Cámaras con truco

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/ Revista viajar

La arena del desierto ensucia los sensores de las cámaras digitales, suciedad que aparece luego en todas las fotos. Puede retocarlas, pero ¡menudo trabajo! Tras fotografiar en condiciones ad- versas deberá llevar la cámara a un servicio técnico para limpiarla.

Una reparación que, a veces, requiere mucho tiempo y que tampoco es barata. Con las cámaras digitales dependerá de la energía eléctrica. Deberá trajinar con un buen surtido de baterías y quizás con un ordenador portátil durante el viaje, otro elemento a facturar como equipaje de mano en una época en que las aerolíneas tienden a restringir- lo. Una alternativa menos pesada son los discos duros portátiles.

Muchos fotógrafos han engrosado el peso de su equipo de viaje con un ordenador, baterías, CD regrabables, software de recambio, el cargador y, a veces, otro de energía solar. Algunos fotógrafos utilizan cámaras analógicas y digitales a la vez. Emplean estas últi- mas en situaciones en las que sus prestaciones son inmejorables, como cuando la luz es pobre, o en disparos experimentales.

Es una ventaja contemplar de inmediato lo fotografiado. Por eso, al final muchos prescinden de la cámara analógica y acaban haciéndolo todo en digital.

Copias de seguridad

Con el robo del ordenador personal desaparecerían las fotos almacenadas en el disco duro durante el viaje. Es cierto que un ladrón también podría llevarse los carretes usados, pero sin duda una bolsa con película impresionada es menos atractiva y tiene peor salida comercial que un portátil. Imprescindible, pues, grabar una segunda copia de seguridad en CD, DVD o en un disco duro portátil.

También debería prever la inexorable desvalorización de las cámaras digitales. Mientras que máquinas que tienen 30 años todavía hacen buenas fotos, a las digitales les pasa lo típico de la tecnología informática: enseguida una generación más perfeccionada y más económica pulveriza el valor de una máquina reciente.

Los gastos de amortización del equipo se elevan para un fotógrafo profesional, que, por otra parte, también debería repercutir en sus costes el tiempo que invierte retocando. Aficionados que se pasaron al digital opinan que su antiguo equipo réflex ofrecía, a efectos prácticos, mejores prestaciones que su actual cámara compacta.

Una digital equivalente a una réflex convencional, que permite el intercambio de ópticas y, sobre todo, fotografía en el acto cuando se oprime el disparador, cuesta entre mil y seis mil euros.

No hay nada más enervante para un fotógrafo exigente que observar cómo cambia la situación mientras la cámara se toma su tiempo pensando antes de disparar. Por suerte, las digitales compactas de última generación empiezan a ser tan rápidas como las analógicas. Pero se levantarán pocas voces contra la fotografía digital.

A la comodidad de esta tecnología se añade una verdad incuestionable: mientras el mercado analógico estaba prácticamente agotado, lo digital aportó inconmensurables beneficios porque había un amplio segmento de consumidores totalmente virgen. Millones de potenciales usuarios de cámaras y de tecnología digital.

Los índices de crecimiento de este mercado, comparados con el analógico, son extraordinarios. ¿Qué fabricante despreciaría estas ganancias? Según la revista Computer Hoy, mientras que en el año 2001 se vendieron 4 millones de cámaras digitales, en 2005 la cifra rondará los 40. En el mismo período las ventas analógicas descenderán de 20 a, como máximo, 6 millones.

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