Viaja en el tiempo bebiendo una cerveza en este pub inglés del siglo XVIII
El lugar conserva el encanto de la época, aunque desde entonces se ha modificado en gran medida.
Aquellos lugares de ocio en los que los hombres se encontraban para beber hace más de cinco siglos han cambiado enormemente. Poco queda de las tabernas como oscuros locales en los que raro era que en una noche no saliera alguien descalabrado. En Madrid, por ejemplo, se decía en el siglo XVII: "Es Madrid, ciudad bravía, que entre antiguas y modernas, tiene 300 tabernas y una sola librería". El patrón se repetía en toda ciudad, villa, pueblo y aldea que se preciara. Unas con mayor legitimidad que otras, pero todas con un mismo espíritu. Cerveza, música y jolgorio eran las piezas claves para que aquellos lugares se hayan perpetuado tanto en el tiempo.
Hoy no es común que se llamen tabernas, pero todavía hay algunas que mantienen con orgullo un nombre heredado de una historia que abrió la puerta a algo que es tan adorado a nivel mundial. Porque ya lo decía Gabinete Caligari, "no hay como el calor del amor en un bar". Aunque en sus inicios las tabernas no ofrecían bebidas alcohólicas, ya que las primeras están atribuidas a los árabes, poco a poco se convirtieron en un punto de encuentro después del trabajo donde los obreros se reunían para 'echar unas cervezas'. Fueron también la cuna de muchos clásicos de la literatura, llegando a tener una taberna de confianza donde escribían sus obras.
The Bath Arms
De la mano de las tabernas estaban las posadas, que acabaron por conformar los hoteles con los que tan familiarizados estamos actualmente. En Reino Unido hay uno que guarda el encanto de su pasado como posada rural tradicional y pub, The Bath Arms, fundado en 1736. A unas dos horas de Londres y media de Bath, el alojamiento ha evolucionado hasta convertirse en pub, restaurante con presencia en la guía Michelin y hotel -y cabaña- con jardín de una elegancia superior. El siglo XVIII todavía se respira en todos los rincones de este coqueto hospedaje, donde en ocasiones se siente que solo falta la vestimenta para transportarse a aquella época.
Las instalaciones cuentan con todas las comodidades del presente (televisión, acceso a internet, tratamientos de bienestar, spa...) pero con toques de un pasado ya lejano. En total dispone de 17 habitaciones de diversos tamaños, pequeñas, medianas y grandes, a las que se suma la cabaña Bramley. Aunque este pequeño oasis invite a no ser abandonado e incluso quedarse a vivir allí, el campo que lo rodea es de visita obligada. Se encuentra en el pueblo de Horningsham y dispone de excursiones y rutas tras las que se recibe a los hospedados en el pub con bebidas y refrigerios.
La gran variedad de cerveza local es la reina del pub, coronado por una barra de madera de roble, igual que los taburetes. El restaurante se reparte en varias salas y, bien antes o bien después de tomar una de las pintas mejor tiradas de todo Reino Unido -con aperitivo, si se quiere-, se debe probar alguno de los elegantes platos de temporada que se sirven allí. Comida basada en el pescado que se consigue en la costa sur, la carne de caza y los productos de las granjas de la zona. Todo está cuidado al mínimo detalle y nada desentona en un pub que hace las veces de máquina del tiempo.
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