La mejor ciudad a la que viajar en verano: poco masificada, pero tremendamente bonita
En el noroeste de España encontramos la ciudad con más número de iglesias románicas del mundo y, sorprendentemente, no está masificada.
Muchos viajeros empiezan a planear las vacaciones de verano y aunque el turismo de playas es el más extendido, hay quien prefiere descubrir ciudades únicas y dejarse sorprender por un turismo urbano que cada día gana más adeptos incluso en temporada estival.
Los termómetros suelen condicionar nuestros planes en los meses más calurosos, ya que hay ciudades (generalmente al sur de la Península Ibérica) que se convierten en verdaderos infiernos con temperaturas que sobrepasan por mucho los 40 grados. Hoy, sin embargo, vamos a visitar una ciudad que no supera los 30 en los días de más calor y que, además, es un enclave que no conoce las masificaciones. Bienvenidos a Zamora, la ciudad del románico.
En el noreste de la península ibérica aparece ante nuestros ojos Zamora, una ciudad que respira historia y encanto en cada rincón. Y aunque cualquier momento del año es perfecto para explorar sus calles empedradas y contemplar sus monumentos, el verano nos permitirá disfrutar de unas magníficas temperaturas que harán aun más gratificante nuestra escapada.
El casco antiguo de esta ciudad castellano leonesa es un laberinto de calles empedradas que albergan una impresionante colección de monumentos históricos. La Catedral de Zamora constituye un majestuoso ejemplo de arquitectura románica; sus torres dominan el horizonte, ofreciendo unas vistas espectaculares del casco antiguo y del río Duero que serpentea a sus pies. Y en ella, los amantes del arte van a descubrir un sinfín de tesoros que van desde algunas esculturas hasta sus retablos principales.
Zamora cuenta con una serie de iglesias románicas dispersas por toda la ciudad, cada una con su propio encanto y significado histórico. De ahí que se la conozca también como la ciudad del románico. La iglesia de San Juan de Puerta Nueva, con su característica rosetón, y la Iglesia de San Pedro y San Ildefonso, con su impresionante fachada decorada con relieves, son solo dos ejemplos de la riqueza arquitectónica que ofrece la ciudad.
Naturaleza en el Parque Natural de Arribes del Duero
Pero Zamora no solo es un museo al aire libre de arquitectura medieval; también es un lugar perfecto para los amantes de la naturaleza. A orillas del río Duero, se encuentra el Parque Natural de Arribes del Duero, un paisaje impresionante de cañones rocosos y exuberante vegetación que permitirá al viajero practicar senderismo, observar aves o disfrutar de un tranquilo paseo en barco por el río.
Otro motivo para visitar Zamora en temporada estival es su animada vida cultural, ya que se celebran diferentes festivales o romerías que, sin llegar a ser tan conocidos como su Semana Santa, son de gran interés. ¿Un ejemplo? el Festival Internacional de Teatro de Calle, que tiene lugar en julio, transforma las calles del casco antiguo en un escenario lleno de actuaciones teatrales, música en vivo y espectáculos de danza.
Gastronomía de Zamora: de la sopa de ajo al queso zamorano
Si el explorador necesitara más motivos para descubrir Zamora, habría que tener en cuenta su gastronomía, ya que la ciudad es conocida por sus platos tradicionales, como el cordero asado, la sopa de ajo o el queso zamorano. Los restaurantes y bares del casco antiguo ofrecen una amplia variedad de opciones gastronómicas, desde tabernas tradicionales hasta restaurantes más formales en los que se elabora una cocina de autor.
Para aquellos que deseen llevarse un recuerdo gastro de su visita a Zamora, el Mercado de Abastos es el lugar perfecto para encontrar productos locales, como quesos, embutidos, vinos y dulces típicos de la región. Y, ojo, que la lista es larga: ternera de Aliste, garbanzos de Fuentesaúco o habones de Sanabria son imprescindibles y un buen recuerdo que llevarse a casa.
En definitiva, Zamora ofrece una experiencia completa para los viajeros que buscan sumergirse en su historia, su cultura y su belleza, ya sea explorando sus monumentos históricos, saboreando la cocina local, disfrutando de un baño a orillas del Duero o simplemente paseando por sus pintorescas calles. Y todo con una temperatura de lujo y lejos de las masificaciones.
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