El Madrid de Velázquez

Una ruta por los rincones marcados por el genial pintor ahora que sus Meninas han invadido la capital.

Diego Velazquez, en el Prado, Madrid
Diego Velazquez, en el Prado, Madrid / parema

Han abandonado la zona de confort del Museo del Prado, han saltado del famoso lienzo y se han instalado, tan enseñoreadas ellas, en los rincones más emblemáticos de Madrid. Son las Meninas del cuadro homónimo de Velázquez que, desde hace apenas un par de meses, colorean la capital en formato esculturas de casi dos metros realizadas en fibra de vidrio. Reinterpretadas en estilo contemporáneo y decoradas de maneras variopintas por artistas plásticos, músicos, toreros, actores o diseñadores, estas carismáticas figuras se han convertido en las invitadas más fotografiadas de la capital. Hasta colas se forman a menudo para retratarse con ellas…

Al hilo del boom desatado por este icono de la pintura universal, Madrid pone de manifiesto la relevancia que tuvo esta ciudad para el ilustre Diego de Velázquez. Porque se trata de los personajes de su obra maestra, un cuadro conocido como La familia de Felpe IV (entre otras muchas denominaciones) hasta el año 1843, cuando Pedro de Madrazo lo catalogó para el Museo del Prado bajo el título de Las Meninas, en alusión a aquellas jovencitas de familia noble que servían en palacio a las infantas y cuyo nombre proviene de la palabra portuguesa mininas (niñas).

Las Meninas,Diego Velázquez
Las Meninas,Diego Velázquez / Nastasic / GETTY

Velázquez, todo el mundo lo sabe, había nacido en Sevilla en 1599, pero es en la villa y corte donde alcanzó su gloria eterna, primero como pintor del Rey y después como pintor de cámara, el cargo más importante para los artistas de la época.

En Madrid, a donde el maestro de la pintura barroca llegó requerido por el conde duque de Olivares, fijó su residencia durante 37 años, muchos de ellos instalado en la Casa del Tesoro, un edificio adjunto al Alcázar Real, situado aproximadamente en lo que hoy es la Puerta del Príncipe. Eran los últimos años del Siglo de Oro español, aquella época en la que ningún otro país europeo pudo hacer sombra a semejante producción artística. Fueron los tiempos en que se alumbró una extraordinaria eclosión de autores en todas las disciplinas: en la literatura (con Lope de Vega, Quevedo, Góngora o Calderón de la Barca), en la escultura (con Berruguete o Juan de Mesa), en la arquitectura (con Juan de Herrera), en la música (con Juan del Encina o Antonio de Cabezón) y por supuesto en la pintura (con Murillo, Zurbarán, Ribera y el maestro que nos ocupa).

Velázquez, que quedó impresionado con lacalidad cultural de la capital, donde además pudo relacionarse con artistas de la talla de Rubens, dejó su huella en muchos rincones de la ciudad. Como el Palacio del Buen Retiro, en cuya decoración participó, o la escultura ecuestre de Felipe IV que vemos hoy en el mismo centro de la Plaza de Oriente, entre el Palacio Real y el Teatro de la Ópera. Se trata de una estatua que es pionera en el mundo. Realizada por el escultor italiano Pietro Tacca, fue el propio pintor barroco quien le envió sus retratos para que le sirvieran como referencia. Nunca antes, en ningún rincón del planeta se había creado una obra escultórica en semejante postura del caballo, apoyado sobre sus dos patas traseras. Un dilema que pudo resolverse gracias a la aportación de Galileo Galilei: el famoso astrónomo del Renacimiento encontró la solución con una fórmula de distribución del peso.

Plaza de Oriente, Madrid
Plaza de Oriente, Madrid / maylat / ISTOCK

Una ruta por la huella de Velázquez incluiría otras localizaciones a lo largo y ancho de la ciudad. Como el Salón de los Espejos del Real Alcázar, donde dejó cuatro de sus pinturas. Y el recorrido, inevitablemente, debería concluir en la Plaza de Ramales, donde muy pocos saben que llegaron a descansar sus restos. Construida por José I Bonaparte (llamado, precisamente, el rey plazuelas por su obsesión por estos espacios), acogió en su día la Iglesia de San Juan Bautista, donde fue sepultado en 1660. Hoy tan sólo queda una cruz que recuerda que aquí yació el gran genio.

Ésta y otras muchas curiosidades sobre el autor de Las Meninas pueden descubrirse también en una ruta guiada. Es la que propone Gran Meliá dentro de la iniciativa Meninas Madrid Gallery. La marca hotelera, que ha participado en la elaboración de algunas de las más exitosas figuras que salpican la ciudad, ha diseñado el itinerario llamado La herencia de Velázquez, en el que, siguiendo la estela de varias meninas gigantes en los puntos más céntricos, se desentraña la vida y obra del pintor barroco. Un trayecto que incluye sorpresas como la entrada al Museo del Prado para visitar el famoso cuadro o un menú exclusivo diseñado para la ocasión (con platos típicos del Siglo de Oro) en los restaurantes Aduana o Montmartre 1889 de los hoteles Gran Meliá Palacio de los Duques y Gran Meliá Fénix. Una ocasión ideal para recordar a nuestro pintor más universal y revivir aquella época dorada.

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