Entrevista a Carlos Sobera, presentador

Nació en Baracaldo (Vizcaya) hace 53 años, en una familia de emigrantes de ascendencia castellana y aragonesa. Antes de actor, presentador y productor teatral fue profesor de Derecho en la Universidad del País Vasco. Siente los colores del Athletic de Bilbao y una atracción especial por las culturas precolombinas. En estos momentos prepara una adaptación teatral de la telenovela "El secreto de Puente Viejo", que se estrenará después del verano en el Teatro Calderón de Valladolid.

Carlos Sobera
Carlos Sobera / César Lucas Abreu

Hay detalles que descubren los gustos de la persona que ocupa este despacho de la productora Arequipa, en San Sebastián de los Reyes, Madrid: la mochila tirada sobre un sofá, la bola del mundo encima de la mesa y un gran mapamundi en la pared. Carlos Sobera es un vizcaíno echado para adelante, vividor, optimista y con gran sentido del humor. Al indagar sobre las experiencias viajeras de este maestro de los concursos televisivos, la mayoría de las pistas apuntan al continente americano y a los viajes solidarios por África, aunque no faltan otros destinos vinculados al entorno familiar. "Me gusta viajar con sentido, conociendo culturas y tomando apuntes", afirma mirándote a los ojos y sin pestañear.

¿Cuál es el viaje de su infancia que más recuerda?

El que hice, con 12 ó 13 años, a Santander. Éramos cuarenta chavales del colegio y el padre Paulino nos dijo que levantáramos la mano los que quisiéramos entrar a las cuevas de Altamira, y yo la levanté. Había que pagar unas pesetillas y solo podíamos entrar 28. Pero algún jeta se coló y me quedé sin ver las pinturas de Altamira. Fue un trauma. Dos años después las cerraron. Ahora ya me niego a intentarlo.

Creo que las vacaciones entonces las pasaba en el pueblo de su madre, Cubillos de Losa (Burgos).

Era lo que tocaba. Hacíamos turismo rural. Mientras yo cuidaba las vacas, mi madre recogía patatas o ayudaba en las faenas del campo. Mi padre era de Borau (Huesca), y el viaje que recuerdo con más cariño fue uno que hicimos en los años 60 en un Seat 850 por Jaca, Aisa y el pirineo aragonés. Lo recuerdo especialmente porque a mi padre le di tanto la matraca que acabó comprándome una guitarra que había visto en un escaparate al pasar por Zaragoza. Ahora, cuando mi hija Natalia me pide una cosa, me acuerdo de aquel pedazo de guitarra.

Ya iba para artista.

A los 16 años formé un grupo musical en el colegio. Pero la obsesión de mis padres era que estudiara una carrera. Hice Derecho, probablemente por culpa de la serie Ironside. Fue una experiencia muy buena y me sirvió para ganarme la vida.

Aunque su productora se llama Arequipa, explica que el nombre lo decidió antes de conocer la vieja ciudad peruana, de la que destaca sus piedras de sillería blancas, así como las estaciones de ferrocarril abandonadas que salpican el cañón del Colca, entre Arequipa y Cuzco. Sin embargo, antes de dejarse atrapar por el mundo precolombino, Carlos Sobera cruzó los Pirineos.

Viviendo en el País Vasco, viajaría a Francia con relativa frecuencia.

No creas. Yo no hice mi primer viaje al extranjero hasta pasada la veintena, y eso que los de Bilbao podemos ir a donde nos plazca. Pero, sí, mis primeros viajes al exterior con amigos fueron Biarritz, Hendaya, Bayona... Después, con 28 años, fui a Londres. No obstante, mi primer gran viaje, el que más me impactó, fue a Grecia; recorrí Meteora, las islas Mykonos, Santorini, Olimpia y Delfos.

¿Siempre le gustó lo antiguo?

