Ciudades, paisajes y tesoros de Alemania

El 2006 es el año de Alemania. El corazón de Europa despliega, dieciséis años después de su reunificación, sus renovados encantos aprovechando que el país celebra el Mundial de Fútbol. Es el momento de conocer un país en equilibrio entre los pueblos medievales, los paisajes románticos y las ciudades a la vanguardia del cambio.

Ciudades, paisajes y tesoros de Alemania
Ciudades, paisajes y tesoros de Alemania

Cierto es que, en la rifa de los sambenitos , a Alemania le tocaron algunos poco favorecedores. Si nos remitimos a algunos de ellos, sólo nos esperaría allí la sofocante presión de la eficacia, apenas aliviada por tragos de buena cerveza y ocasionales bailes bávaros. Pero, bajo la capa del tópico, Alemania despliega los encantos de un enorme patrimonio cultural y natural, la sencillez del carácter abierto y la oportunidad de vivir un momento histórico en el corazón de Europa. Y es que Alemania está decidida a crearse una nueva imagen, que se centra en un presente innovador y en un pasado ilustre de pensamiento, música, literatura y arte. El Mundial de Fútbol será el momento en el que el país proyectará su nueva cara al mundo. Alemania es un país que no fue tal hasta la unificación de 1871 y cuyos habitantes aún no se ponen de acuerdo con la ortografía del idioma común. En ese país conviven catolicismo y protestantismo, junto a multitud de culturas foráneas. Alemania comunica la Europa occidental con la oriental, está constituida como una federación de Estados y se extiende desde los Mares del Norte hasta las faldas de los Alpes. En definitiva, Alemania tiene muchísimas caras.

Es el país más poblado de Europa, con más de 80 millones de habitantes, y, sin embargo, es el quinto en superficie, lo que, unido a sus excelentes comunicaciones, permite disfrutar de su diversidad en relativamente poco tiempo. Las particularidades de cada región son muy visibles y los lugareños muestran un fuerte orgullo por sus localismos, ya estén representados por una tradición o un monumento. La incorporación de la antigua RDA pone a disposición del viajero una variedad de destinos inéditos e interesantes. Ciudades como Dresde o Weimar han realizado un gran esfuerzo por recuperar su esplendor y brindar una completa oferta de ocio y cultura. Berlín, por su parte, comienza a desplegar los resultados de su impresionante proceso de reinvención.

El encanto de la diversidad

Gran parte de los destinos clásicos están en el sur, y especialmente en Baviera, que cuenta con una combinación imbatible de naturaleza alpina, bosques y pueblos tradicionales, además del valor seguro de su capital, Múnich. Más al oeste, el Rhin se convierte en el líder indiscutible, con más de 800 kilómetros de recorrido por suelo alemán, con parajes míticos como la Selva Negra o el Valle del Rhin y ciudades como Colonia. Un clásico de los cruceros fluviales. Geográficamente, Alemania va cambiando su fisonomía, desde las grandes llanuras del norte y el centro del país, para elevarse progresivamente hacia las alturas de los Alpes, que cierran su frontera sur. Culturalmente, las diferencias se centraron también en el eje norte-sur y, pese a los cambios ocurridos, aún perduran. La división en dos grandes regiones religiosas se produjo tras las guerras del siglo XVII entre protestantes y católicos, cuando los nobles de cada uno de los pequeños Estados pudieron elegir su religión y, con ello, la de sus súbditos. La zona norte quedó como mayoritariamente protestante, mientras que el sur y algunas partes del oeste se mantuvieron en la doctrina católica. Las diferencias religiosas se transformaron en rivalidad política cuando Prusia, en el norte, y Baviera, en el sur, representaron " las dos Alemanias ", que se disputaron el poder durante siglos. En el siglo XX, la guerra fría y la separación a partir de las zonas de ocupación formaron otra línea de división, esta vez horizontal, que dejó las regiones del noroeste bajo la influencia del bloque soviético, mientras que la parte occidental y todo el sur permanecían en la esfera del capitalismo occidental. El puzzle de Alemania se complicó aún más, y, 16 años después de la Reunificación, muchas de las peculiaridades provocadas por tan atípica situación aún perviven. Las diferencias religiosas residen ahora en el laicismo del este, en comparación con el oeste.

