La Ruta del Vino de Rueda: el laberinto subterráneo que te sorprenderá

Eternamente ligado al vino, recorrer este territorio castellano dibujado con cepas retorcidas supone repasar la historia a la sombra de mujeres poderosas, descubrir la elegancia del mudéjar y maravillarse con una gastronomía de bandera.

Bodega Campo Eliseo en La Seca, Valladolid.
Bodega Campo Eliseo en La Seca, Valladolid. / Cristina Candel

Hay un territorio en el corazón de Castilla y León que se lo debe todo a una uva. Su cultura, su fisionomía y hasta el carácter de unas gentes que han convertido la tradición vitivinícola en el mayor orgullo de su patrimonio. Esta uva es, además, la estrella de una Denominación de Origen que ha conquistado el mundo. El alma mater de unos vinos pajizos y afrutados que se cuentan entre los más internacionales de España.  

A estas alturas, muchos ya lo habrán adivinado: hablamos de Rueda, esa zona de producción que se extiende principalmente por la provincia de Valladolid, aunque también abarca parte de Segovia y de Ávila. La cuna de unos blancos deliciosos que tienen su razón de ser, ya lo habrán adivinado también, en la uva autóctona verdejo.   

Cata de vinos en la bodega Montepedroso con vistas a sus viñedos.

Cata de vinos en la bodega Montepedroso con vistas a sus viñedos.

/ Cristina Candel

“Aquí todo gira en torno a este néctar de color dorado que llegó a ser considerado el vino de la corte en la época de los Reyes Católicos.” Lo explica la responsable de enoturismo de la bodega Campo Eliseo, cuyo nombre, por cierto, no puede ser más apropiado: María de las Viñas Tobes. “Tanto es así que, durante la Edad Media, las bodegas estaban debajo de las casas, a diferencia de otras zonas en las que quedaban a las afueras. Aquí se vivía encima del vino”, bromea. Y la verdad es que la D. O. Rueda, que integra 22 municipios y cerca de 30 bodegas, esconde todo un laberinto subterráneo bajo el paisaje de cepas retorcidas, bajo los viñedos infinitos que colorean los campos de ocres, verdes y rojos, bajo los suelos cascajosos que, junto con el clima continental, propician las condiciones óptimas para esta uva. 

Patio árabe del Real Monasterio de Santa Clara de Tordesillas.

Patio árabe del Real Monasterio de Santa Clara de Tordesillas.

/ Cristina Candel

Precisamente en Campo Eliseo encontramos estas galerías, a 20 metros bajo tierra, donde el vino no solo fermenta en barricas de roble francés, sino también en huevos de hormigón y en ánforas de gres. Y es que esta bodega, emplazada en el municipio de La Seca, en una bonita casa solariega del siglo XVII, es un ejemplo de las técnicas innovadoras que se están llevando a cabo en esta zona, sin perder de vista la tradición. Su propietario, François Lurton (perteneciente a una de las familias vinícolas más influyentes de Francia) ha apostado por otra variedad reconocida por la D. O.: la sauvignon blanc, con la que elabora vino Harmonía, elegido entre los mejores el mundo. 

Como Lurton, también los Martínez Bujanda, una histórica familia bodeguera de La Rioja, pusieron sus ojos en Rueda, esta vez para desarrollar un proyecto de viticultura sostenible en unas instalaciones contemporáneas de vidrio y hormigón. El resultado es la bodega Montepedroso, cuyos vinos (estos sí, cien por cien verdejo) reflejan el terruño, las particularidades del suelo, los sabores autóctonos. 

Vino y tierra es, en Rueda, un binomio indisociable. Por eso recorrer estos parajes vertebrados por el Duero pasa por visitar bodegas como estas, unidas a los templos de siempre. Los que presumen de solera, como Castelo de Medina, o los que se adscriben a la nueva tendencia de la elaboración ecológica, como Menade. Los que son todo un legado de arte como Mocén, o los que ofrecen añadidos singulares como Yllera, con la recreación del Hilo de Ariadna en su universo subterráneo: un espectacular sistema de túneles que conforman un laberinto y que convierten la visita en una original experiencia con tintes mitológicos. 

Plaza Mayor de la Hispanidad de Medina del Campo.

Plaza Mayor de la Hispanidad de Medina del Campo.

/ Cristina Candel

Pero más allá de su dimensión enológica, el vino también sirve como hilo conductor para repasar la Historia bajo la sombra de mujeres poderosas, descubrir la elegancia del mudéjar en bonitas villas castellanas y maravillarse con propuestas de bienestar como la de Castilla Termal Olmedo. Este hotel, asentado en lo que fuera un convento de monjas de clausura que se remonta al siglo XII, esconde un fabuloso complejo termal con novedosas técnicas en las aguas medicinales, beneficiosos tratamientos para el organismo y un claustro con impactantes piscinas donde el estrés tiene prohibida la entrada. Con este, y con el resto de los establecimientos del grupo Castilla Termal, Roberto García apuesta por revitalizar edificios históricos en la España vaciada. 

La Ruta del Vino de Rueda no debe pasar por alto su gran emblema patrimonial: el Castillo de la Mota, en Medina del Campo, al que los Reyes Católicos convirtieron en un referente europeo de las fortalezas defensivas añadiéndole un foso y una galería de tiro. Un monumento que no solo guarda una agitada historia de la que se dan muestras en visitas teatralizadas, sino que es, además, uno de los más bellos ejemplos de mudéjar que existen en la región. Este arte basado en el ladrillo y en el juego de la geometría, punto de encuentro entre la cristiandad y el islam, tiene vestigios en pueblos como Fresno el Viejo, Pozaldez, Serrada… aunque tal vez su muestra más significativa es el Real Monasterio de Santa Clara, en Tordesillas, todo un alarde de la sofisticación propia de la cultura andalusí.

