Alentejo, fragancia de lavanda, por Carlos Carnicero

El blanco envolviendo la piedra de los edificios tiene efectos telúricos sobre los habitantes del Alentejo.

Alentejo, fragancia de lavanda, por Carlos Carnicero
Alentejo, fragancia de lavanda, por Carlos Carnicero / Ximena Maier

El Parque Natural da Serra de São Mamede es un hemisferio de concordia y de vegetación verde, incluso en el tórrido mes de agosto, porque establece un microclima del que se benefician las ciudades colindantes del Alto Alentejo. Territorio de frontera de numerosas disputas, está adobado de fortificaciones y castillos en justa correspondencia con la importancia militar que ha tenido en su historia.

A la flora de su vegetación endémica habrá que añadir ahora la lavanda. Esta planta aromática, de la familia de las lamiáceas, se cultiva más al norte, como en la Provenza o en algunas regiones de Croacia. Su aspecto profiere a los campos de cultivo una visión fosforescente, y su eclosión se produce, según las latitudes, a partir de la primera quincena de junio. Ahora, la lavanda portuguesa será madrugadora.

Teresa y Esteban, de edad terciada, decidieron abandonar sus trabajos de economistas en la capital portuguesa para emprender la aventura de la lavanda. Levantaron un edificio moderno y confortable, exquisitamente decorado, para acoger a húespedes que, al cabo de unos minutos de arribar a Quinta das Lavandas, se convierten en verdaderos amigos.

En este emprendimiento, rodeado de cultivos de lavanda, se destilan artesanalmente los aceites esenciales de esta planta y se empiezan a comercializar en forma de agua mágica hidratante y otras sutiles utilizaciones de esta planta medicinal, relajante y tranquilizadora. Artesanía al servicio de un sofisticado hedonismo que no requiere de aspavientos.

El placer en Quinta das Lavandas es el dolce far niente de no hacer otra cosa que pensar, reflexionar, pasear, disfrutar de su piscina y de las pacientes explicaciones de los anfitriones.

Los pueblos del Alentejo portugués tienen una tentación perfeccionista. El blanco envolviendo la piedra de sus edificios históricos tiene unos efectos telúricos sobre sus habitantes, que gravitan en conformidad con la tierra que les acoge.

Cerca de los cultivos de lavanda está también la ciudad de Marvão. Amarrada a las peñas de un encrespado monte, amurallada por sus cuatro costados y con la soberbia heredada de su fundador, Abd al-Rahman ibn Muhammad Ibn Marwan Ibn Yunus al-Yilligi al-Marid, caudillo musulmán conocido como Ibn Marwan al-Yilliqui, el hijo del gallego, que desafió al Califato de Córdoba en el siglo X y se hizo fuerte en las zonas altas del Alentejo.

Desde lo más alto del castillo de Marvão se divisa un horizonte pulido de sensibilidad y un urbanismo, probablemente inconsciente, que facilita la conformidad con uno mismo. Dudé mucho antes de escribir estas letras. Me debatía entre el egoísmo de mantener en secreto el descubrimiento de Quintas das Lavandas y la exigencia ética y estética de su divulgación.

Me he conjurado con Isabel y Nuria, dos inteligentes y sosegadas amigas de verdad, en establecer este lugar mágico como epicentro de meditaciones, confesiones y fábrica de sueños, que a partir de la publicación de este artículo dejará de ser secreto.

Tiene Portugal, y muy especialmente el Alentejo, condiciones para el reencuentro personal. Sugiere que el tiempo ya no es un factor dinámico porque el pasado y el futuro se mixtifican para simular la inmortalidad. Por eso, al atardecer pensamos que teníamos tiempo para edificar varias vidas sin que fueran ni simultáneas ni sucesivas.

Esteban, con un sempiterno sombrero de paja de ala ancha, que ni siquiera cumplía su tradicional oficio de evitar el profundo moreno de su rostro de sol y lavanda, nos acercó un frasco de agua aromática y nos retó a que la hidratación de la piel estuviera exenta de la grasa de las cremas.

Entonces, solo entonces, reclamamos el derecho a reconocer que tenemos justo el tiempo para las cosas importantes de la vida. Y tal vez para recogernos en un rincón que nos permita sencillamente ser nosotros mismos. La próxima cita, en primavera, para observar con paciencia y sin interés la eclosión de la cosecha de lavanda.

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