Patrimonio histórico y de la Humanidad

Recorrer Alemania nos invita a seguir los pasos de la historia. De la influencia romana queda el refinamiento de las termas que precedieron a balnearios como el de Baden-Baden. El nacimiento de la burguesía puede verse en las urbes medievales libres y en los puertos de la Hansa en el Mar del Norte o en el Báltico. Los suntuosos edificios del esplendor barroco se aprecian en Dresde o en Múnich. El nacimiento del pensamiento moderno puede rastrearse en paseos de ciudades universitarias como Heidelberg, mientras que el romanticismo se hace visible en los paisajes del sur y, por supuesto, en la Ruta Romántica.

Weimar o Berlín permiten recordar la efervescencia cultural que dio lugar a movimientos tan dispares como el expresionismo o la Bauhaus. Muchos lugares del país recuerdan aún la destrucción y la barbarie de la guerra a un lado y al otro del tramo más visible del telón de acero. En unos pocos años, los flamantes edificios de moderna arquitectura en Berlín recordarán una época de reunificación y reconstrucción.

La cultura alemana es también una de las más importantes y decisivas del mundo. En sí misma y como crisol de las grandes civilizaciones, los movimientos religiosos o los sistemas sociales: la cultura clásica grecorromana, el cristianismo, el movimiento obrero, la revolución industrial y, ya en nuestros días, la sensibilidad ecológica. La constelación de nombres es impresionante en ese país de grandes creadores: pintores como Durero, Cranach, Caspar David u Otto Dix; pensadores o reformadores como Lutero, Kant, Hegel, Herder, Nietzsche, Marx, Husserl, Heidegger, Habermas o Gadamer; inventores o científicos como Gutenberg o Einstein; escritores y poetas como Schiller, Goethe, Hölderlin, Bertolt Brecht o Günther Grass, y músicos como Bach, Telemann, Beethoven, Schumann, Brahms, Richard Strauss o Wagner.

El viajero atento reconocerá, en paisajes y ciudades, ese aliento a veces poderoso, a veces secreto. Y podrá valorar los monumentos, conjuntos históricos y parajes naturales de Alemania que han merecido la distinción de Patrimonio Mundial, un sello que podemos atribuir también a las grandes creaciones artísticas o a los grandes sistemas filosóficos.

Rutas para todos los gustos

La multitud de paisajes, historias y ciudades exigen conocer Alemania paso a paso. Una serie de rutas, algunas de las cuales fueron trazadas por las huellas de los viajeros románticos, recorren sus paisajes y monumentos, representando una manera atractiva de conocer las múltiples caras del país.

Los amantes de la historia y de la arquitectura disfrutarán con las 70 fortalezas que ofrece la Ruta de los Castillos. En el camino hay lugares imprescindibles del sur, como Heidelberg o Rothenburg.

Ideal para viajar con niños es la llamada Ruta de los Cuentos de Hadas, que recuerda al visitante que alemanes son gran parte de los cuentos que conocemos desde nuestra tierna infancia merced a los hermanos Grimm. Los músicos de Bremen, El flautista de Hamelín o El Barón de Munchausen esperan al visitante en los escenarios reales de sus hazañas, junto a castillos y pueblecitos de ensueño. Para redondear la experiencia, la ruta está aderezada con parques infantiles, teatros de marionetas y continuas referencias a las universales historias de los hermanos cuentistas.

No tan apropiada para menores es la Ruta del Vino, que recorre los viñedos y bodegas del Palatinado y las fértiles tierras que bordean el Rhin, una buena oportunidad para comprobar la calidad de algunos caldos alemanes entre plácidos paisajes. Y para los apasionados de la montaña y sus pueblecitos idílicos, la Ruta de los Alpes recorre los parajes más hermosos de la Baviera alpina, incluidos los castillos de Luis II, entre los lagos Constanza y Konigsee, en las laderas esquiables de Berchtesgaden.

La ruta más famosa de Alemania es la llamada Ruta Romántica, que recorre Baviera de norte a sur y rinde homenaje a sus viajeros románticos de principios del XIX. Un recorrido por espectaculares paisajes alpinos, ciudades medievales y castillos de cuento hasta los paseos filosóficos y los palacios barrocos.

