La primavera conquista Sevilla: un recorrido por la ciudad de la mano de sus vecinos

La ciudad de la Torre del Oro, la de Triana y la Macarena, la de la Giralda, el Guadalquivir y los naranjos es también la de la vanguardia y el futuro.

Un recorrido por Sevilla en plena primavera.
Un recorrido por Sevilla en plena primavera. / Istock / alxpin

El olor a azahar es lo primero que impresiona: es poner un pie en Sevilla y que la fragancia que desprenden sus cientos, miles de naranjos, se apodere de todo. Después vendrán también el jazmín y el incienso que, en el rincón menos sospechado, al volver cualquier esquina, sorprende a locales y foráneos por su singularidad. Son los aromas de la primavera, esa que tanto se celebra por esta tierra sureña.

Calesa frente a la Giralda.

Calesa frente a la Giralda.

/ Félix Lorenzo

En esta ciudad cuyas calles, siempre atestadas de gente, hablan también de historia y de tradición, de raíces árabes, cristianas y judías, de paseos bajo el sol. Una urbe que, además, defiende con ahínco su mirada hacia el futuro. No en vano, Sevilla fue Capital Europea del Turismo Inteligente 2023, demostrando así su apuesta por un modelo de desarrollo turístico inclusivo, sostenible y digital que deja claro que camina hacia adelante con la misma fuerza que se aferra a sus orígenes. 

El placer de perderse

No hay mejor forma de empaparse de la esencia hispalense que dejando a la intuición tomar las riendas. Así se descubren, sin prisas, los secretos de una ciudad de marcada idiosincrasia definida en los últimos años por la constante apertura de hoteles de lujo en su centro urbano, templos hedonistas que están revolucionando la escena del hospitality sevillano. 

En la Plaza del Duque, a un salto de las comerciales Sierpes y Tetuán y de la mítica Confitería La Campana —sus paredes atesoran más de 100 años de historia—, se inauguró este año el Hotel Don Ramón, un cinco estrellas gran lujo del grupo Kaizen Hoteles que ocupa una majestuosa casa palacio del siglo XVI. “En su rehabilitación se han rescatado detalles originales, como artesonados y escaleras, enrejados, columnas o el empedrado de la entrada: me gusta recuperar el pasado”, explica Marisa C. de Azcárate, fundadora y presidenta de Kaizen Hoteles. 

Terrazas en la calle Mateos Gago.

Terrazas en la calle Mateos Gago.

/ Félix Lorenzo

Muy cerca se alza también el monumento arquitectónico que el alemán Jürgen Mayer inauguró en la ciudad en 2011 y con el que cambió para siempre su skyline. Un descomunal enrejado en madera que funciona a modo de parasol y a la vez de pasarela: las Setas, como se las bautizó por decisión popular, son el balcón perfecto desde el que asomarse a la Sevilla de azoteas y ropa tendida, la de las espadañas y campanarios de iglesias. Una muestra de que en la capital andaluza siempre hay que mirar hacia arriba: su arquitectura atesora rincones y detalles por descubrir. 

En el vecino barrio de la Alfalfa los edificios señoriales se fusionan con un hervidero de negocios inspirados en una línea artesanal y artística que buscan salirse de los estereotipos: espacios y galerías de arte como Delimbo, Berlín o Más Cara que Espalda se alternan, por ejemplo, con la casa natal de Velázquez, futuro centro de interpretación del artista del que se cumplen 400 años de su nombramiento como pintor de la Corte.

Tienda de cerámica en el barrio de Triana.

Tienda de cerámica en el barrio de Triana.

