Cuba total, de Santiago a La Habana

Conocer la alargada isla caribeña de punta a punta, con un par de desvíos hacia la costa norte, supone la mejor manera de tomarle el pulso a la república que ha decidido apostar fuerte por un nuevo rumbo turístico. Bellas ciudades coloniales detenidas en el tiempo se combinan en este viaje con playas relajantes y sosegadas, donde la vida vibra al son de la música y la sensualidad del baile cubano.

Santiago fue capital de Cuba hasta 1589.
Santiago fue capital de Cuba hasta 1589. / Jaime González de Castejón

Probablemente sea este uno de los mejores momentos para viajar a Cuba, ahora que la aventura del sector privado la empuja a emprender un vuelo económico decisivo. Sería un buen momento porque mientras Cuba promete tentadoras expectativas para el turismo, aún conserva intacto el singular encanto forjado en las últimas décadas. En estos momentos el país se propone vender una imagen menos seria, más relajada y refrescante, o, dicho de otra manera, como constata uno de sus guías turísticos, "el turismo cubano necesita eso: ser más turista". El proceso está en marcha, la cifra propuesta consiste en alcanzar los tres millones de visitas al año. Las grandes empresas permanecerán en manos del Estado, pero ya prosperan las inversiones de capital extranjero, van surgiendo nuevas sociedades económicas, agencias de otros países han comenzado a operar en Cuba y el sector privado va conquistando terreno. En palabras de los propios cubanos, "el país se va acoplando al ritmo de los tiempos y la civilización occidental; el cambio es ya imparable". Una manera de comprobarlo sería recorrer la isla a lo largo, de Este a Oeste, desde Santiago, la que fuera durante unos años su primera capital, hasta La Habana, deteniéndose en Camagüey, y desviándose un par de veces hacia la costa norte para refrescarse en playas igual de bellas pero menos conocidas que las de Varadero, la península próxima a La Habana, donde durante las últimas décadas se han concentrado los hoteles del tipo todo incluido.

Al son de la música

Así empieza el viaje: toda la arquitectura colonial del casco histórico de Santiago de Cuba vibra al son de la rumba, el cha-cha-chá, el mambo, la salsa y el danzón. La segunda ciudad más importante del país, según muchos la más caribeña, fascina por su estética, por el contraste que ofrecen el mar y la montaña que la rodean, y por haberse visto convertida en un templo de la música y el baile a cielo abierto. Fundada en 1515, al fondo de una profunda bahía del sureste de la isla, en la costa sur, Santiago de Cuba fue capital hasta 1589, cuando la administración se trasladó a La Habana. La Fortaleza de la Roca del Morro, intrincado complejo de fuertes, de finales del siglo XVII, con que los españoles protegieron el puerto, forma parte del listado patrimonial de la Unesco desde 1988. El casco histórico, de estilo colonial y republicano, es Monumento Nacional desde 1978. Cualquier paseo por sus calles debería iniciarse o concluir en la antigua Plaza de Armas, hoy conocida como Parque Céspedes, bordeada por la Catedral, las mansiones de los primeros españoles y un elegante Ayuntamiento que, aunque data de 1950, mantiene el tipo gracias a haber sido edificado según los planos con que se proyectó en el siglo XVIII el Palacio del Gobernador, que nunca llegaría a construirse.

El paraíso de Colón

Si partimos desde Santiago hacia el norte, cruzando la isla de mar a mar, tras unos doscientos kilómetros de carretera que se recorren en un par de horas llegaremos a Guardalavaca, el balneario más reputado del Oriente cubano. Y es que toda la provincia de Holguín repite con entusiasmo la definición que dejó anotada Cristóbal Colón en su diario del primer viaje a América, tras desembarcar en su bahía de Bariay: "Es la tierra más hermosa que ojos humanos hayan visto".

Hoy como entonces, la exuberante vegetación de sus verdes colinas se derrama hasta el mismo borde de unas playas blancas, de arenas muy finas, frente a un mar esmeralda tibio y cristalino. Los mejores hoteles de playa de la zona se establecieron en Guardalavaca, unos treinta kilómetros al Este de Bariay, al borde del Parque Nacional de la Bahía de Naranjo, que alberga un espectacular acuario donde los delfines juegan con los visitantes. No muy lejos encontramos valiosas pistas sobre los orígenes poblacionales de la isla, en el sitio arqueológico más importante de Cuba, el Chorro de Maíta, donde se ha destapado el mayor enterramiento indígena del Caribe, ahora complementado con la Aldea Taína, réplica de un antiguo poblado con treinta y ocho esculturas de la etnia Arauca a escala natural. Siguiendo la ruta hacia La Habana, por la carretera que atraviesa la isla de punta a punta por su centro, la ciudad de Camagüey, situada a unos doscientos kilómetros de Guardalavaca, reclama nuestra atención.

Urbanismo colonial atípico

La anarquía con que sus habitantes, enriquecidos con la boyante industria azucarera, construyeron la ciudad de Camagüey, saltándose todas las leyes y normas urbanísticas, dio como resultado todo un sugerente laberinto de calles, plazas, plazuelas y callejones que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2008.