Lago Constanza, el mar de Suabia

El Bodensee, el lago más grande de Alemania y tercero de Europa, hace las veces de mar interior para los habitantes del sur y es, en realidad, un enorme glaciar inundado por las aguas del Rhin. Tres países, Alemania, Suiza y Austria, comparten los 273 kilómetros de perímetro de un lago que, por su situación, ha sido siempre ruta de paso entre Alemania e Italia. Pese a que desde sus orillas comienzan a divisarse las cumbres nevadas de los Alpes, el Lago Constanza ofrece un clima benigno que lo convierte en un popular centro de veraneo. En sus orillas se alternan los pueblos con encanto como Lindau, prósperos puertos como Friedrichshafen y animadas ciudades como Constanza. El campo está dominado por viñas y manzanos, alcanzando su esplendor en abril y mayo.

Los transbordadores permiten desplazarse entre la mayoría de las poblaciones de las orillas y facilitan el acceso a las maravillas escondidas en sus islas. En la de Mainau, propiedad de la nobleza sueca, crecen flores decorativas y plantas tropicales y puede visitarse un jardín de mariposas. La isla de Reichenau, Patrimonio Cultural de la Humanidad, esconde, entre sus fértiles huertas, tres bellas iglesias románicas pertenecientes al monasterio medieval conocido por la riqueza de sus frescos y la calidad de sus miniaturas.

Constanza es la principal ciudad del lago. Despliega los encantos de uno de los pocos centros históricos que quedan intactos en Alemania, gracias a que su proximidad con la siempre neutral Suiza disuadió a los bombarderos aliados. Hoy en día es una ciudad eminentemente universitaria, con la consiguiente animación y profusión de bares y restaurantes.

Otra ciudad situada a orillas del lago, Friedrichshafen, fue la cuna del Zeppelin , que realizó sus primeros vuelos sobre las aguas del Bodensee. Actualmente acoge un museo sobre el mítico aparato volador, y también resulta posible efectuar vuelos en alguno de sus modernos y más seguros sucesores.

Más información en www.bodensee-info.com

Colonia, la ciudad con más carácter

Fundada por los romanos a orillas del Rhin, es aún el carácter latino el que convierte a Colonia en una ciudad diferente al resto de Alemania. Las reliquias de unos personajes tan meridionales como los Reyes Magos convirtieron a la ciudad en un centro de peregrinación en la Edad Media y provocaron la construcción de su impresionante catedral gótica, que se llevó a cabo durante seis siglos y que ha sido declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Colonia es una urbe volcada en sus calles, joven, divertida y orgullosa de sus peculiaridades, y donde la palabra clave es kölsch , una forma de designar tanto a su excelente cerveza como a su particular dialecto y, en general, a todo lo colonés. Tras ser reducida a los cimientos durante la Segunda Guerra Mundial, el patrimonio de Colonia fue cuidadosamente restaurado y hoy puede disfrutarse de las encantadoras callejuelas y plazas de su Altstadt y de las doce iglesias románicas distribuidas por toda la ciudad. El punto más álgido de su calendario repleto de citas festivas es el carnaval, cuyo apodo local, Narrenfest o fiesta de los locos, da una idea de su carácter desenfrenado y etílico. Comienza oficialmente el 11 de noviembre, a las 23 horas (el 11 del 11 a las 11), y alcanza su plenitud durante el jueves anterior al miércoles de ceniza. Cada año, más de un millón de visitantes acuden al masivo desfile carnavalesco del Rosenmontag.

La diversión continúa todo el año en los centenares de cervecerías que convierten a Colonia en la ciudad con más bares por habitante de Alemania. Pero no todo es diversión descerebrada; la ciudad cuenta también con un completo panorama cultural liderado por museos de prestigio como el Ludwig, famoso por su colección de arte contemporáneo.

El ancho Rhin resulta omnipresente y fundamental en Colonia, y es que, para comprender y disfrutar de la ciudad con más carácter de Alemania, hay que pasear y navegar por el río que le da la vida.

Más información en www.koeln.de

La Selva Negra, un paraíso natural

Los bosques de pinos y abetos, lagos glaciares, montañas y manantiales que se extienden entre la ciudad de Pforzheim, al norte, hasta Feldberg, la montaña más alta de la zona, al sur, constituyen el mayor parque de recreo de Alemania. La Selva Negra merece un viaje ex profeso para disfrutar tan sólo de una pequeña parte de sus actividades al aire libre, balnearios, joyas arquitectónicas, rutas y curiosidades.

