolvin

La obsesión por la luz, el color y el orientalismo se plasma a la perfección entre las paredes y también fuera de la residencia. Han pasado casi cien años desde que aquel lugar quedó deshabitado, pero parece que era ayer cuando el artista se paseaba por su jardín, buscando una inspiración que él mismo había creado poco a poco. Cuando la adquirió, con 43 años, se encontró con una antigua prensa de manzanas de pequeñas dimensiones y una granja adosada.

Las vistas desde una de las salas de la casa de Monet

Las vistas desde una de las salas de la casa de Monet

/ Istock / AGaeta

Monocromia separando espacios

La amplía y remodela a su gusto, hasta crear un taller que hacía las veces de hogar familiar. Pinta la fachada de color rosa y puertas y ventanas de un verde intenso al contrario del gris usual y que se combina directamente con las plantas que crecen alrededor de la casa. Frente a una de las puertas de entrada, se interpone una pérgola cubierta de rosales que se entremezcla con una viña virgen que trepa la fachada. La entrada izquierda da acceso a la habitación de Monet, la central es la principal y la de la derecha es la del servicio.

La cocina azul de Monet

La cocina azul de Monet

/ Istock / Liz Albro Photography

Esta última conecta con la cocina, cuyas paredes están alicatadas con azulejos de un color azul cielo con toques más oscuros, armonizando con la madera de las sillas y el fregadero, el negro de la cocina y el horno con acabados en dorado y las ventanas verdes. Cuando la puerta se abre, se observa al fondo la sala más llamativa: un comedor completamente amarillo que parece salido de un cuadro de Van Gogh. Su habitación funcionaba como sala de exposiciones, con obras de artistas amigos como Cezanne, Picasso o Manet.

Esa monocromía se olvida en cuanto se pone un pie en su estudio personal, donde tenía sus lienzos colgados -hoy los originales están en el museo Marmottan-Monet de París- rebosantes de luz y color. Los muebles que el propio artista seleccionó continúan prácticamente intactos donde él los colocó. El exterior es si cabe aún más impresionante. Juega con la naturaleza para crear un jardín acuático de inspiración japonesa, una cultura que tanto admiraban los artistas de su tiempo -y que más tarde ensalzarían otros artistas como Freddie Mercury en su casa-.

Fachada principal de la casa de Monet

Fachada principal de la casa de Monet

/ Istock / folgt

El jardín japonés

Aunque en lugar de colocar un puente de color rojo tradicional, optó por pintarlo de verde turquesa. A su alrededor crecen bambús, arces, peonias japonesas, gingko biloba y sauces llorones. Sobre el agua flotan nenúfares, que llegaron algo más tarde fruto del azar, como él mismo explicó: "Me encanta el agua pero también me encantan las flores. Por eso, una vez lleno el estanque pensé en cubrirlo de plantas. Cogí un catálogo y tomé una decisión al azar, eso es todo".

Con la llegada de la primavera, los jardines más impresionistas del mundo adquieren su máxima belleza

Con la llegada de la primavera, los jardines más impresionistas del mundo adquieren su máxima belleza

/ Istock / AniksTolk

Así, su rincón japonés, su jardín inspiracional, su edén, adquirió una función de taller al aire libre donde pintó la serie de los nenúfares en 1897. Como buen impresionista pintaba a la intemperie, plasmando lo que acostumbraba a ver todos los días en sus lienzos, con pinceladas sueltas y alegres. Esa fascinación hacia su propio hogar conformó su figura y su personalidad. Los nenúfares que flotaban entonces no son los mismos que flotan ahora en ese mismo estanque, pero sus cuadros los guardan para la eternidad.

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