Aunque se halla emplazada entre dos ríos, en fértiles tierras del interior, Camagüey -su nombre oficial desde 1903- había sido fundada en 1528, frente al mar, como nos recuerda su antiguo nombre, Santa María del Puerto del Príncipe. Entre una variedad de estilos arquitectónicos que incluyen el neoclásico, el neocolonial y lo que aquí llaman estilo republicano, predominan los sólidos edificios cúbicos del barroco cubano, con aleros y enrejados torneados, ambos de madera pintada, y todo ello con un característico toque andaluz heredado de los colonos sevillanos del siglo XVI. Buen ejemplo de todo ello lo encontramos en la plaza de San Juan de Dios, con sus casas teñidas de intensos verdes, amarillos y azules. Como en el caso de Holguín, la provincia de Camagüey puede enorgullecerse de contar con uno de los tesoros ecológicos de las costas cubanas, a unos ciento cincuenta kilómetros hacia el norte.

Jardines del Rey

Así fue bautizado, a principios del siglo XVI en honor de Fernando El Católico, uno de los archipiélagos más bellos que festonean la isla cubana. Los casi cuatrocientos kilómetros cuadrados de Cayo Coco y los trece de Cayo Guillermo, con sus playas coralinas de un blanco lechoso bordeadas por un cinturón de aguas verdes y azuladas de poca profundidad, constituyen las perlas de esta cayería, que es como llaman aquí a un conjunto de islotes. La distancia que las separa de la capital, situada a unos quinientos ochenta kilómetros hacia el Poniente, casi en el extremo de la isla, han ayudado a que se mantenga prácticamente intacto el entorno paradisíaco de estas islas.

La joya turística de Cuba

Cobijada en una honda bahía desde 1529, el año en que se fundó, nos espera la atractiva ciudad de los palacios y mansiones barrocas y neoclásicas detenidas a golpe de pinceladas de colores en un tiempo entre decadente y anacrónico, con sus calles transitadas por una flota de coloridos automóviles de los 50, invitándonos a un viaje en el tiempo en el que todo el decorado colabora. Suspendida a la hora de la Revolución cubana y del bloqueo norteamericano de 1962, La Habana no puede definirse con palabras, porque no es solo su deliciosa estética lo que la vuelve fascinante sino, sobre todo, el sosiego y la plenitud que exhalan sus gentes hospitalarias, afectuosas y desenfadadamente sensuales.

La antigua alhaja de la corona española se descubre callejeando al azar por el casco histórico -La Habana Vieja-, entre palacetes desconchados con ropa tendida en sus gloriosos balcones; observando el impacto de la cúpula del Capitolio -que en 1929 imitó al de Washington D.C. y ahora se haya en proceso de restauración-, asomando entre bellas fachadas de encendidos verdes, rosas y amarillos; descubriendo la belleza de sus plazas -la Vieja, la de Armas, la de la Catedral, la de San Francisco y la del Santo Cristo-; adentrándonos en algunos de sus templos y conventos, o deambulando al son de la salsa por la calle Obispo hacia un atardecer en el Malecón. Y desde allí mirando tranquilamente al mar, como lo mira ya sin temor a un ataque pirata, el sistema de fortalezas, murallas, castillos, torres, garitas y baluartes que atestiguan la riqueza que se movió desde este puerto entre el Nuevo y el Viejo Mundo. El fabuloso compendio defensivo levantado por los españoles entre los siglos XVI y XIX fue declarado por la Unesco, en 1982, Patrimonio Cultural de la Humanidad en conjunto con La Habana Vieja. Por algo muchos la consideran la ciudad más bella del Caribe.

Monumentos a la revolución

El recuerdo de la Revolución ha quedado señalado en las ciudades de la isla. Estos son sus hitos monumentales a lo largo de la ruta:

Ayuntamiento de Santiago de Cuba

Desde su balcón habló por primera vez Fidel Castro al pueblo, el 1 de enero de 1959, proclamando la victoria sobre Batista.

Plaza Antonio Maceo en Santiago de Cuba

Presidida por la estatua del general Antonio Maceo a caballo -la más alta del país-, rodeado de 23 machetes simbólicos, todo de hercúleas proporciones. El complejo incluye la Exposición Holográfica y la Llama Eterna en memoria de los mártires.

Plaza de la Revolución de Camagüey

Circundada por modernos edificios, este espacio, en el centro de la urbe, ensalza la figura de El Mayor, Ignacio Agramonte, esculpido con su sable y su revólver.

Mausoleo del Comandante Ernesto Che Guevara en Santa Clara

En esta ciudad, ubicada a medio camino entre Camagüey y La Habana, se ha condensado la esencia del espíritu revolucionario que impera en la isla. Entre murales que narran los episodios de la vida del Che y columnas conmemorativas, su descomunal figura se yergue sobre 16 metros de pedestal. También hay un museo dedicado al héroe nacional.

El tren blindado de Santa Clara

En la misma ciudad se ha conservado parte del tren que, cargado de armamento en 1958, fue descarrilado, con decisivas consecuencias, por la guerrilla revolucionaria.

Museo de la Revolución de La Habana

Alberga varias colecciones referentes a las distintas etapas de la lucha independentista, preservadas en el magnífico Palacio Presidencial de 1913, junto al Capitolio.

Plaza de la Revolución de La Habana

Ubicada en el lugar más alto y céntrico de la ampliación urbanística del siglo XX, ostenta el Memorial a José Martí, gran obelisco con mirador,erigido sobre una edificación con forma de estrella de cinco puntas que aloja salas de exposiciones. Los murales con efigies metálicas del Che y de Camilo Cienfuegos completan el panorama.

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