Una de las mejores formas de recorrerla es el tren, que ofrece tres preciosas rutas: la de los Tres Lagos se introduce desde el sur hasta el corazón de la Selva Negra en Dreissenbach; el Expreso del Lago Constanza atraviesa la parte sur hasta la histórica Friburgo, mientras que el Expreso de la Selva Negra es un tren de montaña con espectaculares vistas. La región ofrece una amplia y bien señalizada red de senderos y las carreteras recorren también sugerentes rutas como la de los Verdes Valles, la de los Balnearios o la del Vino.

El norte de la Selva Negra es una zona con un relieve accidentado, donde los espesos bosques esconden algunos de los más famosos balnearios frecuentados por la aristocracia europea y que conservan aún la sofisticación algo decadente de su época clásica. La zona central es quizás la más pintoresca, famosa por sus relojes de cuco, sus acogedores pueblos de techos de paja y las espectaculares cascadas de Triberg. Al sur se encuentran algunos de los paisajes más fascinantes, con lagos de origen glaciar como el Titisee y el Schluchsee. La universitaria Friburgo es la capital de la región y una buena base para la exploración de la Selva Negra. Cuenta con un casco histórico, bien restaurado tras su práctica destrucción en la Segunda Guerra Mundial, alrededor de su catedral gótica.

Más información en www.blackforest-tourism.com

Neuschwastein, un castillo de cuento

El Neuschwastein es, sin duda, el castillo que más influencia ha tenido en todo el imaginario colectivo, un ideal de lo que debería ser una fortaleza mítica, popularizado entre otros por Walt Disney, que lo tomó como modelo para el Castillo de la Bella Durmiente y, más tarde, para el que preside Disneylandia.

Situado en el final de la Ruta Romántica, en el denominado Königswinkel, el rincón real, el Castillo de Neuschwastein jamás sirvió como una auténtica fortaleza, ya que fue construido en pleno siglo XIX según los sueños medievalistas del excéntrico rey de Baviera Luis II, ansioso por evadirse de un panorama político cada vez más complicado. El emplazamiento que eligió no puede ser más adecuado: encaramado sobre un peñasco en el Lago del Cisne, se trata de un lugar realmente espectacular, del cual el malogrado rey apenas disfrutó unos cuantos meses.

Su construcción comenzó en 1869, y su diseño estuvo a cargo de un escenógrafo, lo cual explica, en cierta medida, el increíble pastiche de estilos y la grandilocuencia de una arquitectura que, por otro lado, resulta fascinante. Muchas de sus estancias se encuentran decoradas con escenas de las obras de Wagner, un músico cuya fascinación por la mitología germánica compartía el monarca bávaro.

El Schloss Neuschwastein nunca fue terminado, ya que en 1886 Luis II murió en extrañas circunstancias, tras haber sido apartado del trono por su supuesta incapacidad mental. El rey murió arruinado y dejó una preocupante deuda que obligó a las autoridades a abrir el palacio al público para sufragarlas.

El soberano Luis II disfrutó de otros dos castillos en esa hermosa zona de la región de Baviera: el muy cercano Hohenschwangau, que fue reconstruido sobre una fortaleza del siglo XII, y el más lejano de Linderhof, inspirado esta vez en el Versalles de Luis XIV, el Rey Sol , que constituía el otro gran mito de su colega bávaro. Los dos primeros pueden ser visitados conjuntamente, siempre que se prevea la visita con bastante antelación, ya que constituyen dos de los lugares más frecuentados de Alemania.

Más información en www.neuschwanstein.de

Baden-Baden, el eterno lujo

La urbe remite a una época dorada e intemporal en la que las dinastías reales europeas, desde Inglaterra a Rusia, acudían a tomar las benéficas aguas junto con los más notables representantes de la política, las finanzas y las artes del siglo XIX. Desde entonces, el reiterativo nombre es sinónimo de lujo y bienestar.

Situada entre los espesos bosques del Valle del río Oos, en la zona norte de la Selva Negra, se dice que fue el emperador Caracalla quien descubrió las beneficiosas aguas entre escaramuzas con las tribus germanas. Baden-Baden conserva hoy en día el ambiente de lujo y exclusividad de su esplendor, aunque, con el tiempo, la ciudad ha sabido adaptarse a un turismo más heterogéneo, casi siempre opulento.

