Garajonay y la leyenda del amor trágico: un paseo por la gran joya de La Gomera
Este parque nacional, reconocido por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad, es un ecosistema único de belleza jurásica
Hay un símil que se emplea a menudo para entender el perfil de La Gomera: imaginemos un exprimidor de naranjas. Así con esa forma semipuntiaguda, arañada por cientos de barrancos, se dibuja la fisionomía imposible de esta isla, la segunda menor del archipiélago canario, que aparece en el mapa redondita y orillada contra Tenerife.
Arriba, sobre la suerte de meseta que conforma el exprimidor, estaría el Alto de Garajonay que, con sus 1.475 metros, se erige en el punto más alto. Y de ahí para abajo, lo que queda son acantilados, roques y degolladas, valles donde crecen los plátanos e insólitos bosques milenarios sumidos en la niebla y la leyenda.
40 años de reconocimiento
Configurada su silueta, cabe situar al más portentoso monumento natural en un territorio que es, todo él, Reserva de la Biosfera. Nos referimos al Parque Nacional de Garajonay, la joya de la corona, que el pasado año cumplió cuatro décadas desde esta designación y y 35 años del reconocimiento de la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Un parque que es una reliquia jurásica con un ecosistema único.
Hay que trepar por sinuosas carreteras para llegar a este auténtico vergel en cuyas casi 4.000 hectáreas se abre paso una vegetación endémica que propicia un aire primitivo. Musgos, líquenes, helechos, brezos, aceviños, viñáticos… y así hasta 400 especies tapizan los fondos de este bosque que es el hogar de los simpáticos, pero escurridizos, lagartos gigantes.
La mayor reserva de laurisilva
Una vegetación que se asienta en una impresionante reserva de laurisilva, la más extensa y mejor conservada que se conoce. Un bosque que se remonta nada menos que al Terciario, hace millones de años, cuando la tierra se estremeció y se extinguieron los dinosaurios.
Pero lo más llamativo es que Garajonay encierra también una historia de amor. Una suerte de Romeo y Julieta a lo guanche, en la que Gara y Jonay protagonizan un desenlace trágico como en las novelas romáticas.
Romeo y Julieta a lo guanche
Ella era una princesa gomera; él, un príncipe de Tenerife. Dos enamorados a los que sus propias familias obligan a romper su romance. No contentos con esta circunstancia, Jonay decide ir a nado hasta el encuentro de su amada. Juntos huyen al punto más alto de este bosque de laurisilva donde, antes que apagar su deseo, toman una triste determinación: fundirse en un abrazo eterno atravesando sus corazones con una vara de cedro.
Dicen que el misterio de esta leyenda asalta a los caminantes que deciden explorar este parque, atravesado por una red de senderos de unas cuantas horas de duración. Y lo cierto es que en estas rutas lineales y circulares, cortas y largas, sencillas y exigentes, la humedad cala casi tanto como la magia. Especialmente para quienes se aventuren a hacer el ascenso al Alto de Garajonay, allí donde los jóvenes aborígenes optaron por morir de amor
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