'Road trip' por España (II). Un coche, una ruta. Hoy, Picos de Europa
Seguimos con nuestra serie de escapadas al volante por nuestra geografía. En esta ocasión, a bordo de un Cupra Ateca por el paraíso en la Tierra al norte de España
El destino
Picos de Europa es, hoy, uno de los espacios naturales protegidos más visitados de nuestro continente. Aunque ha cumplido un siglo como Parque Nacional, este macizo montañoso se formó hace 65 millones de años casi mojando sus pies en el mar Cantábrico, cuando a unas cuantas placas tectónicas les dio por chocar violentamente (caprichos de nuestro planeta).
Junto con la acción de los glaciares, esculpieron las formas irrepetibles de sus cumbres, sus valles y sus vaguadas. Picos de Europa se extiende a lo largo de casi 70.000 hectáreas, y muerde los extremos de tres comunidades autónomas: Cantabria, Castilla y León y Principado de Asturias.
La "montura"
Vuelvo a acomodarme en el asiento del Cupra Ateca y meto en el navegador el que será mi próximo destino, Fuente Dé. Me espera una hora y media de carreteras serpenteantes, y la verdad es que no tengo queja alguna, al contrario: este coche, a pesar de su aspecto, lleva un deportivo en su interior, se agarra al asfalto como si fuera mucho más bajo y pequeño, y llevarlo a buen ritmo es una experiencia segura y, sobre todo, muy disfrutona.
Un par de experiencias vertiginosas
Por fin llego a Fuente Dé: una pequeña aldea de donde parte un teleférico que se eleva por un desnivel de 753 metros (casi un kilómetro, para entendernos) y en apenas cinco minutos estoy a 1.823 metros. Desde allí, la vista de Picos de Europa es algo que no se puede describir: ojo a quienes tengan tendencia al síndrome de Stendhal.
Después de volver a descender, me pongo al volante y conduzco hasta Potes, una villa colocada justo donde interseccionan cuatro valles y se dan la mano los ríos Quiviesa y Deva. El clima de Potes es sorprendente, precisamente por su peculiar ubicación: de pronto, uno tiene la sensación de estar cerca del Mediterráneo.
Introduzco mi siguiente parada en el navegador: Caín, a otra hora y media de carreteras serpenteantes, paisajes exuberantes y conducción disfrutona. Por allí pasa la Ruta del Cares, una delicia para los amantes del senderismo: recorre un camino excavado en la roca, por una garganta impresionante.
Y de ahí, a Bulnes. Aquí dejo el coche aparcado, porque es el único pueblo de Europa al que solo se puede acceder en funicular, por un túnel de más de dos kilómetros. Aunque va mucho más lento que el Cupra Ateca, diré que la experiencia es tanto o más trepidante: especialmente, si tienes vértigo.
Hay dos motivos por los que hay que visitar este pueblo si vas a Picos de Europa: su indudable belleza, y la fabada que sirven en Casa Guillermina.
Y añadiré una tercera razón: desde aquí hay una vista insuperable del Naranjo de Bulnes. Atardece, y efectivamente, la roca se tiñe de naranja. La mejor postal para grabar en mi retina, y la mejor manera de culminar mi ruta por Picos de Europa.
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