La Kurhaus es el centro del complejo balneario y alberga en su interior el casino más famoso del país, con estancias decoradas según los suntuosos cánones del lujo imperial francés. En sus mesas se han jugado los cuartos personajes tan dispares como Bismarck, Marlene Dietrich o el mismísimo Dostoievski, cuya pasión por las noches de ruleta inspiró su novela El jugador .

La sensación de lujo demodé se disfruta en paseos como el Lichtentaler Allee, rodeado de cuidados jardines; en hoteles como el Brenner''s Park, acostumbrado a alojar a reinas y zares; o en las suntuosas villas de las colinas. La ciudad cuenta, además, con una animada vida cultural centrada en torno a su Theater, que fue construido a imagen y semejanza de la Ópera de París y en cuya barroca sala se representa un amplio programa de óperas, ballet y conciertos. Tanto en el Balneario Friedrichsbad como en el moderno y enorme complejo de Caracalla-Therme se ofrecen una inusitada variedad de tratamientos: desde el tradicional " Romano-irlandés " hasta las más avanzadas y exóticas técnicas de masaje. Y es que la urbe de Baden- Baden ha apostado fuerte para ocupar el puesto que se merece en el nuevo período de esplendor que está viviendo el turismo de balneario.

Más información en www.baden-baden.de

Lübeck, un monumento en ladrillo

Situada en un punto estratégico del norte de Alemania, junto a la costa del Mar Báltico, Lübeck es una de las ciudades alemanas más monumentales, gracias a su Altstadt o casco viejo, que fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Se trata de una ciudad burguesa y comercial que ostentó, hasta la llegada del nazismo, el título de ciudad libre.

Su historia estuvo ligada a la Liga Hanseática, la alianza que incluía a ciudades de toda Europa y controlaba la mayor parte del comercio en la Edad Media. A mediados del siglo XIII, Lübeck se convirtió en la " Reina de la Hansa ". El esplendor de esta época configuró un casco antiguo repleto de monumentales casas de comerciantes, magníficos ejemplos del gótico civil, como el gran Hospital del Espíritu Santo o el Ayuntamiento, y, por supuesto, bellísimas iglesias, como la Marienkirche o la Catedral.

Gran parte de los más de mil edificios incluidos en la lista de la Unesco pertenecen al Backsteingotik , peculiar estilo gótico que se caracteriza por el uso del ladrillo como material y que se extendió por urbes del norte de Alemania y otros países del Báltico. La Holstentor, una monumental puerta fortificada, es el símbolo de la ciudad, al tiempo que guarda una de las entradas al casco antiguo, que forma una estratégica isla rodeada por las aguas del canalizado río Trave.

Lübeck es también la cuna del Nobel de Literatura Thomas Mann, nacido en una próspera familia de comerciantes. Aquí situó la obra que le consagró como novelista, la saga familiar de Los Buddenbrook . Con la subida al poder de los nazis, Mann se exilió y no volvería a vivir en Lübeck ni en Alemania; sin embargo, la urbe le dedicó a él y a su hermano Heinrich, también escritor, un museo en la antigua casa familiar, rebautizada como Buddenbrookhaus.

Por último, no se puede abandonar la ciudad alemana de Lübeck sin comprar sus famosos y deliciosos mazapanes con las más insólitas formas. No será necesario buscarlos ya que están por todas partes.

Más información en www.luebeck-tourism.de

Heidelberg, capital del romanticismo

Dominada por las ruinas de su romántico castillo gótico-renacentista, Heidelberg combina la riqueza de su patrimonio artístico con la vitalidad que le otorga la universidad, la primera que se fundó en Alemania Su emplazamiento a orillas del río Neckar, que fluye hacia el Rhin en el suroeste del país, y su historia de múltiples destrucciones la convirtió en uno de los destinos favoritos del romanticismo alemán. Hoy en día es uno de los principales centros turísticos de Alemania, por lo que sufre cierta masificación.

La ciudad mantiene el estilo barroco adquirido tras el último de sus saqueos en el siglo XVII y superpuesto sobre el antiguo trazado medieval. Un lugar perfecto para que los Grimm, Goethe, Hölderlin y Eichendorff dieran rienda suelta a sus tumultuosas emociones. De esta época data el Philosophenweg, un paseo situado en la colina al otro lado del río Neckar, que ofrece unas románticas vistas de la ciudad, del castillo y de su entorno natural, que inspiraron a músicos, poetas y también a filósofos como Hegel. Es, además, un lugar magnífico para observar los festivales de fuegos artificiales que se celebran el primer sábado de junio y septiembre y el segundo de julio.