/ Félix Lorenzo

También con concept stores como La Importadora o Isadora, que ofrecen marcas independientes de moda y complementos dando una vuelta de tuerca al mercado más clásico. Propuestas que conviven con las tiendas de siempre y con mucha moda flamenca: los escaparates del centro de Sevilla lucen espectaculares trajes regionales de los diseñadores más venerados. No muy lejos, en torno a la Alameda de Hércules y a la sevillanísima calle Feria, el lado más canalla de la ciudad deja hueco a proyectos tan diferenciadores como Orangerie, una preciosa tienda de plantas, o The Exvotos, cuyas manos artesanas —las de Daniel y Luciano— dan forma a cabezas-recipiente, entre otros tesoros, que son codiciadas más allá de nuestras fronteras.

La Sevilla monumental

No escatima la ciudad a la hora de conquistar a los visitantes con sus rincones: qué se le va a hacer si el barrio de Santa Cruz, antigua judería y uno de los cascos históricos más grandes del mundo, es bonito a rabiar. Lo compone un laberíntico entramado de callejuelas adoquinadas en las que viajar en el tiempo entre plazuelas escondidas, naranjos floreados, iglesias y casas-palacio cuyas fachadas hablan de leyendas, historia y literatura: es fácil imaginarse a Don Juan y a Doña Inés por estos lares. 

Plaza de España de Sevilla.

Plaza de España de Sevilla.

/ Félix Lorenzo

También decenas de bares colmados de ambiente desde los que contemplar la vida pasar, o la mismísima catedral. “Hagamos un templo tan grandioso que los que lo vieren labrado nos tengan por locos”, dijo el Cabildo Catedralicio antes de ponerse manos a la obra. Un siglo más tarde, en 1507, daba por finalizado el gran templo de Sevilla. La imponente Giralda, alminar de la antigua mezquita, luce esbelta junto a ella con sus campanas y su veleta, visible casi desde cualquier lugar.

También desde el Patio de Banderas que sirve de salida al Real Alcázar, uno de los conjuntos monumentales más maravillosos que, junto al Archivo de Indias y a la catedral, son Patrimonio de la Humanidad. Sus salones, patios y jardines combinan estilos tan diversos como el islámico y el mudéjar, el gótico, el renacentista o el barroco, y dejan patente el paso de las distintas civilizaciones –incluidos los actores de Juego de Tronos— que de él han disfrutado. 

Patio de las Doncellas del Real Alcázar.

Patio de las Doncellas del Real Alcázar.

/ Félix Lorenzo

El síndrome de Stendhal continúa en la Plaza de España, en pleno Parque de María Luisa, que se muestra exultante en esta época. El gran proyecto de Aníbal González, genio sevillano y arquitecto responsable de las líneas del regionalismo que definieron la Sevilla de principios del siglo XX, fue esta descomunal plaza de 50.000 metros cuadrados levantada para la Exposición Iberoamericana del 29. Una suerte de abrazo a los países de Iberoamérica y a las colonias compuesto de 48 bancos, un canal y dos esbeltos torreones. No es de extrañar que cintas de Hollywood como el Episodio II de Star Wars o la mítica Lawrence de Arabia la eligieran para sus rodajes.

Vista de la Giralda desde el interior del Real Alcázar.

Vista de la Giralda desde el interior del Real Alcázar.

/ Félix Lorenzo

Para comérsela

La capital hispalense vive en la calle, más aún al llegar la primavera, cuando sale en masa a disfrutar de sus terrazas y azoteas, de sus paseos a la vera del Guadalquivir y de sus tardes de cañas con amigos. Pero también apuesta, cada vez más, por proyectos gastronómicos que están marcando tendencia. Restaurantes como Sr. Cangrejo o Amara, en el barrio del Arenal, Manzil o la barra omakase de Kinu, en el centro, están suponiendo una revolución.

La Sevilla más clásica, tanto en espíritu como en el plato, está en rincones como Castizo, Yebra, El Rinconcillo —y sus cuentas a tiza en la barra— o Casa Palacios, que lleva desde 1926 en el señorial barrio del Porvenir: tras tres generaciones de una misma familia al mando, Juanma Palacios sonríe al narrar que su increíble alacena se construyó con la madera del antiguo pabellón de Cuba, que se usó como moneda de cambio para pagar la cuenta acumulada durante meses en el bar por sus trabajadores. 

