La huella árabe en estancias de Córdoba

El influjo de la Mezquita de Córdoba resplandece en numerosos hoteles de la ciudad andaluza. En unos a través de su decoración, en otros debido a su historia y en algunos, incluso, por los servicios que ofrecen. Un rastro a seguir a través de perfumados jardines y ambientado con el relajante rumor del agua.

Palacio del Bailío
Palacio del Bailío / Álvaro Arriba

Gibraltar siempre ha sido un lugar conflictivo. El 30 de abril del año 710, el general bereber Tarik desembarcó con sus tropas junto al peñón. A partir de ese instante, la presencia musulmana en la Península Ibérica se prolongó durante siete siglos. Más allá de soflamas nacionalistas, es innegable que los árabes han aportado elementos fundamentales para entender la esencia de la personalidad española. Durante ese periodo, Córdoba se erigió en el centro de poder de Al-Ándalus. En la Edad Media, la ciudad del Guadalquivir floreció como uno de los centros artísticos, filosóficos y científicos de Europa gracias a los musulmanes, cuyos conocimientos entonces estaban muy por encima del resto de los pueblos occidentales. No en vano, el término Al-Ándalus, que engloba a todas las regiones de la península gobernadas por los musulmanes, significa en árabe "tierra de los vándalos". A pesar del tiempo transcurrido, la huella árabe está muy presente en la Córdoba del siglo XXI. En sus calles, en sus monumentos, en su gastronomía... e incluso en los ojos negros, de mirada profunda, de algunos de sus vecinos. La mezquita de Córdoba es uno de esos evocadores lugares que logran fácilmente que alguien viaje miles de kilómetros, utilizando distintos métodos de transporte y una cuenta corriente bien provista de fondos, para perderse durante tan solo unos minutos en su antigua haram o sala de oraciones. Aunque se considera catedral tras su consagración como Iglesia Madre de la Diócesis en el año 1236, la mayoría de los visitantes la conocerán como mezquita. Su construcción se inició en el 785 y sufrió posteriores ampliaciones hasta adquirir su configuración definitiva a finales del siglo X bajo el mando de Almanzor. En 1236, los cristianos expulsaron a los musulmanes y tomaron una decisión de carácter propagandístico: convertir la mezquita de la ciudad, tan solo superada en extensión por la de La Meca -el primer lugar santo del Islam-, en catedral.

El corazón de toda mezquita se encuentra en la quibla, muro orientado hacia la ciudad santa de La Meca en el que se encuentra el mihrab (nicho que indica el lugar hacia donde deben mirar los que oran). En Córdoba, la quibla se encuentra en el lado que da a la calle Corregidor Luis de la Cerda. En el número 83, en frente de la emblemática edificación, se encuentra la Posada de Vallina, un modesto pero entrañable hotel de tres estrellas que guarda sorprendentes vinculaciones con lo musulmán. La casa es anterior a la mezquita de Córdoba y fue habilitada por los alarifes (arquitectos) que diseñaron y construyeron el templo musulmán. Posteriormente, el edificio se convirtió en una de las posadas más importantes de la España medieval. No hay que olvidar que desde la época romana Córdoba ocupaba un lugar de importancia en la Vía Augusta, ruta terrestre de carácter comercial que unía Roma con Gades (Cádiz).

La habitación de Colón. Todo hotel añejo tiene una leyenda en propiedad. La de este alojamiento se refiere a la habitación 204. Al preguntar acerca de su historia, los empleados le responderán que Cristobal Colón se alojó en ella durante su paso por la localidad andaluza. Aquellos que visiten Córdoba con la intención de explorar día y noche la mezquita deben tener en cuenta la Posada de la Vallina; están separados por escasos cinco metros. Si se lo propone, puede visitarla en pijama.