La universidad, que sigue manteniendo gran prestigio académico en diversas disciplinas, marca el carácter de una urbe en la que abundan las tabernas y cafés. Ese carácter joven y desenfadado originó la fundación de uno de los lugares más visitados, la Studentenkarzer o cárcel de los estudiantes, donde se encerraba a los universitarios más díscolos hasta bien entrado el siglo XX. El testimonio de sus hazañas quedó reflejado en las inscripciones que llenan los muros.

El castillo resulta una visita ineludible y constituye una interesante mezcla de estilos. Su estado ruinoso no sólo no disminuye su interés sino que, además, potencia su imagen romántica. Desde su terraza, dominada por la imponente fachada del Palacio de Friedrich V, se divisa gran parte de la ciudad y el río.

Más información en www.cvb-heidelberg.de

Pueblos de postal en los Alpes Bávaros

La vertiente alemana de los Alpes, que se extiende por el sureste del país, no destaca por la altura de sus cumbres, que ni siquiera alcanzan los 3.000 metros, pero posee una espectacular belleza, que resulta más accesible aquí que en otras partes de la cordillera. El protagonista principal de la zona es el agua, que forma barrancos, cascadas y lagos de cristalina limpieza. Abundan las especies endémicas, ya sea en la fauna o en la flora, con abundancia de flores alpinas. Tanto en verano, con actividades que van desde el senderismo al parapente, como en invierno, con las mejores estaciones de esquí del país en torno a Garmisch Partenkirchen y Oberstdorf, los Alpes Bávaros son uno de los principales centros vacacionales.

Pero no es la naturaleza su única belleza. La arquitectura se caracteriza por las tradicionales casas de entramado que se conservan en muchos de sus pueblos. La idílica ciudad de Mittenwald fue ya descrita por Goethe como " un libro de estampas vivientes " y mantiene aún hoy un atractivo, casi sospechoso, de postal. Su tradición como centro de fabricación de violines complementa la actividad de las estaciones de esquí con abundancia de conciertos y eventos culturales.

En uno de estos parajes de inocente belleza se esconde también la que fue una de las guaridas de Hitler. Berchtesgaden pagó muy caro su idílico emplazamiento. La ciudad se convirtió en la sede meridional del partido nazi, lo que supuso la expropiación forzosa de granjas y terrenos y la militarización de toda la zona. En pleno declive del régimen, al final de la guerra, los bombardeos aliados arrasaron completamente el pueblo. En pie quedó la siniestra morada de Hitler, el famoso Nido del Águila, sobre la montaña vecina, que aún hoy puede visitarse.

Rothenburg, enclave de leyenda

Rothenburg ob der Tauber, Rothenburg para los amigos, es un enclave medieval encerrado en una cápsula del tiempo que le permitió llegar intacto hasta nuestros días. Situada en la parte norte de la Ruta Romántica, es una joya sin comparación en Europa. Las casas de entramado con sus caprichosos colores, las omnipresentes torres de tejados cónicos, las fuentes y las flores convierten a la ciudad de Rothenburg en un lugar tan prototípico que induce a una continua sospecha sobre su autenticidad, que, por otro lado, está fuera de toda duda.

La villa entera constituye un escenario inmejorable para la representación de su leyenda más típica y reconocida, el Meistertrunk o Trago Magistral, que cuenta cómo la protestante Rothenburg se salvó de ser arrasada por los católicos durante la Guerra de los Treinta Años gracias a la maestría como bebedor de su alcalde, que se pimpló, de un único y magistral trago, una enorme jarra de vino, superando así el reto planteado por el general de las tropas católicas. Los habitantes de la ciudad son los actores de esta obra, que se representa durante Pentecostés y en la que las calles y las plazas son las verdaderas protagonistas.

Aunque la mejor forma de disfrutar de la ciudad es pasear por sus calles adoquinadas, el gran edificio del Ayuntamiento resulta una visita inexcusable y desde su torre pueden divisarse imponentes vistas del emplazamiento de la ciudad en lo alto del valle del río Tauber. Junto al Ayuntamiento se sitúa la Taberna de los Concejales, uno de cuyos relojes posee unas figuritas móviles que reproducen, cómo no, el Meistertrunk. Otro buen paseo es el que recorre las murallas entre torres y vistas de la ciudad.

