El tren que toca las nubes en Argentina: un desafío de lo terrenal
Un viaje con alma en los Andes
En las profundidades de los Andes, entre la esencia pura de la naturaleza que apenas ha sido tocada por la mano del hombre, se encuentra un camino celestial trazado por rieles de acero. Este sendero, conocido como el Tren de Alta Montaña, desafía los límites de lo terrenal, ascendiendo hasta alcanzar los 4.200 metros sobre el nivel del mar. Es uno de los tres ferrocarriles más elevados del mundo, una hazaña de ingeniería que despierta la admiración incluso en los corazones más escépticos.
Salimos desde Salta, el noroeste argentino
El viaje comienza en la ciudad de Salta, donde los viajeros se embarcan en una odisea que los llevará a las alturas más vertiginosas de la Cordillera de los Andes. Desde el amanecer, los vehículos de última generación, equipados con comodidades modernas como calefacción y aire acondicionado, aguardan para iniciar esta aventura inolvidable. La partida se anuncia sin fanfarrias, solo con la promesa de un viaje transformador.
El primer tramo del recorrido serpentea a través de pintorescos pueblos como Campo Quijano y El Alfarcito, donde la vida cotidiana se funde con la majestuosidad de los paisajes circundantes. La ruta, trazada por la RN 51, se despliega ante los ojos de los pasajeros como un lienzo en constante cambio, revelando la belleza cruda y prístina de la región. Es en estos momentos de contemplación silenciosa donde el alma encuentra su armonía con el entorno.
En lo más alto de los Andes
El punto culminante del viaje llega con el ascenso al Tren a las Nubes, una experiencia mágica que eleva el espíritu más allá de los límites de lo tangible. A medida que el ferrocarril avanza por la precordillera de los Andes, los pasajeros se sumergen en un paisaje surrealista, donde las montañas se elevan hacia el cielo y el aire se impregna de una energía ancestral. El Viaducto La Polvorilla, majestuoso en su construcción y ubicado a una altitud asombrosa de 4.220 metros sobre el nivel del mar, se erige como un testigo silente de la grandeza de la naturaleza y la habilidad humana.
El regreso a la tierra firme marca el final de esta travesía celestial, pero no el fin del viaje. De vuelta en San Antonio de los Cobres, los viajeros tienen la oportunidad de explorar este pintoresco pueblo salteño, donde la historia y la tradición se entrelazan en cada calle empedrada. El almuerzo, una pausa bienvenida después de la excitación del día, ofrece la oportunidad de saborear los sabores auténticos de la región, mientras que la merienda servida durante el camino de regreso a Salta es un recordatorio dulce de los momentos compartidos y las experiencias vividas.
Al caer la noche, cuando el sol se oculta detrás de las montañas y el cielo se tiñe de tonos dorados, los viajeros descienden del tren con el corazón lleno de recuerdos imborrables y el alma enriquecida por la belleza de la naturaleza. Porque en el viaje del Tren a las Nubes, no es solo la altura lo que se alcanza, sino la conexión con lo divino que reside en lo más profundo de cada uno de nosotros.
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