Me encantan las ruinas. Viajo mucho a México, Perú, Colombia... Todo lo que sea inca, moche, azteca o maya me vuelve loco. Me encanta la ciudad de Chan Chan. Hay poblaciones que son míticas, al mismo tiempo que místicas, como Arequipa, Cuzco, Antigua, en Guatemala, o Cartagena de Indias, en Colombia.

¿Cuál es su viaje pendiente?

Tengo ganas de conocer India, Vietnam, Tailandia -de Asia solo conozco Japón- y Australia.

¿Hasta qué punto es importante para usted viajar?

Para mí viajar es la vida. Llevo años preparando un libro con las experiencias vividas en mis viajes.

¿Un paisaje?

Machu Picchu es lo más hermoso que he visto en mi vida. Allí hay una energía que me absorbe por completo.

¿Una ciudad?

Londres, Nueva York, Bogotá... Para vivir elegiría alguna de la costa de Colombia, de Costa Rica, Puerto Rico o incluso Miami. Otra ciudad que me atrapa mucho es La Habana porque es una especie de viaje en el tiempo.

Alguna anécdota que se pueda contar de sus peripecias viajeras.

En un crucero por el Adriático, año 1990, me perdieron la maleta antes de embarcar, en Dubrovnik, y no la recuperé hasta siete días después, cuando cogimos el vuelo de regreso a Madrid. Estuve una semana vistiéndome con la ropa que me prestó un catalán, cuyo nombre ya no recuerdo. Me prestó hasta sus calzoncillos. Entré en varias tiendas de Dubrovnik y lo que me encontré fueron calzoncillos que se ponía mi padre en los años 30 o 40. ¡Qué modelos! Dije: "La madre que me parió, pero si estos tíos visten como en España hace cincuenta años". Así que con la muda que me prestó aquel buen señor aguanté una semana.

¿Qué papel desempeña la televisión en el mundo de los viajes?

Despierta la curiosidad. Últimamente hay cierta saturación. Españoles por el mundo, madrileños por el mundo, vascos por el mundo...

Y si un concursante le pide consejo sobre un lugar al que viajar...

A los españoles les aconsejo América, porque allí hemos dejado una gran herencia y hay culturas precolombinas maravillosas. Cualquier lugar del mundo es interesante. Hasta el Ártico tiene que ser una maravilla, solo que igual se te enfrían las pelotas.

Apoyo a proyectos solidarios

"Hay que estar a la altura de las circunstancias"

Primero con World Vision y luego con Fe y Alegría, el popular presentador ha recorrido algunos de los lugares de mayor pobreza del mundo. El impacto que le han causado estos viajes de cooperación humanitaria queda reflejado en las duras experiencias que recuerda de ellos: "El último viaje que hice a El Chad, en octubre, fue durísimo. Teníamos temperaturas altísimas, problemas con el agua y con los mosquitos que provocan la malaria; solo desayunábamos pan y leche. Son experiencias y momentos en los que tienes que saber estar a la altura de las circunstancias. Tienes diarreas, te dan vomitonas... pero es una bonita experiencia".

Otra expedición que no olvidará nunca Carlos Sobera fue la realizada por la comarca más pobre de Guatemala, en el noroeste del país, junto al Estado de Chiapas: "Cuando vi las chozas de adobe con tejados de uralita, en una montaña casi inaccesible, me quedé impresionado. Me contaban que algunos niños morían de fuertes diarreas al no poder bajarlos al médico, o porque el médico no subía hasta allí arriba. Me impresionó también mucho Zimbabue, una sociedad medieval y machista, con enfermos de Sida que violan a las niñas porque creen que si hacen el amor con una niña virgen se curan".

Finalmente el presentador se detiene en Bolivia y en sus chozas de adobe, donde la vinchuca hace estragos y provoca, a través del mal de Chagas, la muerte aplazada de muchos jóvenes. Y no hay remedio contra eso: "Después de ver estas cosas no puedo preocuparme porque me corten el agua corriente en casa durante diez días".

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