El tipismo de Rothenburg la convierte en un destino muy popular no sólo en verano sino también en los meses de invierno, cuando la Plaza del Ayuntamiento acoge uno de los mercados de adornos navideños más famosos de Alemania. Asimismo, tanto la primavera como el otoño también son momentos ideales para visitar la ciudad del castillo rojo.

Más información en www.rothenburg.de

Vino, cruceros y mitos del Valle del Rhin

A lo largo de sus más de 1.300 kilómetros, el Rhin llena el Lago Constanza, recorre la Selva Negra y baña hermosas ciudades como Colonia. Pero es el tramo al sur de esta última y entre las urbes de Coblenza (Koblenz) y Maguncia (Mainz) el que contiene los lugares más típicos y los paisajes más legendarios del Vater Rhein (" padre Rhin "). Se trata de uno de los destinos más famosos de Alemania desde que, en el siglo XIX, se convirtiera en meca de los románticos alemanes. La manera más típica de visitar la región es a bordo de uno de los variados cruceros, pero también puede recorrerse mediante la completa red de transporte fluvial que une las diferentes poblaciones o incluso a pie o en bicicleta por las rutas que recorren ambos márgenes del río.

Es en estas aguas donde se desarrolla El oro del Rhin , la primera de las óperas de Wagner dedicadas a la leyenda de los nibelungos. Castillos de cuento, como los de Stolzenfels o Marksburg, y paisajes, como el del Peñón de Lorelei, constituyen el escenario perfecto para esta historia explotada hasta la saciedad en las tiendas de recuerdos de la región.

El vino es el otro gran atractivo de la zona, con una tradición vinícola que data de la época romana. Los blancos elaborados a partir de la variedad Riesling son, sin duda, los vinos alemanes más reconocidos internacionalmente. Todo tipo de rutas, degustaciones y fiestas se organizan en torno al mundo del vino, especialmente en la época de la vendimia.

Más información en www.koblenz.de y www.mainz.de

Múnich, la gran aldea bávara

Múnich es, según sus encantados habitantes, un espacio que combina las ventajas de una gran ciudad con el ritmo relativamente tranquilo de un pueblo bávaro: grande, elegante, internacional, próspera y moderna, símbolo del milagro económico alemán tras la Segunda Guerra Mundial. Y, sin embargo, es también una ciudad alegre y juerguista, amante del aire libre y, por supuesto, de la cerveza, cuya ingesta en grandes cantidades preside el acontecimiento cultural más conocido de la ciudad y de Alemania, el Oktoberfest. Y por si fuera poco, Múnich es también refugio de no pocos tipismos bávaros, que, en muchos casos, se han convertido en tópicos nacionales.

Esta múltiple personalidad se percibe también en el urbanismo de la urbe. Las calles que rodean la popularísima Marienplatz constituyen su corazón más tradicional, con sus católicas iglesias y antiquísimas tabernas. Más al norte, alrededor del que fuera el palacio real bávaro, la Residenz, se extiende la ciudad neoclásica, de elegantes y amplias avenidas. Es el barrio de la alta cultura muniquesa, con sus museos, teatros y salas de conciertos, que convierten a Múnich en una de las capitales culturales de Alemania.

Su condición de primera ciudad universitaria de Alemania, con más de 100.000 estudiantes, provoca una activa vida nocturna y sitúan a la supuestamente conservadora capital bávara entre las más vanguardistas en cuanto a locales y tendencias.

El Englischer Garten, un parque construido según los cánones paisajísticos ingleses, es el sitio perfecto para disfrutar de los lugares más placenteros de Múnich, sus biergarten , los jardines de la cerveza, donde disfrutar del agradable clima estival. El otro gran espacio abierto de Múnich, la pradera de Theresienwiese, es el escenario de esa orgía cervecera de dos semanas de duración llamada Oktoberfest, pese a que más de la mitad se celebra en septiembre. Es la atracción más rentable de la ciudad. Y es que seis millones de litros de cerveza, a 7 € cada uno, constituyen una nada despreciable fuente de ingresos.

