Entrevista a Lorenzo Silva, escritor

La vida de este escritor de 47 años, Premio Planeta 2012 con "La marca del meridiano", transcurre entre Madrid y Barcelona. Sin embargo, conoce medio centenar de países y todas las capitales de provincia españolas, salvo Lugo. Después de 34 años de un sedentarismo casi obligado, Lorenzo Silva lleva otros 23 arrastrando su maleta de mano por los destinos más insospechados. Le encanta el Norte de África, pero también las tierras altas de Escocia y la vieja Manila de su bisabuelo.

Lorenzo Silva
Lorenzo Silva / César Lucas Abreu

El libro más reciente de Lorenzo Silva, Siete ciudades en África, es una demostración de su interés por los viajes y por los escenarios en los que supuestamente tuvieron lugar algunas de las historias que le contaba su abuelo. "Lo que me apasiona de viajar -comenta, mientras tomamos café junto a la madrileña Glorieta de Carlos V- es ver que hay formas muy diferentes de vivir y que todas ellas son válidas. La diversidad es tan grande que apegarse a una supuesta identidad que te eleva por encima del resto no tiene sentido". Como si tratara de desquitarse de tantos años sin salir de Getafe, salvo para ver a una tía de Rabat, a la abuela de Málaga y a unos familiares de Salamanca, el escritor, autor de la saga formada por Bevilacqua y su ayudante Chamorro, viaja ahora más de cien días al año.

¿Cómo recuerda su primer viaje a Marruecos?

Yo tendría 3 o 4 años. Fuimos en barco desde Málaga a Tánger y nos cogió el temporal del Estrecho. Recuerdo la horrible travesía en barco y me impresionó la llegada al puerto de Tánger de noche. También la Torre Hassan de Rabat. Fue un viaje de deslumbramiento.

Su abuelo formó parte del ejército de África. Supongo que le contaría algunas batallitas...

Mi abuelo murió en 1971, cuando yo tenía 5 años, y la mayoría de las historias me han llegado a través de mi padre. Pero sí que le escuché algunas. Mi abuelo nos contaba a los nietos que tenía un mono en África, de nombre Luisito, que cuando estaban en combate se escondía detrás de los soldados, pero cuando estos cesaban puteaba a todo el mundo.

¿Por qué le gusta a usted tanto el Norte de África?

Por la mezcla de familiaridad y de exotismo. Líbano y Egipto me parecen países exóticos, sin más. Sin embargo, Marruecos está a medio camino. Yo creo que la Península Ibérica y el Norte de África son la misma cosa. Los fenicios tenían posesiones a ambos lados del Estrecho y las gestionaban de forma conjunta. Tenemos muchos elementos en común.

El escritor establece también cierto paralelismo entre la guerra de África, "a la que iban los españoles a morir", y la guerra civil española "en la que los marroquíes venían a matar españoles por cuenta de otros españoles".

Volviendo a la península y como residente en las dos urbes, ¿qué destacaría de Barcelona y de Madrid?

A mí de Barcelona me gusta mucho Montjuic, Collserola y el barrio del Born. También me gusta el Ensanche más excéntrico, el de la zona de la Plaza de España. Es una zona como destartalada, pero tiene encanto. De Madrid lo que más me gusta es El Retiro y sus alrededores. También la Casa de Campo y el Parque del Oeste. Creo que Madrid es sobresaliente por sus parques. El viejo Madrid de los Austrias tiene su gracia.

¿También son diferentes en la manera de ser de la gente?

Barcelona es más apacible y Madrid tiene mucha más mordiente. Cuando estoy en Madrid, por ejemplo, conduzco diferente. Sé que esto es la guerra. En Barcelona solo hay que estar pendiente de las motos, pero todo el mundo va a 80.

De los sitios que conoce, ¿cuál le ha impresionado más?

Hay muchos. Me gustaron las Tierras Altas de Escocia, con un paisaje fascinante, Noruega, Berlín -tiene mucha fuerza-, Moscú, Varsovia y Budapest. Praga me parece la ciudad más bonita de Europa y también me encanta Chicago.

¿Le gustan más los lugares fríos?

Pero también me gusta el Rif, que es un escenario muy distinto. Cuzco y el Machu Picchu son impresionantes; México tiene una extraña atracción, con ciudades destartaladas, pero con mucha fuerza y garra. Otra ciudad que me sedujo es Caracas. Subirse al Monte Ávila, que la protege del océano, es espectacular. También tiene algo telúrico, como Cuzco.

¿Y qué me dice de Manila?

Me gustó mucho visitar lo que queda de la vieja Manila por razones sentimentales. Mi bisabuelo fue jefe de Policía allí y estoy convencido de que formó en esa ciudad otra familia, como hacían casi todos. Así que debo de tener un montón de primos en Filipinas, seguro.

¿Podría contar alguna anécdota de su experiencia viajera?

En Perú me encontré tres veces con la misma persona, un alcalde de Málaga, en tres sitios distintos: Lima, Cuzco y Machu Picchu. Él iba por su lado y yo por el mío, pero llegamos a coincidir hasta en el Machu Picchu, en un día de lluvia que apenas había gente. Fue de traca.

¿En qué medida las novelas promocionan los escenarios que aparecen en ellas?

Yo, por ejemplo, fui a Islandia buscando las huellas del autor de una novela negra. También conozco personas que han hecho el mismo viaje que yo hago en mi libro Del Rif al Yebala (2001). Otros me han dicho que han viajado a la Gomera después de leer una historia de Bevilacqua que transcurre en la isla.

Ser Premio Planeta ayuda a conocer mejor España, aunque sea firmando libros...

La verdad es que yo ya conocía las ciudades más importantes de España antes de ganar el Planeta en 2012. La única capital de provincia que todavía me queda por ver es Lugo. Al final voy a tener que hacer un viaje ex profeso para conocerla.

"Viajar es un privilegio mental"

Lorenzo Silva es tan partidario y entusiasta de los viajes que hasta se siente orgulloso de haber visitado lugares tan poco atractivos como la ciudad de Hesse, en Alemania: "Llegue allí en invierno, estaba todo muy oscuro, las calles vacías, pero aun así la recuerdo con cariño. Me adapto con facilidad a las circunstancias y lo mismo puedo dormir en un buen hotel que en alojamientos de cinco euros. Si voy solo, no tengo problemas".

Ha visitado el Foro Romano, con sus hijos quejándose de ver tantas ruinas, pero también las playas almerienses próximas a Carboneras, en una especie de homenaje a la película "Lawrence de Arabia" y al malogrado actor Peter O''Toole. Recientemente ha estado en Miami y Nueva York, y ya trabaja en los preparativos de un viaje importante por Europa que prefiere mantener todavía en secreto. Probablemente para que sus lectores podamos descubrirlo después en su próxima novela.

"Viajar -asegura el escritor- es un privilegio mental. Yo no pude hacerlo hasta los 34 años. Luego, mi vida ha sido completamente distinta, por razones de trabajo y porque he tenido recursos para ir de un lado a otro. Me muevo con una maletita que puedo colocar debajo del asiento, cuatro mudas y unas cuantas camisas. Tardo un minuto en hacer la maleta y otro minuto en deshacerla. Si me mancho, me compro algo. Lo que no tiene perdón de Dios es que uno pueda viajar y, sin embargo, se encierre en una mente aldeana".

Por eso les tiene reservado a sus beneméritos personajes ("Bevilacqua" y "Chamorro") un par de viajes por el extranjero, siguiendo las pistas imposibles de delincuentes internacionales.

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