Un palacio renacentista en mitad de La Mancha
España alberga un gran número de edificios renacentistas, pero no muchos son tan poco conocidos como este.
Frescos de escenas bíblicas y mitológicas que recubren las paredes y los techos, esculturas de dioses griegos, grandes chimeneas de mármol, bóvedas manieristas presidiendo los pasillos, tumbas de piedra bajo el suelo... Podría ser la descripción de un palacio italiano renacentista y, de hecho, lo es. El único 'pero' es que no está en Italia.
El Palacio del marqués de Santa Cruz se encuentra en La Mancha profunda, en un pueblo que ronda los 2.000 habitantes y que está más cerca de Jaén que de Ciudad Real, la provincia a la que pertenece. Más al sur de Valdepeñas, la capital manchega del vino, y dejando atrás alguna pedanía, se abre paso Viso del Marqués, el lugar que eligió como residencia uno de los hombres clave de la batalla de Lepanto, el almirante de la marina navarro don Álvaro de Bazán, por estar a la misma distancia de Madrid que de las bases de sus escuadras en Lisboa, Cartagena y Cádiz.
El también marqués de Santa Cruz, entre otras muchas atribuciones, mandó erigir un palacio en el Viso 'porque pudo y porque quiso', según explica el guía a los visitantes, entre los años 1564 y 1588. Detrás de una fachada que no pasa desapercibida frente a la plaza central, la del Pradillo, y anexado a la iglesia, se extiende la superficie de frescos mitológicos más amplia de toda Europa. Además de representar leyendas y mitos antiguos, también los hay que enseñan las batallas de las que salió victorioso su dueño.
Por muy paradójico que parezca, pues aquí no hay ni mar ni puerto, se encuentra a día de hoy el archivo de la Marina, cuyo ministerio debe abonar anualmente un alquiler simbólico a sus descendientes de una peseta de 1953 en la que aparece el propio Álvaro de Bazán.
Muchas salas han perdido su arte, aunque poco se han deteriorado después de todo lo que ha sufrido el edificio: el terremoto de Lisboa de 1756 (en el que se derrumbó el techo del salón donde estaba el fresco de la batalla de Lepanto), la invasión de los franceses durante la Guerra de la Independencia y los múltiples usos que se le dio durante la Guerra Civil española, de la que quedan restos en forma de firmas y escritos a lápiz en las paredes. De hecho, la conservación del palacio es tan buena que se ha utilizado como escenario para numerosas producciones audiovisuales como la película El rey pasmado y las series Águila roja o la más reciente 30 monedas.
Los viseños presumen orgullosos de tener un palacio renacentista en su dominio, aunque hay quienes no saben realmente el valor que esconde entre sus paredes, trabajo de Giovanni Castello 'El Bergamasco' como pintor; Giovanni Bautista Olamosquín, arquitecto y escultor (desde 1571); Maese Domingo y Maese Alberto, maestros de obra y maestro mayor.
Otra sorpresa en el interior de la iglesia
Este pequeño pueblo de gran extensión (más de 500 kilómetros cuadrados) se agazapa tras los cultivos de olivo y campos de color ocre que lindan con Sierra Morena y Despeñaperros, siempre en peligro de arder en verano y de helarse en invierno. Es uno de esos lugares de España que han sufrido el éxodo rural y que, por consiguiente, se han vaciado en los últimos años. Hoy cuenta con 2.183 habitantes, pero ha llegado a tener más de 6.000 en la década de 1950. En los años siguientes se construyó la base de lo que es hoy: el colegio, el instituto, la biblioteca, los bares, las discotecas... Incluso el rey emérito, cuando cazaba por la zona, no se olvidaba de visitarlo.
Además del hermoso palacio de cinco siglos de antigüedad, hay también una iglesia cuyo interior alberga otra sorpresa. Al entrar por su puerta, lo primero que se puede observar es un cocodrilo disecado colgado de la pared. Allí lo llaman 'el lagarto del Viso' y una de las leyendas que corre a su alrededor cuenta que el mismísimo don Álvaro de Bazán lo trajo de una de sus expediciones desde el río Nilo y que el animal se paseaba por las calles entre los viseños.
Dicen que lo mandó disecar y colgar en la iglesia para inspirar respeto a los feligreses. La otra leyenda cuenta que el 'lagarto gigante', que vivía en Sierra Morena, se escapó y sembró el temor entre los vecinos, por lo que mandaron a un preso para que lo cazara a cambio de la libertad. Lo que está claro es que la magia no desaparece en ninguna esquina de este pueblo, que tan pronto se define por ser bastamente manchego como por ser delicadamente renacentista.
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