Y aquellos turistas fascinados por el esplendor de la mezquita que quieran alojarse en un hotel a la altura de su grandiosidad deben considerar el Palacio de Bailío. Es más, una de sus estancias comunes, llamada Salón Castejón, está directamente inspirada en el templo: la decoración toma como referencia la del mihrab y el techo se asemeja al de la cúpula de su macsura (zona reservada para que el califa acuda a las oraciones públicas). Este cinco estrellas es un excelente ejemplo de cómo la tradición casa a la perfección con las tendencias decorativas actuales. Sus 53 habitaciones dan fe de ello. Dos destacan sobre el resto: la suite Don Quijote y la suite Gran Capitán. La primera tiene una poco frecuente planta octogonal y está íntegramente decorada con pinturas del siglo XIX relacionadas con la novela de Cervantes. La referencia al Gran Capitán tiene que ver con la historia de esta casa solariega. En sus inicios perteneció a Gonzalo Fernández de Córdoba y, tras la muerte del Gran Capitán, pasó en herencia al bailío Cárcamo (administrador señorial). A lo largo de los años fue usado como edificio de Correos, cuartel de la Guardia Civil e incluso residencia del torero Machaquito.

Para reflexionar. El jardín principal, repleto de vegetación y con caños de agua, recuerda al Patio de los Naranjos de la mezquita. El sonido del agua, el olor de los frutales... un escenario ideal para perderse en las reflexiones de Averroes, filósofo cordobés de origen árabe que defendía la vida contemplativa y filosófica frente a la vida práctica. Eso sí, si la lectura le exige demasiado esfuerzo intelectual, no dude en darse un baño en la preciosa piscina del hotel para refrescar las ideas. Durante el Siglo de Oro, un ilustre cordobés llevó las letras españolas a una altura inigualable. En uno de sus romances más conocidos, Luis de Góngora adoptó un tono juguetón y descreído para revelar una concepción del mundo que puede ser complementaria a la de Averroes. "Traten otros del gobierno/ del mundo y sus monarquías,/ mientras gobiernan mis días/ mantequillas y pan tierno,/ y las mañanas de invierno/ naranjada y aguardiente,/ y ríase la gente". El ilustre literato nació el 11 de julio de 1561 en el número 10 de la calle Tomás Conde, antiguamente conocida como de Las Pavas. En ese número actualmente se encuentra uno de los hoteles más peculiares de Córdoba: Las Casas de la Judería. Este hotel de cuatro estrellas, al que no le vendría grande una más, está formado por varios edificios históricos del barrio de la judería que se comunican entre sí por diversos patios, todos ellos con personalidad propia. Para continuar con esta particular búsqueda de los rastros árabes en los alojamientos de la ciudad es obligado mencionar su patio mudéjar (estilo adoptado por los musulmanes que siguieron viviendo en España tras la conquista de los cristianos). Está pintado en tonos azules, símbolo de la buena suerte tanto para judíos como para árabes. Al pasar por él, especialmente de noche, el olor de las plantas olorosas que adornan su jardín se hace presente: menta, romero, hierbabuena, dama de noche... Los jardines merecen mención aparte. Cuidados a la perfección, aportan personalidad a cada uno de los patios.

Hotel laberinto. Las Casas de la Judería tiene una distribución laberíntica: escaleras, entre plantas, pasillos sin salida... todo ello le otorga un componente de aventura cada vez que los clientes salen de su habitación sin mapa. Cuenta con 64 habitaciones que se distribuyen en varios edificios, cada uno de los cuales está decorado con un color característico. Las camas 2x2 tienen cabeceros de guadamecil, un elemento más para recordar la influencia árabe. Esta técnica artística de cuero labrado o pintado tuvo durante el siglo XI especial importancia en Córdoba. Los maestros árabes que surgieron en la ciudad entonces realizaron exquisitos objetos codiciados en toda Europa. Hoy los turistas pueden leer en la cama mientras apoyan la cabeza sobre una pieza realizada gracias a los conocimientos de estos artesanos.

Tras contemplar los encantos árabes de Córdoba, no está de más relajarse con otra de sus aportaciones a la cultura: los baños. La Hospedería de los Baños Árabes de Córdoba ofrece la experiencia de disfrutar de un hamman como Dios, o Alá, manda. Al concepto de los baños romanos que constaban de templarium, frigidarium y caldarium (piscinas de agua templada, fría y caliente), los musulmanes añadieron el baño de vapor. Todo ello está a disposición de los clientes de este hotel de tan solo 7 habitaciones. Los juegos de luces y el olor de las esencias, junto a la decoración de ataurique inspirada en Medina Azahara, otorgan a este lugar un encanto atemporal.

Dice un proverbio árabe que quien no entiende una mirada tampoco entenderá una larga explicación. Quizás lo mejor sea experimentar también con la mirada propia la impronta árabe en el corazón de Córdoba.

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