Las iguanas marinas de Galápagos

Lejos de todo pero situadas en el centro del mundo, en el ecuador terrestre, las Galápagos son unas islas donde la naturaleza ha salido ganando. Su geografía, nacida de los volcanes, es el hogar de especies únicas. Algunas de aspecto antediluviano, como las iguanas, y otras de proporciones gigantescas, como las tortugas terrestres, pero ninguna tan famosa como el pinzón, que con sus variaciones entre islas despertó en Darwin una teoría imbatida hasta la actualidad: la evolución de las especies.

Iguana marina
Iguana marina / Juan Carlos Muñoz Robredo

Desde el avión, a primer golpe de vista e incluso con las cicatrices que muestra Santa Cruz, la más poblada de este conjunto de islas, peñones e islotes, se tiene la sensación de no haber visto nunca nada igual. Y no es solo porque se pise latitud cero y a la vez se esté muy lejos de cualquier parte, ya que la tierra más cercana es el litoral ecuatoriano, a mil kilómetros de distancia, sino porque la naturaleza desborda entre los verdes de una vegetación casi como del principio del mundo. Entre tal apretura vegetal apenas asoman los negros y rojizos de los minerales volcánicos esculpidos por un rosario de volcanes, los que se alinean en el ecuador terrestre dando sustento al archipiélago.

Volcanes activos desde hace 5 millones de años, cuando surgió la primera isla. Y siguen despiertos, como demuestran los movimientos tectónicos que, cada año, alejan un poco más las Galápagos del continente americano; a la vez que lo posicionan como el segundo archipiélago volcánico más activo del mundo. Para rematar la estampa, las aguas del Pacífico multiplican los matices azulados hasta el horizonte. Acotan con su oleaje unas islas cuyo código genético sirvió para explicar el de todos los seres del planeta gracias a la selección natural. Puerto Ayora, ubicado en la isla Santa Cruz, es la base idónea para comenzar el descubrimiento galapagueño, ya sea por tierra o mar. Su puerto es la puerta marítima de las islas.

Cangrejos y tortugas

Antes de embarcar es recomendable acercarse hasta bahía Tortuga. Entre sus manglares está asegurado el primero encuentro con las iguanas marinas y los multicoloridos cangrejos que se ajetrean en la orilla bailando con el oleaje. Con suerte, en sus aguas se puede descubrir alguna tortuga marina o tiburones de punta blanca que buscan el secreto de esta caleta para aparearse. Ajenos a la curiosidad del recién llegado, demuestran, con su actitud confiada, que el paraíso soñado de una naturaleza desconocedora de la presión humana aquí es realidad. En la zona alta de la isla los paisajes volcánicos tienen un guiño de ficción, como las excepcionales oquedades conocidas como Los Gemelos, donde la vegetación trepa densa por sus paredones, o la profunda impresión que produce caminar por los enormes túneles de lava de una isla cuyo volcán duerme desde hace un millón y medio de años. Pero es de nuevo un ser vivo, la tortuga gigante terrestre, la que despierta la mayor admiración al hallarla en la zona alta de la isla, en las charcas de Santa Rosa y más tarde en la estación científica Charles Darwin. De caparazón grisáceo y proporciones enormes, parecen rocas, hasta que se ponen en movimiento sobre sus grandes patas y asoman tranquilamente una cabeza rematada con un característico pico.

Protección y repoblación

La llegada del hombre hace 500 años y las erupciones volcánicas extinguieron algunas de las catorce especies de tortuga terrestre de las islas, quedando -después de la muerte hace dos años del Solitario George, el último ejemplar de la especie de la isla Pinta- solo diez especies sobrevivientes en la actualidad. Los programas de protección, la cría en cautividad para su reintroducción, apoyada por la repoblación de sus hábitats, están logrando que sobrevivan como emblema que da nombre al archipiélago.

Las embarcaciones que recorren el archipiélago han de ajustarse al itinerario de navegación y desembarco aprobado previamente por la dirección del Parque Nacional para así favorecer un turismo sostenible. Seymour Norte, una plataforma de lava que puede ser recorrida por un itinerario de dos kilómetros que la atraviesa, ofrece momentos apasionantes entre iguanas terrestres y gaviotas de cola bifurcadam de conspicuo ojo rojo y cabeza negra. Pero, sobre todo, posee una magnífica colonia de fragatas capaces de efectuar ágiles piruetas en vuelo para pescar y desarrollar vistosos despliegues nupciales, cuando los machos inflan una gran bolsa roja en su garganta para atraer a las hembras. Los ajetreos en sus nidos situados entre árboles o sobre la vegetación arbustiva compiten en atractivos con los piqueros de patas azules, unos curiosos alcatraces que optan por mover cómicamente sus coloristas extremidades para atraer compañera.

Al suroeste del archipiélago, Española, la más antigua de las islas, es una cita obligada con los leones marinos que en la bahía Gardner se solazan impasibles ante la presencia humana. Los amantes de la fauna no pueden abandonar la isla sin acercarse a Punta Suárez para ver a las iguanas marinas con sus inconfundibles matices rojos salpicados de manchas negras y aves tan hermosas como el pájaro tropical. Recalar en Floreana, presidida por el cono de su volcán Cerro Paja, es asomarse a los misterios del asentamiento humano que encierra esta isla, que acogió a aventureros y balleneros. Y hay que deleitarse con susplayas de arenas negras, su colonia de flamencos rosados y las tortugas marinas que ponen pie en tierra entre diciembre y mayo para desovar.

El paisaje solitario de Santiago, que antaño fuera refugio de piratas, es hoy, con sus dos volcanes y las lavas desprendidas de ellos, así como las ondulantes superficies de lavas pahoehoe de la erupción de hace cien años y otras manifestaciones volcánicas de la bahía Sullivan, un prodigioso panorama avistable desde su zona más elevada, al borde del volcán. Un baño en sus aguas puede deparar entretenidos encuentros con focas, iguanas marinas, cangrejos y, tal vez, con algunas tortugas marinas.

En la isla más grande, Isabela, se encuentra el volcán Wolf, que es su mayor altitud y a la vez un refugio de tortugas gigantes, como parte de su geografía creada por la fuerza de seis volcanes situados en la misma línea del ecuador terrestre. Hay que ascender hasta el Muro de las Lágrimas, así llamada la parte del cerramiento que permanece en pie del penal que fuera la isla en su pionera ocupación humana, y allí sentir el silencio de una naturaleza sublime que ignora las afrentas humanas.Las vistas de un extensísimo cráter resalta la sensación de estar en un mundo aparte que, si permanece inalterable, seguirá en evolución.

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