Patio en el casco histórico de Sevilla.

Patio en el casco histórico de Sevilla.

/ Félix Lorenzo

Para disfrutar de ricas viandas también es menester acercarse a los mercados de abastos, donde tomarle el pulso a la sevillanía más auténtica. En el de la Puerta de la Carne, el puesto de Casa Orzáez ofrece fermentados, compotas y lácteos ecológicos de leche de cabra cruda de la raza autóctona Florida elaborados en su quesería, Mare Nostrum. También se pueden disfrutar en su nueva cafetería en la trianera calle Betis.

Al otro lado del río

Con su propio carácter y sentir, cruzar el Puente de Triana para aterrizar en este barrio rebosante de solera, patria de marineros, flamencos y toreros, es hacerlo en otra dimensión. Porque así es Triana: única y carismática. Tanto, que en sus callejuelas empedradas incluso tuvo lugar toda una industria alfarera, un movimiento que alcanzó su cénit en el siglo XV, cuando la ciudad funcionó como Puerto de Indias, y con la Exposición del 29. 

Monumento las Setas.

Monumento las Setas.

/ Félix Lorenzo

Hoy, las huellas de aquel pasado se hacen fuertes en sus tiendas de cerámica y en las fachadas de sus antiguas fábricas de las calles Alfarería o Castilla. A los pies del Guadalquivir, Manuel Llerena homenajea aquella época desde el restaurante De la O, donde sus recetas de nueva cocina son servidas en platos de cerámica elaborados en un horno instalado en su propio sótano. Un nuevo guiño a la historia que demuestra que Sevilla es pasado y futuro, ayer y mañana. Una urbe efervescente en la que, llegada la primavera, se contagian las ganas de vivir.  

Vecinos de Sevilla

Luisa Pérez Riu, diseñadora de moda flamenca 

Tras estudiar Diseño de Moda en Barcelona, Luisa regresó a su tierra convencida de que su futuro estaba vinculado a los trajes de flamenca y abrió su propia tienda en el centro de Sevilla: “Lo bueno es que es el único traje regional que tiene moda, vamos variándola cada año según las tendencias”, afirma la diseñadora que, cada primavera, al llegar la Feria de Abril, viste a decenas de mujeres de todos los rincones de España. Eso sí, se declara defensora de algunas tradiciones: “Me gusta el traje con volantes, mangas, pelo recogido, flor, pendientes grandes y mantoncillo”, afirma.

Luisa Pérez Riu.

Luisa Pérez Riu.

/ Félix Lorenzo

Jesús León y Fátima Villanueva, chef y sumiller del restaurante Sr. Cangrejo

Las manos y el talento de estos jóvenes ha llegado con fuerza al 21 de la calle Harinas, en el barrio del Arenal. Tras una completa trayectoria profesional en los fogones y salas de prestigiosos restaurantes, hoy han hecho realidad su sueño: la apuesta por una cocina de autor donde abundan los sabores andaluces trabajados de manera muy personal y con gran protagonismo de fermentados, encurtidos y escabeches. ¿Los vinos? Con protagonismo también del sur. 

Jesús León y Fátima Villanueva.

Jesús León y Fátima Villanueva.

/ Félix Lorenzo

Juanma González, propietario de Orangerie

La crisis sanitaria hizo que Juanma cambiara el sector del turismo por su gran pasión, y así nació Orangerie, una coqueta tienda de plantas y flores que es su proyecto más personal.

Juanma González.

Juanma González.

/ Félix Lorenzo

Un espacio en el 5 de la calle Correduría donde siempre es primavera y en el que volcó de lleno su pasión por la botánica. Entre peonías, tulipanes, helechos y ficus, ha logrado crear una jungla de lo más singular rebosante de exotismo con la que consigue trasladar a sus clientes a los rincones más remotos del mundo.

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