Holanda y su naturaleza salvaje: de la jungla a la marisma

Un paseo a pie o en bicicleta por el humedal costero más importante de Europa

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Holanda / RuudMorijn

Es uno de los mejores puntos del planeta para observar a las aves, con especies tan estrambóticas como el pigargo europeo, el pechiazul, la garceta, la aguja colinegra, el avefría o el archibebe. También es un lugar donde resulta gratamente sorprendente la diversidad de paisajes que se suceden a poca distancia: llanuras agrestes, cañaverales, praderas… y, por supuesto, la inmensidad del agua hasta donde alcanza la vista.

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Holanda / Noelia Ferreiro

Hablamos del Parque Nacional NLDelta, un santuario de naturaleza salvaje emplazado en el sur de Holanda. Sí, muchos no lo saben, pero el país de los molinos y los tulipanes atesora el humedal costero más importante de Europa.

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Holanda / Olena_Znak / ISTOCK

Se trata de una de las áreas más activas en el mundo en lo que a inmigración de aves se refiere: más de cinco millones de ejemplares la atraviesan cada año en el viaje que emprenden desde Siberia hasta África en busca de temperaturas cálidas. Aquí donde el agua salada se confunde con el agua dulce que aportan los río Rin y Mosa en su desembocadura, el resultado es un hábitat especial, un ecosistema rico y dinámico que es una delicia para los ecologistas.

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Holanda / Sjo / ISTOCK

A pie o en bicicleta se puede llegar a lo más profundo del delta. No existen caminos señalizados, pero se puede seguir la ruta trazada por las huellas de los corzos y los castores, el eco que deja en el aire el canto de los pájaros. Eso sí, la caminata sólo podrá emprenderse desde el 1 de julio al 1 de noviembre, debido a restricciones relacionadas con la temporada de cría. El resto de la temporada se da tiempo a la naturaleza a trabajar por su cuenta sin que nadie ose a molestarla.

Un observatorio en forma de huevo

Así es el rompedor Bird-ei, recién abierto en la reserva natural de Scheelhoek, dentro del Parque Nacional NLDelta. Porque más que un observatorio ornitológico, se trata de una obra de arte ecológica de siete metros de altura con forma de huevo de ave. Una estructura de madera gigante, desde cuya parte superior los visitantes pueden disfrutar de una panorámica maravillosa: la de la ensenada de Haringvliet con la vista, al fondo, de las islas de Scheelhoek.

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Holanda / Noelia Ferreiro

Dicen que no hay nada igual en ningún otro lugar del mundo. Aquí no hace falta esconderse ni caminar de puntillas, puesto que ningún animal es molestado durante la visita. Con la marea literalmente a los pies, el lugar cuenta con un muro de nidificación, que se complementa con una ventana especial para observar cómo las aves entran y salen de sus nidos: sobrecoge observar a las madres portando peces en sus picos para alimentar a sus crías.

Playas solitarias

Numerosas especies de aves se encontrarán también en las playas solitarias de Kwade Hoeks, que propician agradables caminatas por las marismas. Una costa que está tapizada de naturaleza virgen y trazada con arenales extensos y vacíos. Desde las pasarelas (allí donde la superficie está siempre húmeda) se pueden descubrir aves tan bellas como la avoceta o la tarabilla común.

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Holanda / Noelia Ferreiro

Más allá de las dunas, se accede a playas realmente sorprendentes. Es la faceta más desconocida de Holanda: la de una costa virgen de aguas limpias (aunque, obviamente, muy frías) animada por hermosas mareas. Playas desiertas que nadie esperar encontrar y que están flanqueadas de praderas: hasta 300 especies de plantas enmarcan estos arenales, incluidas bonitas orquídeas.

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Holanda / Noelia Ferreiro

En barca por la jungla de Biesbosch

Otra actividad imprescindible en el Parque Nacional NLDelta es la de dar un paseo en barca por la llamada jungla de Biesbosch. Especialmente al atardecer, cuando el momento resulta mágico. Navegar por serpenteantes arroyos, entre bosques de sauces, arrastrados por la corriente, es un placer solo superado por los colores sangrientos que deja el sol al caer. En esta travesía, además, no será difícil toparse con el personaje más carismático del Biesbosch: el castor, famoso por su actividad frenética como arquitecto de la naturaleza.

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