Más información en www.muenchen.de

Berlín, renovación y arquitectura de marca

Como otras grandes capitales en todo el mundo, Berlín parece distante y, en ocasiones, divorciada del resto de Alemania. Una sensación que se acentúa por su reciente pasado de enclave dividido en un país dividido. La condición de Berlín, como uno de los pocos lugares del mundo donde se puede asistir en directo a la reinvención de una ciudad, se ha convertido en un moderno lugar común y en uno de sus principales reclamos turísticos. Y es verdad que se trata de una ciudad en continuo cambio: si en los años inmediatamente posteriores a la caída del Muro el visitante acudía a aspirar los últimos efluvios del histórico momento, durante la segunda mitad de los 90 Berlín provocaba la fascinación de mirar una obra por el agujero de una valla y las postales mostraban el bosque de grúas que cubría la ciudad.

Ahora las grúas van desapareciendo y el Nuevo Berlín comienza a mostrarse. Potsdamer Platz representa el ejemplo más famoso (aunque quizás no el que le hace más justicia) de este proceso, además de ser un símbolo de la historia de la ciudad: la plaza que centró la vida berlinesa durante los años 20 fue reducida a cimientos durante la guerra para ser atravesada más tarde por el Muro. Lo que fuera uno de los grandes solares del Berlín de posguerra es ahora un moderno compendio de arquitectura " de marca ", traída de la mano de las grandes multinacionales.

La aún reciente historia de la división, tan dolorosa para los berlineses, sigue siendo un reclamo irresistible para todos los visitantes, al menos mientras siga habiendo dos centros, la decadencia de algunos edificios siga recordándonos que estamos dejando el sector occidental y los mapas turísticos sigan trazando la línea del Muro. Y es que Berlín es uno de los pocos sitios en Europa donde, con un poco de imaginación, se puede percibir ese mundo de espías y disidentes que ya se ha convertido en mito.

Y, si no, siempre nos quedará la imagen del Berlín " eterno ", el de la Puerta de Brandenburgo y el del Tiertgarten, el de los grandes museos y el de los canales, el de las avenidas interminables y las mansiones decadentes. Y, sobre todo, el de la urbe tolerante, irónica y festiva que hoy se mueve a ritmo de techno, como se movía en los años 20 a ritmo de jazz.

Dresde, la Florencia del norte

La historia de la capital de Sajonia, que celebra este año su octavo centenario, está marcada por dos momentos: el de su esplendor barroco en el siglo XVIII, que la convirtió en la Florencia del norte, y el de la noche del 13 al 14 de febrero de 1945, cuando un bombardeo incendiario de la aviación aliada mató a un gran porcentaje de la población y redujo a escombros la mayor parte de sus edificios.

Un tercer episodio es el de su reconstrucción, que aún se lleva a cabo gracias, en gran parte, al empeño de sus habitantes. Y es que, durante la época de la antigua RDA, la reconstrucción del patrimonio artístico no fue prioritaria y se supeditó al recuerdo del bombardeo, a la construcción de nuevos edificios y viviendas y a la falta de fondos económicos. En esa época desaparecieron la mayoría de los restos de la ciudad antigua y las ruinas del patrimonio barroco.

Tras la caída del Muro, la ciudad de Dresde, que constituye una cierta excepción en cuanto a la difícil reunificación económica entre el este y el oeste, comenzó a pensar en su reconstrucción. Hoy, gracias a campañas como Una llamada desde Dresde , que ha logrado rehabilitar la emblemática Iglesia Frauenkirche, la bella ciudad del Elba, rodeada de montañas, vuelve a recuperar todo su orgullo. Aquí escribió Schiller, en el año 1785, la Oda a la Alegría , que inspiró, a su vez, la Novena Sinfonía de Beethoven y que ha llegado a ser el Himno de la Unión Europea .

En 2004, Dresde y el Valle del Elba -los 20 kilómetros que median entre el Castillo Übigau y el Palacio de Pillnitz- fueron declarados Patrimonio Mundial. Lentamente la capital política y cultural de Sajonia comienza a reconocerse en los minuciosos panoramas de Canaletto, que pintó con detalle el perfil de la ciudad a orillas de su mítico río. Hoy, cuando se cumple su 800 aniversario, es una de las ciudades con más zonas verdes de Europa (hasta un 63 por ciento de su superficie), con la espesa Landa al norte y varias zonas medioambientales protegidas.

Más información en www.dresden.de

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