Mural en la calle San Antón de Tordesillas.

Mural en la calle San Antón de Tordesillas.

/ Cristina Candel

Precisamente estas dos localidades, Medina del Campo y Tordesillas, han quedado ligadas a dos estandartes femeninos de la historia. La primera, con el Palacio Real Testamentario, donde la reina Isabel la Católica vivió, escribió su testamento y finalmente murió. La segunda, con el rastro conmovedor que dejó su hija, Juana I de Castilla, allí donde fue confinada hasta su fallecimiento. 

Hoy Tordesillas, más allá de Juana la Loca, es ese bonito municipio en el que Indalecio, Manuel y Víctor Rodríguez han logrado conquistar a figuras tan ilustres como Adrien Brody, Di Stéfano, Carlos Sanz o José Tomás. Desde su modesto taller, estos hermanos zapateros confeccionan a mano y a medida zapatos artesanales con curtido vegetal de la zona. Y lo hacen tal y como aprendieron de sus antepasados desde hace cinco generaciones. “A lo largo de un siglo, hemos actualizado los modelos y las hormas, pero la técnica sigue siendo artesanal, la de toda la vida”, cuentan.

Plaza Mayor de Tordesillas.

Plaza Mayor de Tordesillas.

/ Cristina Candel

La tradición, la sabiduría del hombre en sus labores ancestrales, marca la historia de esta tierra en todos sus aspectos. También en el de la gastronomía, el complemento perfecto a los vinos. Hasta el queso, comúnmente asociado a los tintos, encuentra un maridaje ideal con los blancos de Rueda. Así, al menos, lo cree Rubén Valbuena, conocido como el Quesero de las Estrellas por su capacidad para surtir a los restaurantes del firmamento Michelin. “Los vinos blancos afrutados armonizan mejor con el queso, especialmente de pasta blanda”, asegura desde Granja Cantagrullas, allí donde decidió volver para cumplir su sueño quesero después de recorrer medio mundo como comisionado de la ONU. 

Pero no solo de rico queso vive la gastronomía de Rueda, a la que todos identificarán con su protagonista indiscutible. A saber, el lechazo, alimentado con la leche de la oveja churra y asado en horno de leña. Con este plato comenzó su andadura Miguel de la Cruz para derivar en lo que es hoy el restaurante La Botica, en Matapozuelos, agraciado con una estrella Michelin. Su menú, con fuerte presencia de piñas y piñones (“son los productos más importantes en esta zona de pinares”) es una delicia suprema, como también lo es el que ofrece el reputado chef Martín Berasategui en el restaurante El Hilo de Ariadna, a 20 metros bajo tierra. La creatividad de sus platos anuncia vientos de modernidad en esta Ruta del Vino de Rueda, junto al pasado orgulloso que descansa bajo la bruma. 

Bodegas y restaurante El Hilo de Ariadna en la localidad de Rueda.

Bodegas y restaurante El Hilo de Ariadna en la localidad de Rueda.

/ Cristina Candel

Vecinos de Rueda

Asela Álvarez y Rubén Valbuena, de la Granja Cantagrullas

Poco podía adivinar este joven doctor en Geografía que, tras recorrer el mundo como consultor de la ONU, acabaría en un pequeño municipio de apenas 50 habitantes, donde encontró “un oasis de tranquilidad en plena naturaleza”. Lo hizo para abrir una minúscula quesería artesanal que hoy surte a los mejores restaurantes de España. Por eso se le conoce como el Quesero de las Estrellas (Michelin). En 2014 creó Cultivo en Madrid para tener un punto de venta propio. Una tienda gourmet que cuenta ya con tres sedes en la capital y punto de encuentro de los amantes del queso.

Asela Álvarez y Rubén Valbuena.

Asela Álvarez y Rubén Valbuena.

/ Cristina Candel

Miguel Ángel de la Cruz, chef del restaurante La Botica

Lo llaman el cocinero recolector porque en sus fogones del restaurante La Botica, en Matapozuelos, que cuenta desde 2012 con una estrella Michelin, se encuentra encerrado el paisaje de la Ruta del Vino de Rueda. Raíces, hierbas y especialmente piñas y piñones pueblan sus deliciosos platos de factura contemporánea, pero con un absoluto respeto al medio ambiente y a los productos de proximidad. “Intento ofrecer una cocina local y artesana, con procesos y recetas tradicionales, aunque con gran elaboración”, señala. De los vinos, entre los que destacan los verdejo, se encarga su hermano Alberto. 

Chef Miguel Ángel de la Cruz.

Chef Miguel Ángel de la Cruz.

/ Cristina Candel

Indalecio Rodríguez, zapatero

A cinco generaciones se remonta este negocio familiar de calzado artesanal, que tiene su modesto taller, Calzados Rodríguez, en una casa solariega de Tordesillas. Aquí Indalecio, junto a sus dos hermanos, confecciona zapatos a mano y a medida con materiales naturales.

Indalecio Rodríguez.

Indalecio Rodríguez.

/ Cristina Candel

Con ellos han vestido el pie de Adrien Brody, Di Stéfano, Carlos Sanz o José Tomás. “Es un milagro que en un mundo tan industrializado podamos seguir trabajando como se hacía hace un siglo”, reconocen. Aunque eso sí, hace unos años cayeron en la tentación de internet y hoy muchos les contactan a través de su web (calzadoamedida.com). 

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