Un pueblo de Ciudad Real esconde bodegas de vino en más de 2.000 cuevas
Donde el vino resuena en las cuevas del tiempo.
Un rincón enigmático de Ciudad Real guarda entre sus raíces un secreto sublime. Bajo el suelo árido, a doce metros de profundidad, se alzaron las primeras piedras de cuevas que se convertirían en el santuario de la producción y el alma del vino que distingue este lugar. Vamos a conocer Tomelloso.
Las cuevas de Tomelloso
Las cuevas, como testigos silenciosos de la transformación, se erigen como guardianas del tiempo en Tomelloso. En el año 1820, su construcción comenzó, marcando una evolución que reverberaría a lo largo de las generaciones. Estos refugios subterráneos, tallados con destreza en la tierra, encierran no solo la esencia del vino, sino también el pulso mismo de la comunidad que ha labrado su identidad entre las vides y los racimos.
Doce metros de profundidad: el santuario del vino
A doce metros bajo tierra, donde la luz del sol se filtra tímidamente, las cuevas de Tomelloso se revelan como el epicentro del proceso enológico. Este santuario del vino, resguardado de las fluctuaciones climáticas, se convierte en el crisol donde la uva, impregnada de la esencia de la tierra, se transforma en el néctar que embriaga los sentidos.
Las paredes de las cuevas, testigos mudos de la maestría de aquellos que las construyeron, cuentan historias de cosechas abundantes y vendimias que han resonado a lo largo de los años. Cada botella que reposa en sus estantes, cada barrica que envejece con gracia, se convierte en un capítulo adicional en el libro del vino de Tomelloso.
Tomelloso, con su arraigada tradición vinícola, ha sido honrado como el Mejor Municipio Enoturístico de 2022. Este reconocimiento no solo celebra el sabor de sus vinos, sino también la hospitalidad de sus habitantes y la pasión que infunden en cada rincón de este pintoresco rincón de Ciudad Real.
Los visitantes, al adentrarse en las cuevas, no solo exploran el proceso de creación del vino, sino también la esencia misma de Tomelloso. Cada gota de este elixir cuenta la historia de la tierra, el sol y la dedicación de aquellos que han labrado con amor las vides que dan vida a esta bebida celestial.
Tomelloso, con sus cuevas que resguardan el néctar del tiempo, se convierte en un poema enológico que trasciende las eras. El vino, como verso líquido, fluye entre las manos de los viticultores que han heredado el arte ancestral de cultivar la vid. Cada sorbo es una estrofa que resuena con la melodía única de esta tierra, una sinfonía que se eleva desde las profundidades de las cuevas hasta los corazones de quienes tienen el privilegio de degustarla.
Síguele la pista
Lo último